Lunes por la tarde 20. José KentenichЧитать онлайн книгу.
personal, sobre la cruz y el sufrimiento que afrontamos en nuestra propia familia. No son casuales, sino parte del plan del Buen Dios. El persigue con ellos un fin particular. Aunque no sepa cuál es ese fin, creeré en su poder y en su acción, tanto a nivel del acontecer mundial como de los pequeños hechos de mi vida personal.
Abraham
Deténganse en la figura de Abraham. En su senectud recibió el don de un hijo. Dios le prometió muchas cosas a Abraham como, por ejemplo, que sería padre de muchas naciones. Y sin embargo, ¿qué le pidió después? Que sacrificase a su hijo Isaac. ¿Se dan cuenta del contrasentido? Por una parte la promesa de que sería padre de muchos pueblos y, por otro, el mandato de colocar sobre el altar y sacrificar a su único descendiente. ¿Qué hizo Abraham? Obedeció ciegamente. Se declaro dispuesto a sacrificar a su hijo, y creyó contra toda fe en la gran descendencia prometida.12
Todos conocemos esta historia. Pero hay que aplicarla más a la vida diaria. Oremos sin cesar por nuestro crecimiento en la fe, para llegar a ser verdaderos ‘Providentia- kínder’13. La fe en la Divina Providencia le exige al entendimiento muchísimos saltos mortales. Y también al corazón y la voluntad. Pero sin esos saltos mortales no se puede crecer en la fe.
Bueno, me parece que no resta nada más que decir sobre el cambio de presidente desde el punto de vista religioso.
VIDA MATRIMONIAL, CAMINO DE SANTIDAD
Vuelvo a mi tema. Esta tarde me conformaré con repasar y profundizar algunos pensamientos. Mi objetivo sigue siendo siempre el de motivar un cambio en la actitud fundamental de ustedes.
¿Cristianos de segunda clase?
El futuro papa León XIII participaba una vez de una reunión donde se intercambiaban opiniones elogiosas sobre Federico Ozanam14. En cierto momento uno los asistentes hizo un comentario peculiar pero típico sobre el fundador de las Conferencias Vicentinas: " Ozanam fue sin duda un gran hombre, pero es una lástima que no haya podido esquivar la trampa del matrimonio" . ¡Realmente una observación curiosa! ¿Qué significa concretamente? Que los casados no pueden ser personalidades grandes y santas. Y cuando se da el caso, entonces ello ocurre —al menos esa es la sensación que se tiene- no porque fuese casado sino a pesar de ser casado. Sí, esa es la sensación: en el cristianismo los casados somos, todos, personas de segunda clase.
Elaborar una espiritualidad específicamente matrimonial
Acabemos con esa concepción. Luchemos conscientemente por una espiritualidad específicamente laical, por una espiritualidad específicamente matrimonial. Más aun, diría que hay que hacerlo no sólo como familia sino en especial como matrimonio.
Que todo lo que nos es permitido a los esposos y no les es permitido a los demás, incluso el acto conyugal, sea un camino hacia la santidad. La pregunta que nos plantearemos será: ¿Cómo utilizar todo eso para ser santo? ¿Habremos de renunciar permanentemente a esas cosas para ser santos? El acto conyugal con todo lo que implica de placer y goce sexual, ¿es sólo concesión a nuestra debilidad, que hay que tolerar, o es algo que podemos y debemos aprovechar para llegar a ser realmente santos?
Naturalmente hay toda una serie de cuestiones de moral práctica. Pero todavía no nos ocuparemos de ellas. Se habla de días infecundos de la mujer. ¿Es lícito aprovechar tales días? Sí, por supuesto, en el bien entendido de que haya justificadas razones y no se rechace por principio la fecundidad.
Acto conyugal y orden de ser
Hemos comenzado así a profundizar un poco más en los temas. En realidad, ya hemos perfilado y ahondado en dos ideas. Les recuerdo que nosotros, especialmente los que pertenecemos a Schoenstatt, nos afirmamos sobre el fundamento de la siguiente ley: Ordo essendi est ordo agendi. Vale decir, el ser determina lo que se debe hacer y querer. Ahora bien, ¿qué lugar ocupa el acto conyugal en el orden de ser?
Por un lado hay que reconocer que el acto conyugal humano presenta una enorme similitud con el acto de procreación de los animales. Sin embargo existe una diferencia. No perdamos de vista la totalidad de nuestra persona. Dos son las ideas medulares sobre las cuales reflexionar en este campo. Lo haremos juntos, con detenimiento y seriedad.
En nuestra calidad de personas somos, en primer lugar, imágenes del Dios Trino; en segundo lugar, y en razón de nuestra condición de seres sexuados, los esposos estamos llamados a complementarnos mutuamente, tanto a nivel corporal como espiritual y anímico.
Siempre se trata de la misma consigna: que lo que hagamos esté en armonía con la dignidad de la persona. En el acto conyugal debo salvaguardar mi propia dignidad personal y la del otro, la de mi cónyuge. De lo contrario no estaré respetando el orden de ser ni el núcleo mismo del acto conyugal, que ejecutan personas y no animales.
* Imágenes de la Trinidad
Como les decía más arriba, somos imágenes del Dios Trino. Un sólo Dios que es tres personas. Seamos razonables y tengamos la valentía de contemplar los procesos vitales con total sinceridad. En el acto conyugal ambas personas, esposo y esposa, hombre y mujer, constituyen, integran una unidad peculiar, una unidad corporal. En ese momento tenemos dos personas distintas, pero a la vez una unidad.
* Mutua complementación
En otra oportunidad les conté un mito de la Antigüedad sobre la unidad de ambos sexos. Es Platón quien nos lo transmite. Según este mito, en el principio el varón y la mujer conformaban una unidad física. No existían separadamente personas que fuesen varones y otras que fuesen mujeres, una persona integraba los dos sexos. Les repito que era sólo un mito. Se decía además que en un momento dado de la historia, y por un determinado hecho, ambas partes se desgajaron. Desde entonces aspiran sin cesar a retornar a la unidad primigenia.
Naturalmente, fuera del matrimonio se puede conformar también una unidad espiritual y psíquica entre los sexos. Pero dentro del matrimonio, y al menos en el acto conyugal, se produce asimismo una unidad físico corporal.
El mito platónico nos recuerda un pasaje bíblico15. En el libro del Génesis se nos dice que Dios creó a Adán. ¿Y cómo creó a Eva? Tomando una costilla de Adán. La imagen evoca la peculiar biunidad existente entre hombre y mujer.
El factor personal es garantía de santidad
¿Qué conclusión sacaremos de todo lo expuesto? Que no hay que suprimir jamás el carácter personal, tampoco en el acto conyugal. Si en este último conservamos el carácter personal, la unión marital no será entonces un acto que esté al margen de nuestros esfuerzos por la santidad, sino que fomentará en nosotros la santidad.
Hacia el final de la conferencia anterior les dije algo que quizás no hayan entendido completamente. Les hablé sobre el factor personal en el acto conyugal desde el punto de vista del amor. A su vez distinguimos diferentes tipos de amor: amor sexual, amor de eros, amor espiritual y amor sobrenatural.
Complementar el amor sexual con los otros tipos de amor
Si el acto conyugal sólo es expresión de amor sexual se desdibujará el factor personal, lo cual no quiere decir que el acto conyugal como tal no deba ser apasionado. Puede serlo y también debe serlo, porque el ardor es parte de la naturaleza del amor sexual. Sin embargo al amor sexual debe unírsele, de alguna manera, el amor de eros, el amor espiritual y el sobrenatural. Más tarde les diré cómo se puede interpretar eso en detalles.
Les recuerdo que estas reflexiones son el intento de luchar seriamente por elaborar una espiritualidad matrimonial que sea laical y original.
Acercándonos al final de la presente conferencia, quiero añadir que la misión específica de la mujer en el matrimonio consiste en velar por la dignidad de la persona en el acto conyugal, para que éste no se degrade identificándose exclusivamente con lo sexual. La esposa cumplirá su misión cuidando que no se desdibujen las otras vertientes del amor: amor de eros, amor espiritual y amor sobre natural.
Ya saben lo que es el amor y la satisfacción sexuales. No olviden que no sólo no constituye un pecado sino que también es un acto de elevado valor moral, es una virtud. Naturalmente, al acto sexual se le debe agregar