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La cábala. Mario SabanЧитать онлайн книгу.

La cábala - Mario Saban


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una autonomía como sujeto, ahora Jacob no creerá en el Dios de sus padres, sino que su relación con el Ein Sof será directa, es decir, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se transformará en el Dios de Israel. El arquetipo que se corresponde con Guevurá (la Fortaleza o la disciplina) es el segundo patriarca, Isaac. Fue Isaac quien siendo consciente de que iba a ser llevado al sacrificio aceptó el mandato de su padre; Isaac conocía la consciencia de los límites, la severidad de Dios. La orden de Dios indudablemente no era misericordiosa, llevar al hijo a la muerte física, y es entonces cuando se establece la severidad de esta realidad, cuando aparece la misericordia de Dios (Jesed); y el Jesed será de Abraham, del primer patriarca. El arquetipo de la misericordia (Abraham) será quien siempre reciba a los ángeles en su campamento. Si seguimos subiendo por el Árbol de la Vida encontramos, como arquetipo de la Biná, a Javá (a Eva), porque es la mujer quien trae las almas al mundo, y quien trae, además del nacimiento, la posibilidad de la muerte física. La Biná que pertenece al mundo de la restricción nos otorga una existencia limitada en el tiempo. A Eva le debemos toda nuestra existencia, porque nos ha traído al mundo. Todo ser humano ha nacido de una mujer, así que el Entendimiento de la Biná nace con lo femenino, y con lo femenino nace la organización y nuestros límites mentales, y nuestros límites reales. El arquetipo de la Jojmá será Adam, el primer hombre, en calidad del arquetipo masculino, y su aparición será consecuencia de la contracción de la Biná.

      La Jojmá (la Sabiduría) poseía el arquetipo del Adam andrógino cuando aún no existía la polaridad de la Bet. La sabiduría tiene relación con el mundo de la conciencia Alef, donde todo se unifica. El Adam original se encuentra completamente unificado hasta que le seccionan su lado femenino para construir la Biná. Originalmente, el Adam real unificaba los aspectos femeninos y masculinos, en realidad pertenecía más a Keter que a la Jojmá, porque la Jojmá se puede diferenciar en su arquetipo masculino a partir de la existencia de lo «femenino» de la Biná.

      A partir de la construcción de la Biná arquetípica, Adam (la Jojmá) debe manifestarse en la realidad de la existencia siempre abrazando a Eva (la Biná). Y como dice el Zohar deben abrazarse en un «abrazo eterno». Es, pues, «sabio» quien unifica todas las cosas y puede percibir la realidad como la percibió Adam en su perspectiva andrógina. Y finalmente el arquetipo de Keter; allí donde no existe ningún arquetipo definido, en Keter nos encontramos con la sorpresa de que allí no hay arquetipos, y si no existen los arquetipos, ¿cuál es el arquetipo de Keter? Entonces, es en nuestro Keter psicológico donde tenemos que construir nuestro propio arquetipo; a partir de un equilibrio de todos los arquetipos de todas las dimensiones debemos construir el que nos pertenece. Solamente podemos decir que, a pesar de que en Keter no existen arquetipos debido a nuestra propia construcción autónoma, sin unificar los elementos masculinos con los femeninos no podremos acceder a construir un arquetipo en Keter.

      17. Los Palacios en el universo de Yetzirá

      «Nuestra tarea en este mundo es encontrar las energías esenciales detrás de la materialidad».

      MARIO SABAN

      La falta de coordinación entre el «Yo emocional» (el Ruaj) y el «Yo mental» (la Neshamá) no debe constituir el fundamento para anular una de las dos partes del «Yo». El punto de unión de ambos «Yo», entre el Yo mental de la Biná y el yo emocional interior de la Tiferet, es los Palacios. Y los Palacios son las siete diferentes percepciones mentales que tenemos de nuestras dimensiones inferiores. Lograr las mejores percepciones subjetivas de la realidad en cada dimensión es lo que se denomina como la mística de ascensión por los Palacios celestiales (Hejalot). Reiteramos que esto se produce por la psicologización que sufre la cábala cuando se abandonan las especulaciones cosmogónicas del Universo de Briá.

      18. Las amenazas al Yo interior. El rol maestro-alumno

      «Los pacientes deben experimentar sus introspecciones por sí mismos, en la vida cotidiana fuera de la consulta de su terapeuta».

      CARL ROGERS (1902-1987)

      El «Yo interior»69 es el «Yo» liberado de todos los condicionamientos70 (condicionamientos actuales, ya que no estamos haciendo referencia a los condicionamientos internalizados dentro de la educación infantil del sujeto, que son imposibles de ser retirados de la estructura del sujeto, porque no sabemos el nivel de profundidad que poseen dentro de la estructura).

      Los condicionamientos internalizados ya son parte integrante del Yo general del sujeto y no existe forma alguna de conocer la línea divisoria con el «Yo original», que proviene de la raíz del alma, porque los condicionamientos internalizados operan absolutamente mezclados dentro del sujeto.

      Es esencial dentro de la terapia tradicional trabajar los aspectos pertenecientes a los condicionamientos internalizados, pero desde la psicología del misticismo judío afirmamos que es imposible trazar una división tajante dentro de la psique entre los condicionamientos internalizados y la esencia de la raíz del alma. La esencia de la raíz del alma solamente la podemos percibir a través de un trabajo de interiorización profundo que le corresponde realizar a cada sujeto. Es la línea entre Tiferet y Keter en el Universo de Yetzirá.

      Es más, creemos que el terapeuta que trabaja desde la psicología del misticismo judío (¿psico-cabalista?) no debe interferir como «amenaza», sino describiendo el Árbol de la Vida, de modo que cada sujeto realice su propio trabajo de introspección personal. Cada intervención del terapeuta tradicional constituye una amenaza y provoca un continuo trabajo de construcción de sistemas mentales defensivos en el sujeto.

      Entre el terapeuta y el paciente se puede llegar a una situación determinada donde el paciente se resista a las aperturas que el terapeuta está realizando, y los que hemos sido «pacientes» sabemos las estrategias que tenemos para saltar estratégicamente las «amenazas» del terapeuta. La propia existencia de un terapeuta representa un problema amenazador en el orden del inconsciente, y que llega a ser consciente (después de muchos años) por parte de muchos pacientes. ¿Cómo, entonces, neutralizar la amenaza inconsciente o consciente que provoca la sola presencia del terapeuta?

      Es más, para la cábala, la Psicología tradicional trabaja hace años reforzando los sistemas defensivos del sujeto. Podemos haber llegado a un punto muerto en relación a la población sana. Realmente, la Psicología tradicional ha avanzado en los casos patológicos (donde los desequilibrios de la estructura personal son evidentes), pero el «sano» justamente es quien tiene más herramientas disponibles para reducir las amenazas conscientes e inconscientes de la presencia del propio terapeuta.

      En definitiva, el misticismo judío trabaja la psicología desde la pedagogía, porque el carácter «pedagógico» del cabalista destruye las potenciales amenazas que un terapeuta le puede producir al paciente; ya que cuando el paciente conoce los sistemas de análisis del terapeuta se establecen círculos viciosos donde se puede llegar a un punto muerto en el análisis. Y se produce entonces la paradoja que la Biná (el Entendimiento) se pone al servicio de la parálisis del ascenso de los niveles de consciencia. La Biná puede crear autojustificaciones bien elaboradas que permiten que el sujeto desarrolle estrategias de evasión de los métodos terapéuticos tradicionales. El centro tiferético del Yo se pregunta: ¿Por qué motivos tengo que desnudar los aspectos más privados de mi personalidad oculta? Es entonces, en ese momento, cuando la Biná comienza a trabajar al servicio de la protección de su Hijo (la Tiferet), y crea las herramientas de autojustificación necesarias para que la información interior del Yo no salga de su ámbito de privacidad.

      El paciente conoce, entonces, el discurso y las estrategias de su propio terapeuta, y el «sano» ya se encuentra en un punto muerto. Si la terapia tradicional ha logrado que muchos desequilibrios profundos fueran corregidos, no ha logrado que el «sano» obtuviera mayores niveles de consciencia. El futuro de la Psicología se encuentra en un plan de mejoramiento constante de la población sana.

      El terapeuta intenta (y logra) comprender los mecanismos del paciente, pero el paciente también comprende los mecanismos del terapeuta. Entonces, se produce un permanente cambio de roles, donde el paciente, conocedor de las estrategias de «intromisión» del terapeuta, puede neutralizar todo el proceso de autoconocimiento.71 La defensa del centro tiferético por


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