Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.
So Foot, n.º 150, octubre 2017, p. 22.
8. Eric Hobsbawm, «La culture ouvrière en Angleterre», L’Histoire, n.º 17, noviembre 1979, p. 22-35.
9. Paul Dietschy, Histoire du football, Perrin, París, 2010, p. 10.
I
Defender
Resistencias obreras contra el orden burgués
1
Y se hizo el fútbol
Balones rebeldes y control social
«Con pie ligero hacer brillar el polvo en un rayo de sol,
ver por los prados rebotar la turgencia del balón.»
Pierre de Ronsard, El soto real, 1584
«¡Tú, vil jugador de fútbol!»
El conde de Kent al rey Lear,
en El rey Lear, William Shakespeare, 1606
«Mientras el rey nuestro señor marcha hacia el país de Escocia en su guerra contra los enemigos, nos encomienda con especial cuidado que mantengamos escrupulosamente la paz […] y como hubiere gran alboroto en la villa, causado por cierto tumulto provocado por juegos de fútbol en la vía pública que pueden provocar numerosos entuertos —de ello nos guarde Dios—, decidimos y prohibimos, en nombre del rey, bajo pena de prisión, que dichos juegos sean practicados de ahora en adelante en la ciudad», decreta en abril de 1314 Nicholas de Farndone, lord alcalde de Londres.10 Promulgada en nombre del rey Eduardo II de Inglaterra, esta disposición se extiende a otras ciudades de la corona bajo el reinado del heredero al trono, Eduardo III, quien reitera en tres ocasiones este edicto en contra el esférico. En un país asolado por la peste negra y a punto de sumirse en la guerra de los Cien Años, las primeras alusiones históricas a la práctica del fútbol están íntimamente ligadas al restablecimiento del orden público, y el belicoso Eduardo III incita a sus súbditos a dedicarse al tiro con arco y a otros ejercicios de carácter militar, en lugar de a los turbulentos «juegos de foeth ball». En las descripciones de juegos de pelota del siglo xiv al xix aparece repetidamente una misma serie de prácticas que, presentes en toda Gran Bretaña y en el noroeste de Francia, son denominadas, en inglés, folk football (o mob football), y en francés, soule (o choule). Aunque existen menciones a juegos de pelota colectivos desde la Antigüedad griega —la sphairomachia y el episkyros— y más adelante, durante el Imperio romano —el harpastum de los legionarios—,11 los orígenes de este protofútbol tan denostado por las autoridades reales permanecen no obstante oscuros.12 El etnógrafo Émile Souvestre, que describió de forma detallada los partidos de soule en la Baja Bretaña del siglo xix, asegura que «este ejercicio es un vestigio del culto que los celtas rendían al sol. El balón, por su forma esférica, representaba al astro diurno; lo lanzaban al aire como para hacerlo tocar dicho astro, y cuando volvía a caer a tierra se lo disputaban como si se tratase de un objeto sagrado».13 La voz soule vendría pues del céltico heaul, sol, modificado por los romanos en seaul o soul, pero también podría proceder perfectamente de la palabra latina solea, que designa, más humildemente, la sandalia romana.
Aunque las primeras trazas del juego del fútbol aparecen por intermedio de su prohibición, no es descrito como actividad lúdica hasta la segunda mitad del siglo xv, bajo el reinado de Enrique VI de Inglaterra, siempre empañado por una reputación execrable: «Algunos llaman juego de fútbol al juego que los reúne para divertirse juntos. En el juego rural, los jóvenes empujan una pelota enorme, pero no lanzándola por los aires, sino golpeándola violentamente y haciéndola rodar por el suelo, y esto no con la mano, sino con el pie. Es una actividad […] más vulgar, más innoble y despreciable que cualquier otro tipo de juego, un juego que raras veces se termina sin que se produzca alguna pérdida, accidente o quebranto para los propios jugadores».14
En Chester, al noroeste de Inglaterra, un archivo municipal de 1540 evoca la costumbre que tenían los zapateros de enfrentarse a los pañeros de la ciudad cada Martes de Carnaval, con un balón de cuero llamado foutbale. Pero lejos de celebrar dicha práctica, el documento denuesta a esas «malas gentes» y los «desórdenes» que provocan en la ciudad.15 En Corfe Castle, en la región de Dorsetshire, la compañía de ciudadanos libres marmolistas celebraba todos los años un partido de fútbol con ocasión del Shrovetide —los tres días que preceden la Cuaresma—. El calendario del juego, que hasta finales de la Edad Media solía organizarse en torno al Martes de Carnaval, parece coincidir en gran medida con el de las festividades cristianas.16
Por su parte, en 1698 el escritor francés François-Maximilien Misson, en sus Mémoires et observations faites par un voyageur en Angleterre, hace alusión al fútbol en términos más amables: «En invierno, el fútbol es un ejercicio útil y agradable. Es un balón del tamaño de una cabeza, y lleno de aire. Los que quieren atraparlo lo golpean por la calle con el pie; mayor ciencia no tiene».17 Y es que, efectivamente, las reglas de este protofútbol son, por así decir, minimalistas, y varían en función de cada territorio. Dos equipos rivales, y a veces más, deben llevar el balón al campo opuesto sin importar los medios.18 La pelota con la que se juega, del tamaño de una cabeza, puede ser un balón de cuero rellenado con heno, musgo o paja, o una bola de madera o de mimbre. El lugar en el que depositar la pelota para marcar un tanto está indicado por una simple pared, la linde de un campo, la puerta de una iglesia, una marca arbitraria en el suelo o incluso una charca en la que hay que sumergir el balón. El tamaño del campo de juego también es variable: puede tanto limitarse a una pradera como extenderse a la totalidad del territorio de las parroquias rivales. En cuanto al número de participantes en cada equipo, es ilimitado: los jugadores se pueden contar por centenares. Para terminar, un partido de folk football o de soule puede durar varias horas o incluso varios días.
Los partidos son casi siempre un asunto masculino: la mayoría de las veces los que se enfrentan son hombres jóvenes, a veces casados contra solteros. Aun así, las mujeres no dudan en lanzarse al juego para ayudar a su equipo a lograr el triunfo.19 En otros partidos, sobre todo los que se organizan una vez por año en los centros urbanos, se confrontan diferentes gremios. El etnólogo Émile Souvestre describe:
Los más fuertes y ágiles de cada parroquia formaban dos equipos rivales, sin que se tuviera en cuenta el equilibrio numérico entre jugadores. En algunos casos, menos frecuentes, los dos equipos antagonistas estaban constituidos por contingentes de diversas parroquias. Se producían entonces lides impresionantes que se proseguían durante días enteros con un tesón indescriptible, en las que los campeones se contaban por centenares. […] Se decidía por anticipado en qué condiciones concretas el partido se consideraba como ganado. A veces, para ser declarado vencedor, bastaba con llevar el balón al territorio de la propia parroquia, pero otras veces había que llevarlo a tal o cual pueblo previamente designado; a menudo había que meterlo dentro de una casa, lo que se denominaba «albergar» la soule.20
Violencia política y justicia popular
Al margen de la tosquedad que presentan a primera vista estos juegos populares, los partidos de fútbol constituyen un espacio ritualizado en el que la comunidad —lugareña o gremial— consolida su existencia. En el caso de los enfrentamientos entre solteros y casados, el juego podía ser considerado como un rito de iniciación a la virilidad masculina,21 aunque también poseía una función integradora dentro del seno de la comunidad rural. Los partidos de folk football o de soule servían para reforzar un estilo de vida comunitario que ligaba a los individuos tanto en el juego como en las faenas agrícolas, ya que las cosechas, los planes de siembra y de barbecho eran gestionados de manera colectiva por el conjunto de la aldea. Durante los enfrentamientos, la soule se convertía en «un verdadero combate […] a través de brezales y caminos, pendientes y valles, arroyos y ríos».22 Aunque el campo de juego se establecía al comienzo del encuentro, también podía ampliarse sin problemas durante el transcurso del partido: el conocimiento del propio terreno, así como del terreno del adversario, se volvía entonces fundamental para inclinar el partido a favor del propio equipo.23 Representación de la vitalidad