Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.
de semanas –protestó Lia–. Entonces, Misty y yo nos marcharemos de aquí.
–¿Misty? –preguntó Paul.
–Es mi caravana.
–¿Le has puesto nombre a una caravana?
Lia lo miró con desaprobación. Paul podría insultar su integridad todo lo que quisiera, pero no a la caravana que consideraba su hogar.
–Es vintage.
Antes de que Paul pudiera seguir hablando, Constance intervino.
–Todo el mundo va a venir a cenar esta noche aquí. Espero que puedas venir.
–He venido aquí directamente desde el aeropuerto –dijo Paul–, así que tengo que ir a mi casa primero.
–Llévate a Lia. Estoy segura de que a ella le encantará ver tu casa. Lleva días aquí metida con Grady sin salir. Un poco de aire del mar le vendrá muy bien –sugirió Constance. Entonces, se volvió hacia Lia–. Luego te puedes pasar por tu casa a recoger tus cosas para instalarte aquí.
–De verdad, no estoy segura de que…
–Será mucho mejor para Grady que estés cerca.
A Lia no le quedó más remedio que ceder ante la determinación de Constance.
–Está bien.
–La cena es a las siete –dijo la madre de Paul.
–Volveremos con tiempo de sobra –afirmó Paul mientras miraba a Lia con desaprobación al ir a besar a su madre antes de marcharse.
Lia tuvo que apresurarse para alcanzarlo. Cuando se aseguró de que nadie podía escucharlos, le dijo:
–Quiero que sepas que no se lo he sugerido yo.
–Lo sé. Todo el mundo cree que lo que has hecho por Grady es un milagro.
–Yo no he hecho nada.
Paul la miró en silencio durante unos instantes antes de responder.
–Al contrario. Has hecho mucho.
A pesar de su desaprobación, Paul tenía unos impecables modales. Le abrió la puerta de su Range Rover a Lia y esperó a que ella se hubiera acomodado para cerrarla. Entonces, se dirigió al otro lado.
–Sé que no estás interesado en pasar tiempo conmigo, así que si quieres dejarme en mi casa…
–Al contrario. Tengo la intención de pasar contigo todo el tiempo que pueda para conocerte bien.
Lia tardó unos instantes en decidir si estaba alarmada o halagada.
–Estupendo. ¿Y es eso recíproco?
Paul dejó de concentrarse durante un instante en la carretera para mirarla.
–¿Qué quieres decir?
–Tú quieres saber todo sobre mí. ¿Me vas a permitir conocerte a mí también?
–¿Y por qué querrías hacer algo así?
–Porque es lo que hace la gente normal. Intercambian información para conocerse los unos a los otros.
–¿Es eso lo que hiciste con Ethan? –le espetó Paul.
–¿Por qué me preguntas por él?
–Aún no puedo comprender tu relación con mi hermano. ¿Cuánto te está pagando él por esta locura?
Por fin comprendía Lia adónde quería llegar Paul.
–Accedió a cubrir los ingresos que pierdo durante dos semanas.
–¿Cuánto?
–No lo sé –dijo ella arrugando el rostro mientras trataba de calcular una cifra–. Ninguna semana es igual que la anterior. Me pagan por cliente y eso varía.
–Redondéalo.
–Con las propinas, más o menos puede llegar a unos ochocientos dólares a la semana.
Por primera vez, Paul pareció sorprendido.
–¿Eso es todo?
–Sí, eso es todo. Solo quiero lo que es justo.
Paul la miró con escepticismo.
–¿Qué te parece si yo te pago cincuenta mil dólares y te largas de aquí para no regresar jamás?
Durante unos segundos, Lia pensó en el coche que podría comprar con esa cantidad de dinero. Si aceptaba la oferta de Paul, podría volver a su estilo nómada de vida en unos cuantos días.
–Dijiste que querías conocerme mejor –contestó por fin–. Bien, pues lo primero que deberías saber es que mi motivación no es el dinero.
–Eso es exactamente lo que dirías si tu finalidad fuera garantizar una cifra aún mayor.
–¿Sospechas solo de mí o de la gente en general?
–Tienes que comprender que tengo razones de sobra para dudar de ti.
–En realidad, no las veo –replicó ella, deseando que Paul dejara de jugar con ella.
¿Acaso conocía su pasado? Si Paul hubiera descubierto sus secretos, se lo habría dicho directamente. ¿Qué importaba que Paul conociera su historia?
–No me has contestado sobre lo de aceptar los cincuenta mil y desaparecer para siempre.
Lia vivía con frugalidad, evitaba incurrir en deudas, compraba solo lo que necesitaba y tenía muy pocas cosas.
–No tienes que pagarme nada por dejar de representar esta locura y desaparecer por completo de vuestras vidas –le dijo Lia. Notó un ligero alivio en la tensión que atenazaba a Paul. El deseo de ganarse su confianza la empujó a seguir halando–. Lo que Ethan y tú decidáis me parecerá bien.
Capítulo Cuatro
–¿De verdad te marcharías si convenciera a Ethan de que es lo mejor?
–Sí. Francamente, me sorprende que no lo hayas hecho ya.
–No contesta mis llamadas.
Paul agarró con fuerza el volante y consideró la respuesta de Lia. ¿De verdad les dejaría la decisión a Ethan y a él o actuaría solapadamente para ganarse el apoyo de Ethan?
–Entonces, no lo sabes.
–¿No sé qué? –quiso saber Paul mientras se preguntaba qué más habría ocurrido en su ausencia.
–Cómo surgió toda esta situación.
Paul la miró con curiosidad.
–¿Y cómo fue?
–Ethan me puso en una situación en la que las únicas opciones que tenía eran dejarme llevar y fingir ser la nieta de Grady o decirle la verdad y arriesgarnos a que él no se recuperara del golpe.
Aunque no le sorprendió que ella culpara de todo lo ocurrido a Ethan, Paul le dijo:
–¿Por qué no me dices lo que ocurrió?
–Ethan me hizo una encerrona. Yo pensaba que iba a ir a visitar a Grady como Lia. En vez de eso, cuando me coloqué al lado de la cama y le di la mano, tanto Ethan como él empezaron con lo de ser la hija de Ava.
–Entonces, ¿culpas a mi abuelo también de esta situación?
–No. Sí. Más o menos. Ethan me dijo que a Grady se le había ocurrido a él solo la idea.
–¿Y tú no mencionaste nada sobre que Grady podría mejorar si su nieta aparecía milagrosamente?
Lia se quedó boquiabierta.
–¿Con qué fin?
–Los Watts somos una familia