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Fantasmas del pasado. Marion LennoxЧитать онлайн книгу.

Fantasmas del pasado - Marion Lennox


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resultado era que ese respeto desaparecía por completo.

      En esos momentos era evidente que la enfermera Silverton estaba muy enfadada.

      –Doctor Blaxton, no había ninguna necesidad de que despidiera a la doctora Rafter. La enfermera jefe de guardia me dijo lo que había pasado. Me contó que usted había despedido a Tina sin dejarle que se explicara siquiera… Jock, si tu madre pudiera verte ahora, se avergonzaría de ti.

      Jock cerró los ojos. Se había pasado toda la noche del domingo atendiendo un parto. Toda la mañana del lunes en la consulta. La noche del lunes estaba a punto de acabar agotado. ¡No podía más!

      –Ellen, yo no despedí a Tina –dijo, con los dientes apretados–. Fue ella quien se marchó. Y por lo que a mí concierne, me alegro de que así sea.

      –Eso no es verdad.

      –Sí que lo es. Es frívola, flirtea con los pacientes, es impuntual, incompetente y espera que el hospital se ocupe de su hija ilegítima debido a que ella es tan irresponsable que no se puede ocupar de la niña. O una tacaña, que no quiere pagar la guardería. No tengo ni idea de dónde estará el padre, pero tampoco me sorprendería que no supiera siquiera quién es.

      Ellen se quedó mirándolo fijamente.

      –Y ahora, si has terminado, ocúpate de decir al señor Macky que vaya buscando una sustituta para la doctora Rafter antes de irte –dijo Jock, con voz cansada–. Necesito desayunar algo y tengo consulta a las ocho.

      –¿Te golpeó? –preguntó Ellen, que por fin pudo hablar. En la mejilla de Jock se podía ver la marca de cuatro dedos, pero en el tono de la mujer no había ninguna compasión–. Bárbara me dijo que ella te había golpeado. ¿Te dio fuerte?

      –Sí que lo hizo. Y debería denunciarla. De todas…

      Pero no pudo terminar. Ellen Silverton se adelantó y le dio una sonora bofetada en la otra mejilla.

      –De parte de tu madre. Y mía también. Y ahora si quieres despedirme, adelante. Soy demasiado mayor para estar complaciéndolo, doctor Blaxton. De todos los arrogantes y autoritarios… Deberías avergonzarte.

      –Debería…

      –Sí, deberías –Ellen le obligó a sentarse en una silla. Él, asombrado, cedió–. Siéntate, Jock, y cállate y escucha.

      –Pero…

      –Ni una palabra más hasta que acabe –Ellen estaba furiosa–. En primer lugar, Tina es una chica estupenda. Y no sabes por lo que ha tenido que pasar…

      –Yo no…

      –Silencio, doctor Blaxton. En segundo lugar, Rose Maiden no es la hija de Tina. Así que no es extraño que te abofeteara al acusarla de ser la irresponsable madre de una niña ilegítima. ¡Después de lo que está haciendo por ella! Y la acusas de promiscuidad…

      –Le vi besando a Harry Daniel en…

      –Ya lo sé. Bárbara me lo dijo. Y también me dijo que tú parecías celoso. Tina y Harry han sido amigos íntimos desde pequeños y Harry va a casarse el mes próximo con Mary, la mejor amiga de Tina en el instituto. Así que no creo que sea promiscua por besar a ese hombre.

      –Pero si Rose no es hija de Tina…

      –Ya te dije que Rose era hija de la hermana de Tina.

      –Y entonces, ¿por qué no cuida la hermana de su propia hija?

      –No puede. Christie fue internada en un hospital de Sydney hace una semana por agotamiento y depresión posparto.

      –No…

      –¿No qué? ¿No te lo crees? Tú prefieres pensar que Tina es una frívola y una promiscua? ¿Es eso? –protestó Ellen–. Y yo que pensé que eras un buen hombre… Me avergüenzo de ti y tu madre se revolvería en la tumba si pudiera ver en lo que te has convertido.

      Ellen se dio la vuelta y se marchó.

      –¡Ellen!

      La voz de Jock, la desesperación en ella, hizo que Ellen se detuviera.

      –Ellen, creo que es mejor que me digas lo que está pasando. De acuerdo –continuó, mientras ella se daba la vuelta–, puede que me haya hecho una opinión equivocada, pero… si supiera qué es lo que pasa…

      –Doctor Blaxton, no es asunto mío…

      –Ellen.

      –¿Sí?

      –Siéntate. Y ahora cuéntamelo todo, por favor. ¿Quién es la hermana de Tina?

      Ellen dio un suspiro. Puede que no todo estuviera perdido. Puede que si ella hiciera un esfuerzo…

      –La hermana de Tina se llama Christie Maiden. Vive fuera de la ciudad, en una granja.

      –Entiendo –mintió él–. O sea que Christie tuvo una hija, Rose, aquí hace cinco semanas.

      –Sí.

      –Eso debió de ser mientras yo estaba de vacaciones en Londres.

      Seguía sin entenderlo. Como único obstetra del distrito conocía a todas las mujeres embarazadas, o eso pensaba. Y nunca había oído hablar de esa tal Christie Maiden.

      –Entonces… la debió de atender en el parto Henry Roddick, ¿no es así?

      Era el médico a quien él había pagado una fortuna para que se encargara de todo mientras él estaba fuera.

      –Si tú no la atendiste, me imagino que fue Henry –replicó Ellen–. Yo imaginé que habías sido tú. Eso es lo que me dijo Tina, pero yo también estaba fuera.

      –Pero… –Jock hizo un gesto con la cabeza–. Si tuvo el niño aquí, si Christie es alguien de aquí, ¿cómo es que no la conozco? Yo estuve sólo dos semanas fuera. ¿Cómo es que no le hice las revisiones normales?

      –Puede que no se hiciera ninguna –dijo Ellen–. Tuvo problemas desde el comienzo.

      –¿Por qué?

      Ellen se encogió de hombros y dio un suspiro. Luego extendió las manos.

      –Es una larga historia.

      –Puedes intentar contármela.

      –La verdad es que no lo sé todo, pero creo que… Tina dice que el marido de Christie se marchó cuando estaba de dos meses. Vivían en una granja como a diez kilómetros de la ciudad y apenas hay casas alrededor. Ya tenían dos hijos, uno de cuatro y otro de dos. En lugar de buscar ayuda, Christie trató de salir adelante ella sola. Casi nadie en la ciudad se enteró de que Christie estaba embarazada. Yo tampoco. Nadie la vio.

      –Pero terminó viniendo aquí.

      –Eso creo.

      –¿Tenemos el historial?

      –Estará en el archivo. Puedes buscarlo si quieres.

      –¿No crees que me interesa? –preguntó Jock, con el ceño fruncido–. ¿Crees que me da igual?

      –Yo no he dicho eso.

      –Pero lo crees y desapruebas mi reacción. ¿Por qué no me lo contaste desde el principio? ¿Y ahora por qué se ha ido Tina?

      –Ella está cuidando de los niños. Buscó este trabajo porque estaba preocupada por su hermana que, efectivamente, tuvo que ingresar en el hospital. Así que Tina se ha quedado a cargo de los otros dos. Me imagino que Tina está pagando a una chica para que la ayude y poder dormir algo durante el día, pero esa chica no puede quedarse por la noche, de manera que Tina se trae aquí a Rose.

      –¿Y quién más lo sabe?

      –Sólo las enfermeras de guardia.

      –¿Y Gina y Struan?

      –No. Saben por qué Tina volvió, pero no saben que trae a Rose al hospital.


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