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El sombrero de tres picos. Pedro Antonio de AlarcónЧитать онлайн книгу.

El sombrero de tres picos - Pedro Antonio de Alarcón


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Lucas, no te vayas a caer!

      —Descuida: estoy bien agarrado...—También le

       gustas mucho al señor... 30-15

      —¡Mira! ¡no me des más noticias! (interrumpió

       ella). ¡Demasiado sé yo a quién le gusto y a quién no

       le gusto! ¡Ojalá supiera del mismo modo por qué no

       te gusto a ti!

      —¡Toma! Porque eres muy fea...—contestó el 30-20

       tío Lucas.

      —Pues, oye..., ¡fea y todo, soy capaz de subir a

       la parra y echarte de cabeza al suelo!..

      —Más fácil sería que yo no te dejase bajar de la

       parra sin comerte viva... 30-25

      —¡Eso es!...¡y cuando vinieran mis galanes y nos

       viesen ahí, dirían que éramos un mono y una mona!...

      —Y acertarían; porque tú eres muy mona y muy

       rebonita, y yo parezco un mono con esta joroba...

      —Que a mí me gusta muchísimo... 31-5

      —Entonces te gustará más la del Corregidor, que es

       mayor que la mía...

      —¡Vamos! ¡Vamos! Sr. D. Lucas...¡No tenga

       V. tantos celos!...

      —¿Celos yo de ese viejo petate?—¡Al contrario; 31-10

       me alegro muchísimo de que te quiera!...

      —¿Por qué?

      —Porque en el pecado lleva la penitencia. ¡Tú no

       has de quererlo nunca, y yo soy entretanto el verdadero

       Corregidor de la ciudad! 31-15

      —¡Miren el vanidoso!—Pues figúrate que llegase a

       quererlo...—¡Cosas más raras se ven en el mundo!

      —Tampoco me daría gran cuidado...

      —¿Por qué?

      —¡Porque entonces tú no serías ya tú; y, no siendo 31-20

       tú quien eres, o como yo creo que eres, maldito lo que

       me importaría que te llevasen los demonios!

      —Pero bien; ¿qué harías en semejante caso?

      —¿Yo? ¡Mira lo que no sé!... Porque, como

       entonces yo sería otro y no el que soy ahora, no puedo 31-25

       figurarme lo que pensaría...

      —¿Y por qué serías entonces otro?—insistió valientemente

       la señá Frasquita, dejando de barrer y

       poniéndose en jarras para mirar hacia arriba.

      El tío Lucas se rascó la cabeza, como si escarbara 31-30 para sacar de ella alguna idea muy profunda, hasta que al fin dijo con más seriedad y pulidez que de costumbre:

      —Sería otro, porque yo soy ahora un hombre que cree

       en ti como en sí mismo, y que no tiene más vida que

       esta fe. De consiguiente, al dejar de creer en ti, me 32-5

       moriría o me convertiría en un nuevo hombre; viviría

       de otro modo; me parecería que acababa de nacer;

       ¡tendría otras entrañas! Ignoro, pues, lo que haría entonces

       contigo... Puede que me echara a reír y te volviera

       la espalda... Puede que ni siquiera te conociese... 32-10

       Puede que...—Pero ¡vaya un gusto que

       tenemos en ponernos de mal humor sin necesidad!

       ¿Qué nos importa a nosotros que te quieran todos los

       corregidores del mundo? ¿No eres tú mi Frasquita?

      —¡Sí, pedazo de bárbaro! (contestó la navarra, 32-15

       riendo a más no poder). Yo soy tu Frasquita, y tú

       eres mi Lucas de mi alma, más feo que el bú, con más

       talento que todos los hombres, más bueno que el pan,

       y más querido...—¡Ah! ¡lo que es eso de querido, cuando bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate a llevar 32-20 más bofetadas y pellizcos que pelos tienes en la cabeza!—Pero ¡calla! ¿Qué es lo que veo? El señor Corregidor viene por allí completamente solo...¡Y tan tempranito!...—Ese trae plan...—¡Por lo visto, tú tenías razón!... 32-25

      —Pues aguántate, y no le digas que estoy subido en

       la parra. ¡Ese viene a declararse a solas contigo,

       creyendo pillarme durmiendo la siesta!...—Quiero

       divertirme oyendo su explicación.

      Así dijo el tío Lucas, alargando la cesta a su mujer. 32-30

      —¡No está mal pensado! (exclamó ella, lanzando

       nuevas carcajadas). ¡El demonio del madrileño! ¿Qué

       se habrá creído que es un corregidor para mí?—Pero

       aquí llega...—Por cierto que Garduña, que lo seguía

       a alguna distancia, se ha sentado en la ramblilla a la 33-5

       sombra...¡Qué majadería!—Ocúltate tú bien entre

       los pámpanos, que nos vamos a reír más de lo que te

       figuras...

      Y, dicho esto, la hermosa navarra rompió a cantar el

       fandango, que ya le era tan familiar como las canciones 33-10

       de su tierra.

      XI

      EL BOMBARDEO DE PAMPLONA

      Dios te guarde, Frasquita...—dijo el Corregidor a

       media voz, apareciendo bajo el emparrado y andando de

       puntillas.

      —¡Tanto bueno, señor Corregidor! (respondió ella

       en voz natural, haciéndole mil reverencias). ¡Usía por 34-5

       aquí a estas horas! ¡Y con el calor que hace! ¡Vaya,

       siéntese Su Señoría!... Esto está fresquito.—¿Cómo

       no ha aguardado Su Señoría a los demás señores?—Aquí

       tienen ya preparados sus asientos... Esta tarde esperamos

       al señor Obispo en persona, que le ha prometido 34-10

       a mi Lucas venir a probar las primeras uvas de la parra.—¿Y

       cómo lo pasa Su Señoría? ¿Cómo está la Señora?

      El Corregidor se había turbado.—La ansiada soledad

       en que encontraba a la señá Frasquita le parecía un

       sueño, o un lazo que le tendía la enemiga suerte para 34-15

       hacerle caer en el abismo de un desengaño.

      Limitose, pues, a contestar:

      —No es tan temprano como dices... Serán las tres

       y media...

      El loro dio en aquel momento un chillido. 34-20

      —Son las dos y cuarto,—dijo la navarra, mirando

       de hito en hito al madrileño.

      Éste calló, como reo convicto que renuncia


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