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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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entre otros. No obstante, es lícito aventurarse a expresar que el anhelo de que los médicos alemanes dediquen su atención a este problema y a esta técnica terapéutica, recordando que en el campo de las ciencias naturales sólo la experiencia, y nunca la autoridad sin experiencia, puede pronunciar el veredicto final, sea éste en favor o en contra. Así, las objeciones que hasta ahora se han hecho oír en Alemania contra el estudio y la aplicación de la hipnosis, sólo son atendibles en virtud del renombre de sus autores, de modo que al profesor Forel le ha resultado fácil refutar en su breve trabajo una multitud de tales objeciones.

      Hace unos diez años, la opinión dominante en Alemania todavía era de duda en cuanto a la realidad de los fenómenos hipnóticos, explicando los hechos respectivos por una combinación de credulidad por parte del observador, con simulación por parte de los sujetos sometidos a las experiencias. Tal posición ya no es defendible actualmente, gracias a los trabajos de Heidenhain y Charcot, para nombrar sólo a los más famosos entre quienes profesan su creencia en la realidad del hipnotismo. Aun los más violentos de sus opositores se han percatado de ello, y en consecuencia suelen incluir en sus publicaciones intentos de explicar la hipnosis, reconociendo así, de hecho, la existencia de los respectivos fenómenos, a pesar de que traducen todavía su evidente propensión a negar la realidad de aquélla.

      Otro punto de vista hostil a la hipnosis la condena como peligrosa para la salud mental del sujeto, endilgándole el epíteto de «una psicosis experimentalmente provocada». La demostración de que la hipnosis puede llevar a consecuencias nocivas en casos aislados no contradice, empero, su utilidad general, como, por ejemplo, la ocurrencia de casos aislados de muerte en la narcosis por cloroformo no excluye su aplicación en la anestesia quirúrgica en general. Es muy notable, sin embargo, que esta analogía no sea susceptible de extensión, pues el mayor número de accidentes en la narcosis por cloroformo afecta a aquellos cirujanos que realizan el mayor número de operaciones mientras que la mayoría de los informes sobre las consecuencias nocivas de la hipnosis proceden de aquellos observadores que menos práctica han tenido con ella, mientras que todos los investigadores que disponen de una larga experiencia son unánimes en cuanto a la innocuidad de este procedimiento. Por tanto, para evitar los efectos deletéreos de la hipnosis probablemente sólo sea preciso aplicarla en forma cautelosa, con suficiente aplomo y seguridad, y en casos adecuadamente seleccionados. Cabe agregar que nada se gana con llamar a las sugestiones «ideas compulsivas», y a la hipnosis, «una psicosis experimental». Es más probable que las ideas compulsivas puedan ser aclaradas por su comparación con las sugestiones que recíprocamente, y quien se asuste ante el epíteto de «psicosis» bien puede preguntarse si nuestro natural fenómeno del dormir no posee por lo menos los mismos títulos para tal calificación, si es que algo se gana siquiera con la aplicación de términos técnicos fuera de su propia esfera. No; de este sector no le amenaza a la causa del hipnotismo peligro alguno, y en cuanto un número suficiente de médicos estén en condiciones de comunicar observaciones tales como las contenidas en la segunda parte de este libro de Bernheim, podrá darse por establecido el hecho de que la hipnosis es una condición innocua, y su inducción, un procedimiento «digno» de todo médico.

      En este libro se plantea también otra cuestión que actualmente divide a los partidarios del hipnotismo en dos campos opuestos. Los unos, cuyas opiniones son propugnadas aquí por el doctor Bernheim, sostienen que todos los fenómenos del hipnotismo reconocen el mismo origen; es decir, que proceden de una sugestión, de una representación consciente infundida en el cerebro de la persona hipnotizada por una influencia exterior y aceptada por aquélla como si hubiese surgido espontáneamente. De acuerdo con esta concepción, todas las manifestaciones hipnóticas serían, pues, fenómenos psíquicos, efectos de la sugestión. El otro partido, por el contrario, insiste en que por lo menos una parte de las manifestaciones hipnóticas se fundan en alteraciones fisiológicas; es decir, en desplazamientos de la excitabilidad en el sistema nervioso, sin participación alguna de aquellos sectores del encéfalo cuya actividad entraña la consciencia, de modo que prefieren hablar de «fenómenos físicos o fisiológicos de la hipnosis».

      El tema principal de esta controversia es el grande hypnotisme, o sea el conjunto de fenómenos descrito por Charcot en sujetos histéricos hipnotizados. A diferencia de las personas normales hipnotizadas, dichos casos histéricos exhibirían tres niveles de hipnosis, cada uno de los cuales se distingue por determinados signos físicos muy particulares, como la enorme hiperexcitabilidad neuromuscular, las contracturas sonambúlicas, etc. Se comprenderá fácilmente cuánta importancia tiene la citada controversia conceptual para este conjunto de hechos. Si los partidarios de la teoría de la sugestión están en lo cierto, todas las observaciones efectuadas en la Salpêtrière son inválidas y aun se convierten en errores de observación. La hipnosis de las histéricas no tendría entonces ninguna característica propia, y cualquier médico podría producir a su gusto una sintomatología cualquiera en sus pacientes hipnotizados. El estudio del grande hypnotisme no nos enseñaría qué alteraciones de la excitabilidad se suceden en el sistema nervioso de los casos histéricos como consecuencia de determinados estímulos aplicados; sólo averiguaríamos qué intenciones sugirió Charcot a sus sujetos de experiencia, en una forma inconsciente para él mismo, y esto sería absolutamente indiferente para nuestra comprensión de la hipnosis tanto como de la histeria.

      Es fácil advertir adónde conducen las implicaciones de esta concepción y cuán conveniente explicación nos ofrece para la sintomatología de la histeria en general. Si la sugestión por el médico falsea los fenómenos de la hipnosis histérica, es muy posible que también interfiera en la observación de la restante sintomatología histérica; es decir, que establezca para los ataques, las parálisis, las contracturas histéricas, etc., ciertas leyes cuyo único y exclusivo vínculo con la neurosis radica en dicha sugestión y que, por tanto, carecerán de todo valor en cuanto otro médico observe casos histéricos en otro lugar. Esta conclusión debe ser deducida con todo rigor y en efecto, ya ha sido sustentada. Hückel ha expresado su convicción de que el primer Transfer (transferencia de la sensibilidad de una parte del cuerpo a la parte homóloga del lado opuesto) manifestado por una histérica le había sido sugerido en cierta ocasión histórica, y que desde entonces los médicos han seguido reproduciendo constantemente, por medio de la sugestión, este síntoma pretendidamente fisiológico.

      Estoy convencido de que esta concepción será muy bien venida para todos aquellos que tienden a negar que los fenómenos histéricos están gobernados por leyes, opinión que aún hoy predomina en Alemania. He aquí un flagrante ejemplo de cómo el descuido del factor psíquico de la sugestión indujo a un gran observador al error de crear un tipo clínico falso y artificial, gracias al carácter caprichoso y fácilmente maleable de una neurosis.

      Sin embargo, no es difícil demostrar en detalle la objetividad de la sintomatología histérica. Las críticas de Bernheim bien pueden estar plenamente justificadas frente a investigaciones como las de Binet y Féré; en todo caso, harán sentir su importancia por el hecho de que en toda investigación futura de la histeria y del hipnotismo se tendrá más en cuenta la necesidad de excluir el factor de la sugestión. Los elementos principales de la sintomatología histérica, empero, se hallan a salvo de toda sospecha de haber sido originados por la sugestión del médico. En efecto, informes procedentes de tiempos pasados y de países remotos, que Charcot y sus discípulos han recopilado; ya no dejan lugar a duda de que las particularidades de los ataques histéricos, de las zonas histerógenas, de las anestesias, las parálisis y las contracturas, se han manifestado en todas partes y en todas las épocas tal como se presentaron en la Salpêtrière, cuando Charcot realizó allí sus memorables investigaciones sobre esa magna neurosis. Precisamente el transfert, que parece prestarse tan fácilmente para demostrar el origen sugestivo de los síntomas histéricos, es sin lugar a dudas un proceso genuino. Es dable observarlo en casos de histeria que no han sido influidos en modo alguno, pues a menudo se observan pacientes cuya hemianestesia, típica en todo sentido, deja indemne un órgano o una extremidad que en el lado insensible del cuerpo conserva su sensibilidad, mientras que la zona correspondiente del lado indemne se ha tornado anestética. Además, el transfert es un fenómeno fisiológicamente explicable, pues, como lo han demostrado las investigaciones realizadas en Alemania y en Francia, constituye meramente la exageración de una relación que existe normalmente entre las partes simétricas del cuerpo, o sea que en forma rudimentaria


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