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Pedagogías y emancipación. Marina GarcésЧитать онлайн книгу.

Pedagogías y emancipación - Marina Garcés


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PEI Obert Aprender a imaginarse. Sobre pedagogías y emancipación2 del que este libro es en parte consecuencia. Me parece pertinente recordar aquí las palabras que funcionaron a modo de convocatoria para aquel encuentro:

      Para crear nuevos mundos, luchar por otras formas de vida y construir distintas configuraciones de lo social, es necesario primero imaginarlos. En todo proceso emancipatorio la imaginación desempeña un papel crucial y ha de ser ejercitada, puesta en práctica como una forma no solo de resistencia, sino también de transgresión; como la capacidad crítica de conectar elementos aparentemente dispersos o distantes entre sí. En este sentido, la escuela y el museo han sido pensados como espacios para la emancipación social, como lugares en donde la promesa de un futuro mejor se hacía posible, bien mediante la igualación del tiempo que supone la escuela, bien por el tiempo suspendido de la contemplación desinteresada de la experiencia estética. Sin embargo, al mismo tiempo que se constituían como espacios de liberación y posibilidad, albergaban la contradicción de ser espacios de reproducción y de control social, como lugares para la normalización disciplinaria. En un momento en el que las prácticas educativas parecen estar amenazadas por la productividad y la eficiencia al servicio de un mercado laboral que captura de manera incesante los aprendizajes y que concibe la educación como espacio para el rédito productivo y el beneficio, queremos pensar en los laboratorios pedagógicos en los que la educación ha actuado y actúa con otros fines distintos a la acumulación de conocimiento o la reproducción social. Una educación como espacio político y espacio para la liberación individual y colectiva.

      Aprender a imaginarse aborda el modo en que los procesos formativos pueden llegar a ser espacios para la activación de una imaginación política que intervenga en el ámbito de lo social y se piense como una posibilidad de producción de formas de vida. El -se del título, del imaginarse, apela a lo colectivo a la vez que a lo individual. Es el -se de la sociedad, compuesta por individuos que forman parte irremediablemente de un mundo interrelacionado e interdependiente. Para este debate han sido convocados distintos proyectos y pensadores que, desde diversas prácticas, puedan alimentar modos de aprendizaje que permitan pensar y actuar de manera radical sobre la realidad. El objetivo no es tanto hacer un diagnóstico del estado de la cuestión, sino más bien ejercitar el pensamiento de otras educaciones posibles, con el fin de redefinir los márgenes de la potencia de la educación. Un encuentro para la reflexión sobre las prácticas que iluminen la excepcionalidad de este tiempo y que, ante la actual controversia en relación con la necesaria renovación de la escuela, debata acerca del concepto de innovación y su sometimiento a la presión neoliberal del esfuerzo, el rendimiento y la productividad.

      El título del libro, Pedagogías y emancipación, alberga la contradicción misma de pensar desde las instituciones en torno a propuestas educativas y prácticas de liberación. Por otro lado, sabedores de que los flamantes relatos de la modernidad europea inscritos en sus programas institucionales y basados en los ideales de emancipación, igualdad y libertad, solo fueron posibles por la existencia de su otra cara, la explotación colonial y la negación de otras formulaciones epistemológicas, nos preguntamos: ¿Cómo hablar de emancipación desde el museo sin caer en las mismas dinámicas paternalistas en las que incurrió durante buena parte de nuestro pasado reciente?, ¿cómo hacerlo además si el desarrollo de las prácticas emancipatorias está hoy íntimamente relacionado con la construcción del sujeto emprendedor que se funda en la constitución del yo-marca? Así, el libro se abre con «El contratiempo de la emancipación», en el que Marina Garcés aborda esta relación entre educación y emancipación desde la constatación de su complejidad, ya que la educación es un sistema antagónico y contradictorio que, al mismo tiempo que da las herramientas para reproducir los vínculos, muestra sus límites e invita a superarlos. Por su parte, Janna Graham, en «Técnicas para vivir de otra manera. Nombrar, componer e instituir de otra manera», ofrece algunas estrategias para abordar una práctica pedagógica que más que sustentarse en métodos alternativos a la educación tradicional –lo que serían las pedagogías alternativas– se consolide como una práctica radical en tanto en cuanto se dirija a la raíz de las cosas y con ello a las vidas de quienes forman parte del acto educativo para transformar sus condiciones de vida. En el marco del giro educativo, en el que los relatos de las corrientes alternativas de pedagogía y las pedagogías radicales han penetrado las instituciones artísticas, se torna imprescindible pensar cuáles son las cadenas de explotación que perpetúan esos mismos espacios artísticos en sus programas y acciones educativas. A partir de las enseñanzas de la escuela moderna de los Freinet, la pedagogía del oprimido o distintas formas de la educación popular, Graham propone técnicas para vivir de otra manera con las que articular educación y movimientos sociales, basadas en «el nombrar, el componer y el instituir». Entre esas técnicas se encuentra la propuesta de Paulo Freire, para quien la alfabetización crítica es una operación para leer el mundo más allá de los textos y sirve además para renombrarlo. Aprender a nombrar el mundo es aprender a nombrar la experiencia propia y es también comenzar a escribir la historia a contrapelo. Nombrar será el primer estadio para componer e instituir otras formas de vida que alumbren horizontes poscapitalistas para conectar con una buena vida o con la lujosa pobreza o el lujo comunal que exploramos ya en otros libros de esta colección como Petróleo y Comunismos por venir.

      En relación con esa necesidad de nombrar el mundo, val flores propone algunas «Activaciones poéticas de la disidencia. Un hiato pedagógico para criar una lengua emancipatoria». La práctica de val flores desdibuja los límites entre escritura, práctica docente y activismo feminista lésbico queer. En su texto reivindica la lesbianización de la educación, así como la producción de destiempos para la escucha pedagógica que abran espacios para la duda, el balbuceo, la prueba y el error. Si Marina Garcés nos presenta el contratiempo de la emancipación, val flores abre las brechas para la emancipación en los destiempos que rasgan «la lógica colonial y el heteronormativismo neoliberal». Su propuesta abre las posibilidades de una pedagogía antinormativa que no se proyecta como una suma de contenidos, sino que se activa como un conjunto de gestos que interrumpen los procesos de normalización sexual y lingüística. Si, como la propia val flores afirma, «lo personal es pedagógico», la invitación a atreverse a imaginar otros mundos y abrir grietas en la imaginación normalizadora exige otra lengua, así como el compromiso de «desarmar nuestros vocabularios pedagógicos, de un hablar en lenguas que fisure el uso comunicacional del lenguaje que organiza la gramática dominante de la escritura docente». Así pues, la disputa por la imaginación educativa, nos dirá flores, es una lucha por las palabras que construyen los relatos (im)posibles de nuestros cuerpos y se dirige hacia los cuerpos que quedan excluidos de nuestro mundo así como a los saberes que no dejamos existir.

      El libro se completa con las aportaciones de Concha Fernández Martorell y Jordi Solé Blanch, quienes se centran en las problemáticas que comporta la actual relación entre educación formal y su adaptación a las necesidades del mercado laboral. En «Observaciones a la retórica de las nuevas propuestas pedagógicas», Concha Fernández Martorell hace un detallado recorrido por las mutaciones que en la última década han operado en los planes educativos del Estado español y el modo en que las exigencias y consideraciones vertidas sobre el sistema público de educación en pocas ocasiones han tenido en cuenta las transformaciones de la sociedad, así como la compleja trama de sujetos e imaginaciones que habita en las aulas. Fernández Martorell sustrae la práctica educativa de los debates habituales en los medios de comunicación en los que se habla de manera continuada del fracaso escolar, al mismo tiempo que se criminaliza a los adolescentes mostrándolos poco menos que como acosadores de profesores incapaces al borde de la depresión y la crisis nerviosa. En su texto cuestiona la retórica de la innovación que ha invadido el discurso de lo pedagógico, así como el marco en el que se inscriben los programas educativos, más dirigidos a la adaptación de los individuos a una sociedad inexorablemente cambiante que a la dotación de herramientas para construir un mundo deseado. Esto trae consigo el abandono de la pregunta fundamental de cualquier proyecto educativo y de sociedad: ¿educar para qué? Si lo único que sabemos es que el futuro será inevitablemente cambiante, ¿cuál es entonces el sentido de la educación? Ante un futuro del que no disponemos de ninguna posibilidad de transformación más allá de nuestra adaptación, la educación se vuelve distópica. En «La educación como campo de batalla», Jordi Solé


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