Besos de mariposa. Lorraine CocóЧитать онлайн книгу.
frotaba el rostro como si con aquel gesto pudiese borrar los recuerdos revividos cuando lo cegó la luz de los faros de un coche que iba, en dirección contraria, hacia él. Observó en ese momento a un perro callejero que cruzaba la arboleda, lanzándose a la carretera frente al vehículo, y este, intentando evitar al animal, giró con violencia. La maniobra hizo que el conductor perdiese el control del vehículo. Por un segundo temió que colisionase contra él, pero entonces lo vio cambiar de dirección y chocar contra un enorme árbol, al filo de la carretera. No tardó ni un segundo en bajarse de su coche patrulla e ir a socorrer al conductor del vehículo.
En cuanto llegó hasta el BMW abrió la puerta y encontró al volante a una mujer joven, rubia, que había perdido el conocimiento por el impacto. Tenía el rostro contra el volante y el cabello cubriendo el mismo. Los brazos colgaban a sus costados. Antes de nada, mientras le apartaba el cabello del cuello, posó un par de dedos en la delicada piel de esta zona comprobando que tenía pulso. Tomó el teléfono y, sujetándolo en el hueco de su cuello, llamó a una ambulancia mientras comprobaba que no estaba atrapada en el vehículo. Después le apartó el cabello de la cara para ver si tenía alguna contusión en la cabeza. Aún esperaba, oyendo el tono de la llamada, cuando se quedó petrificado al descubrir que aquel rostro femenino era el de Gina. No tenía ninguna duda. A pesar de los años que hacía que no la veía, habría reconocido de entre un millón de mujeres aquellas facciones fascinantes: la barbilla desafiante y, sobre todo, esa boca de labios carnosos que siempre lo había provocado hasta la desesperación.
—Hospital… —Justice no llegó a escuchar el saludo de la recepcionista de urgencias—. ¿Hay alguien ahí? —preguntó la mujer esperando una respuesta.
—Perdón… Sí, soy el jefe de policía Justice Bowen, necesito una ambulancia para la carretera de salida de Bellheaven, en el kilómetro tres cuarenta y cinco. Ha habido un accidente. Un vehículo ha colisionado contra un árbol. La conductora… —Se le hizo un nudo insoportable en la garganta al recorrer el rostro inmóvil de Gina—. Ha perdido el conocimiento. Por favor, tienen que darse mucha prisa.
—De acuerdo, jefe Bowen, ya sale una ambulancia para allá.
—Gracias —contestó él rápidamente y colgó.
Se agachó junto al cuerpo de Gina y le tomó la mano, cubriéndola con la suya, mucho más grande. El tacto de su piel suave le devolvió el recuerdo de aquellos labios presionando los suyos, inocente y dulcemente. El nudo en su garganta se apretó, volviéndose insoportable.
¡Era Gina! Gina estaba allí, frente a él, como jamás pensó que volvería a estar. Había perdido el conocimiento y se moría por intentar despertarla, por desatarle el cinturón y cerciorarse de que estaba bien, que no corría peligro. Tomarla entre sus brazos, sacarla del coche y abrazarla, haciendo que entrase en calor, pero sabía que no debía hacerlo. Si se había dañado la columna y la movía sin esperar a los servicios de emergencia, podría causarle un daño mayor. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se separó de ella para mirar el vehículo. Tenía que comprobar que durante el accidente no se hubiese dañado como para estar perdiendo combustible, lo que los pondría en peligro al poder explosionar. Se agachó y se aseguró de que no era así. Levantó el capó, el accidente había sido grave y, sin duda, el vehículo precisaba de muchas reparaciones. Pero aquello era lo menos importante.
Volvió rápidamente con Gina justo en el momento en el que esta comenzaba a moverse. Nuevamente se agachó junto a ella y le tomó la mano.
—Gina, no te muevas. Acabas de tener un accidente, es mejor esperar a la ambulancia. Ya está en camino, en pocos minutos recibirás ayuda —le dijo presionando su mano para que supiese que estaba con ella.
Gina balbuceó algo e intentó mirarlo. Justice le apartó el cabello y vio con estupor que parte de él estaba bañado en sangre. Se había hecho un corte en la cabeza. Pasó los nudillos por su mejilla. Estaba un poco fría.
—Por favor, Gina, tienes que aguantar un poco más —le dijo con la voz quebrada por la preocupación.
Gina intentó abrir los parpados, pesados como losas, al escuchar junto a ella la voz de un hombre que le sujetaba la mano. Su olor mezcla de jabón y aftershave llegó hasta ella y quiso verlo, pero era incapaz de abrir los ojos lo suficiente como para que la imagen borrosa que se presentaba ante ella tomase nitidez. Intentó mover el cuello, pero un agudo y terrorífico dolor de cabeza se lo impidió. Entonces sintió el tacto cálido de las manos del hombre en su mejilla. Fue tan reconfortante que quiso hacer un nuevo intento por verlo. La voz masculina intentando tranquilizarla se mezcló con los sonidos de una sirena que se aproximaba. Unos segundos más tarde oyó más voces acercándose, y cómo el hombre que la había acompañado hasta el momento los llamaba e instaba a darse prisa. Sintió cómo la liberaban del cinturón de seguridad. Alguien le tomó el pulso y le abrió los ojos, examinándoselos mientras la luz de una linterna la cegaba. Después le pusieron un collarín y la sacaron en volandas del vehículo para colocarla sobre una camilla. Nada más tumbarla en ella, mientras la sujetaban con correas, el hombre que había estado con ella, volvió a tomarla de la mano.
—Gina, esta ambulancia te va a llevar al hospital. Yo voy a seguirla y estaré allí contigo, tranquila —le dijo presionando su mano con suavidad.
Su voz sonaba afectada, y una vez más intentó abrir los ojos para verlo. Justo en el momento en el que los sanitarios inclinaron la camilla para subirla a la ambulancia lo consiguió, encontrándose de frente con aquellos ojos grises que conocía tan bien. Aquellos que la habían acompañado en sueños durante dieciséis años.
—¿Justice…? ¡¿Mi Just…?! —quiso preguntar en un tono apenas audible.
—No hable ahora, señora. No debe hacer esfuerzos —le dijo un sanitario a su lado, terminando de empujarla al interior de la ambulancia.
Las miradas de ambos quedaron prendidas la una en la del otro hasta que las puertas del vehículo se cerraron, separándolos.
Justice vio marchar a la ambulancia y se quedó allí parado unos segundos, inmóvil. Posó una mano sobre su pecho, en el lugar en el que una punzada aguda amenazaba con hacérselo estallar. Después se pasó la mano por el pelo y resopló.
No podía creerlo. Gina estaba allí. Y no sabía cómo digerir aquella información. Había acariciado la piel pálida de su rostro, se había perdido en su mirada verde y leyó en sus ojos algo parecido al anhelo. Tal vez habían sido imaginaciones suyas. Una mezcla sobrecogedora de los recuerdos recientemente invocados y la sorpresa de verla allí, herida tras sufrir un accidente exactamente en el mismo sitio en el que la vio por última vez.
No podía, no podía pensar en todo aquello en ese momento. Tenía que tener la mente fría. Le había prometido que iría al hospital y estaría con ella. No quería que se encontrase sola cuando la viera el médico, pero antes de ir hasta allí tenía que hacer un par de cosas. Se acercó de nuevo al coche y buscó dentro su bolso. Lo encontró tirado frente al asiento del copiloto, junto a un maletín de trabajo y su móvil. Abrió el maletero del coche y sacó una maleta grande y elegante de cuero. Tenía pinta de ser bastante cara, al igual que el resto de sus cosas. Lo tomó todo y lo llevó hasta su coche de policía. Después llamó a la grúa.
Tuvo que esperar un buen rato a que esta llegase y, tras formalizar el papeleo para que se llevasen el vehículo, fue directamente al hospital, rezando para que las heridas de Gina se limitasen a unas cuantas contusiones, y el susto.
Gina esperaba en la camilla, en uno de los box de urgencias, a que el médico que la había atendido a su llegada en la ambulancia volviese con los resultados de las placas. Le habían puesto una vía con medicación para el dolor y examinaron sus heridas. La única aparente era un corte bastante feo en la cabeza que habían tenido que coserle. Aun así, también habían decidido descartar roturas de huesos u otras lesiones internas con unas radiografías. Ahora estaba sola en el box esperando, tumbada en la camilla y helada de frío. Era la primera vez que tenía que ir a un hospital en años. De hecho, la última vez que tuvo que visitar uno fue aquel mismo, en Bellheaven. Tenía doce años y había salido a montar en bicicleta con Justice por el pueblo. Lo retó a