Эротические рассказы

E-Pack Bianca agosto 2020. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.

E-Pack Bianca agosto 2020 - Varias Autoras


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hizo caso omiso, ofreció una mano a Violet y la llevó por la alfombra roja que habían tendido en la entrada del edificio.

      Naturalmente, los paparazis lo acribillaron a preguntas por el camino. Y él las desestimó todas, porque había aprendido que la prensa amarilla publicaba lo que quería con independencia de lo que dijera y de la propia verdad.

      Además, Violet era lo único que le interesaba en ese momento.

      Las cosas habían cambiado.

      Violet no supo ni cuándo ni por qué, pero notó que Zak tenía otra actitud cuando se abrieron camino entre los invitados a la gala. Y estaba segura de que esa actitud no se debía al buen trabajo que estaba haciendo.

      Era algo de carácter personal. Algo dirigido a ella, como demostró al mirarla reiteradamente y con más intensidad que de costumbre mientras la guiaba por el opulento salón.

      ¿Qué estaría tramando?

      Fuera lo que fuera, tenía que alejarse de él. Y encontró la excusa que necesitaba en los compromisos de Zak, quien siempre tenía que reunirse con alguien.

      –Le recuerdo que tiene que hablar con tres personas antes de la cena –insistiendo en hablarle de usted–. El primero es el agregado de la embajada boliviana, que viene hacia aquí.

      Zak asintió sin apartar la vista del caballero del que se estaba despidiendo en ese momento, y Violet se dispuso a marcharse. Sin embargo, el príncipe le puso la mano en el codo y dijo:

      –Quédate. Tu presencia limitará su tendencia a hablar sin parar. Y puede que aprendas un par de cosas que te serán útiles cuando dejes la fundación.

      El recordatorio de que su trabajo era temporal no debería haberla molestado, teniendo en cuenta que ardía en deseos de irse, pero le molestó. ¿Sería porque la miraba como si desconfiara de ella?

      –Está bien, me quedaré si lo desea. A fin de cuentas, soy su ayudante.

      –¿Detecto un tono de enfado en tu voz, lady Barringhall?

      La sorna de Zak aumentó su disgusto de tal manera que estuvo a punto de pedirle que no la llamara así, sino por su nombre.

      –Claro que no.

      Zak saludó al agregado, se puso a charlar con él y se despidió cuando empezó a ponerse pesado. Luego, se acercó a la siguiente persona con la que debía hablar y, por supuesto, le presentó a Violet.

      Ya se habían quedado a solas cuando ella dijo:

      –¿Por qué se empeña en presentarme como lady Barringhall?

      –¿Empeñarme? No sé a qué te refieres.

      –No disimule, Alteza –replicó–. Está de un humor extraño desde que llegamos. ¿Es algún tipo de prueba?

      –Todo es una prueba. Si no has aprendido eso todavía, estoy perdiendo el tiempo contigo.

      –Sabe de sobra que no me refería al trabajo. Esto es personal –afirmó–. ¿He hecho algo que le haya ofendido?

      –Sigo sin entenderte –mintió–. Me limito a presentarte por tu título, que siempre ha sido lady Barringhall. No sé por qué te sientes atacada.

      Ella suspiró.

      –Deberíamos aclarar el ambiente. Ser francos el uno con el otro.

      Los ojos de Zak brillaron.

      –Ah, vaya. ¿Vas a ir al grano por fin? ¿Vas a confesar?

      Violet frunció el ceño.

      –¿Qué tengo que confesar?

      –El verdadero motivo de que trabajes en la fundación.

      –¿Y qué motivo es ese? –preguntó–. No, espere un momento… deje que lo adivine. ¿Cree que busco un hueco en su vida? ¿O quizá en su cama?

      –¿Es que quieres acostarte conmigo? –dijo con humor–. Tendrías que habérmelo dicho antes, Violet. Nos habríamos ahorrado este juego.

      El comentario de Zak la sacó de sus casillas y, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, ya lo estaba tuteando.

      –¡Estás manipulando mis palabras deliberadamente! ¡No quiero acostarme contigo! ¡No quiero ni acercarme a tu habitación!

      Varios invitados se giraron hacia ellos, sorprendidos con el tono de voz de Violet. Y se sintió profundamente aliviada cuando, un momento después, alguien tocó una campanilla para llamar a cenar.

      –Salvada por la campana, ¿eh? –dijo él, llevándola hacia otra sala–. Pero no te alegres tanto, que ya retomaremos la conversación.

      –No retomaremos nada. He dicho todo lo que tenía que decir sobre ese asunto. Y me da igual lo que pienses de mí, aunque te agradecería que…

      –¿Que te da igual? –la interrumpió–. ¿Has olvidado que una de las razones de tu presencia es conseguir que te dé una carta de recomendación?

      –¿Me estás amenazando con negármela si no me presto a tu ridículo juego?

      –¿Quién está jugando con quién? –dijo, mirándola con dureza.

      –No has contestado a mi pregunta –insistió Violet, que no se iba a acobardar–. He hecho todo lo que me has pedido desde que llegué a Nueva York. Pero, si estoy perdiendo el tiempo, demuestra que tienes lo que hay que tener y dímelo.

      Al llegar a la mesa que les habían asignado, Zak esperó a que Violet se sentara antes de hacer lo mismo. Ella seguía enfadada, pero se refrenó porque no quería irritarlo más de la cuenta.

      –No te vas a ganar mi confianza con tu encanto inglés y unas cuantas semanas de trabajo. Tendrás que hacer algo más –declaró él, en voz baja–. Y, en cuanto a tener lo que hay que tener, yo no sacaría ese asunto en nuestras conversaciones. Por lo menos, así. Pero quién sabe… puede que luego te lo demuestre.

      Violet, que ya era incómodamente consciente de su aroma y del poderoso cuerpo que ocultaba su traje, se ruborizó. No quería pensar en él, pero su mente se llenó de imágenes eróticas, y tuvo que hacer un esfuerzo para decir:

      –¿Qué debo hacer para que me valores?

      –Bueno, el fondo va a construir unos alojamientos ecológicos en Tanzania. Es una iniciativa con colaboración gubernamental, destinada a aumentar los ingresos de los habitantes de la zona –contestó–. Empieza por darme tu opinión.

      Violet se animó al instante, porque Zak le había pedido consejo sobre una de las cuestiones que más le interesaban.

      –¿Cuántos vais a construir?

      –Para empezar, treinta. Y sesenta más en la segunda y tercera fases –le explicó–. Todos, pensando en un turismo sostenible.

      –¿Necesitáis trabajadores? Os puedo ayudar con eso. Sé distinguir entre los que están verdaderamente comprometidos con una causa y los que solo quieren medrar.

      –Tenemos unos cuantos, y el resto llegará dentro de un par de semanas.

      Ella sacudió la cabeza.

      –La época de lluvias empieza dentro de tres meses. Si no te das prisa, tendréis problemas.

      Zak sonrió, y Violet supo que la había estado probando. Pero, en lugar de enfadarse, lo miró a los ojos y preguntó:

      –¿Quieres probarme de verdad? Inclúyeme en el proyecto. Quiero demostrarte que no estoy jugando a nada.

      Él la miró con escepticismo.

      –No serías la primera aristócrata que se suma a un proyecto de estas características para mejorar su imagen.

      –Oh, vamos, solo te estoy pidiendo que suspendas tu desconfianza durante unas semanas y me permitas hacer mi trabajo. ¿O eres tan canalla que ni siquiera me vas a conceder esa


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