Null Island. Javier MorenoЧитать онлайн книгу.
tanto o más que yo por esta circunstancia. Pese a todo, me asalta el temor ante la mera posibilidad de que la paciencia de Marta tenga un límite. Ella es todavía una mujer joven y bella. Tal vez en este momento esté en la cama masturbándose, pensando en otro hombre. El miedo deja de ser abstracto. Siento cómo se acumula hasta conformar un objeto palpable, duro como una piedra, dispuesto a hacerme daño. Regreso a mi puesto frente al ordenador y entro en la carpeta de spam, ese inconsciente de la mensajería. El spam es el lumpenproletariat de la comunicación, incapaz de acceder al club selecto de la bandeja de correo. Hurgar en el spam y rescatar un mensaje es equiparable a un acto de caridad para con los más pobres. Junto a los mensajes de publicidad, de phishing y de exsoldados de la guerra de Irak que piden un número de cuenta para compartir su botín de guerra conmigo, encuentro el consabido anuncio de venta de Viagra. Hasta hace solo unas semanas aquellos mensajes me parecían venidos de un mundo sórdido y ajeno. Ahora me permito abrir el mensaje para averiguar las condiciones y el precio. Sé que la Viagra no es una solución a mi problema, pero sí, tal vez, un paliativo que me permitiría disfrutar de cierto simulacro de normalidad. Estoy a punto de pagar a alguien en la India para que me envíe una caja de Viagra seguramente adulterada. Al final resisto la tentación. Después abro el archivo de texto y lo miro como quien mira un paisaje a través de la ventanilla del tren, sin ganas de detenerme a contemplarlo. No obstante se hace necesario armarlo, llenarlo de árboles y nubes y vacas, muchísimas vacas. No conviene olvidar que se escribe –en parte– para los lectores y que, por tanto, conviene echar mano de la prosa circunstancial. El color de pelo. El estampado de las alfombras. La uniformidad militar del corte de césped. La luz del porche que alguien deja encendida y que despierta el instinto suicida de las polillas.
La prosa circunstancial es como el nabo Daikon del sushi. Nadie se lo come, pero resalta el corte del pescado.
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