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Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.

Pack Bianca y Deseo marzo 2021 - Varias Autoras


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de Rapunzel, en cuando Paul se marchó para investigarla, la satisfacción de Ethan desapareció. Era propio de su hermano salirse por la tangente en vez de enfrentarse al verdadero problema: la salud de su abuelo. Del mismo modo, Paul había evitado la desilusión de Grady cuando él prefirió escoger una carrera en las fuerzas de seguridad en vez de unirse a Watts Shipping. Tampoco había comprendido Paul los sentimientos enfrentados de Ethan por ser el segundo plato a la hora de tomar las riendas.

      Ethan reconocía que él era el mejor de los hermanos para dirigir la empresa familiar, pero quería conseguir el puesto por sus propias habilidades y no porque Paul lo hubiera rechazado. Y no solo era su orgullo lo que estaba en juego. Ethan era adoptado y, en una ciudad tan preocupada por el linaje de una familia como Charleston, no saber quiénes eran sus verdaderos, se había convertido en una sustancia tóxica que corroía la tranquilidad de su espíritu.

      Aunque nadie le había hecho sentirse nunca ajeno a la familia, en todas las fotografías de la familia Watts, el cabello y los ojos oscuros de Ethan le hacían destacar entre el resto de los Watts. Como no deseaba causar a su familia dolor alguno, se guardaba para sí sus sentimientos, pero, últimamente, estos afloraban cada vez más y viciaban su relación con Paul.

      Había compartido algunas de estas preocupaciones con Lia. Ella sabía escuchar bien, atentamente y sin juzgar. Ciertamente era algo rara, pero a Ethan le resultaban encantadoras sus excentricidades. El hecho de que Paul las considerara tan sospechosas le empujaba aún más a defenderla.

      Trató de refrenar su intranquilidad y volvió a entrar en la habitación de su abuelo. Grady tenía los ojos abiertos, con una mirada algo triste. ¿Había escuchado a los hermanos discutiendo en el pasillo? Antes de que le diera el ictus, Grady le había confiado a Ethan que le preocupaba su distanciamiento con Paul y la tensión que iba creciendo entre ellos. Ethan sabía que Paul estaba también frustrado, pero ninguno de los dos hermanos había dado paso alguno para superar aquellos años de distanciamiento.

      –Siento lo de antes –murmuró Ethan mientras tomaba asiento en la silla que había junto a la cama–. Ya sabes cómo se puede llegar a poner Paul.

      Grady movió los labios, pero no pudo formar las palabras que quería expresar. Por primera vez en mucho tiempo, aquello pareció frustrarle.

      –Él se preocupa por ti –siguió Ethan–. Ver a Lia aquí lo ha sorprendido mucho. ¿Te ha gustado su disfraz de Rapunzel? –añadió con una sonrisa–. Los niños de pediatría la adoran.

      Grady comenzó murmurar algo parecido a una canción que Ethan no reconoció. Entonces, de repente, dijo una palabra.

      –Ava.

      Ethan se quedó atónito de que Grady hubiera dicho, o más bien cantado, el nombre de su hija.

      –Te refieres a Lia.

      Se preguntó cómo su abuelo pudo haber confundido a su hija con Lia. Ava Watts era rubia y con los ojos verdes, por lo que no guardaba ningún parecido con Lia, que tenía el cabello oscuro y los ojos castaños. Entonces, Ethan frunció el ceño. ¿Había ido Lia alguna vez a visitar a Grady sin disfraz o siempre lo había hecho de Rapunzel? Tal vez Grady pensaba que era rubia. Además, estaba la diferencia de edad. Si Ava hubiera seguido con vida, estaría por la cuarentena. El ictus había afectado el lado izquierdo del cerebro de Grady, donde estaban la lógica y la razón. Podría ser que estuviera algo confuso.

      Ava tenía dieciocho años cuando huyó a Nueva York. La familia le perdió la pista poco después. No fue hasta cinco años más tarde cuando descubrieron que había muerto, dejando huérfana a una niña. La pequeña había sido adoptada, pero nunca habían podido descubrir más porque el expediente había sido sellado.

      –Ava… bebé… –aclaró Grady.

      –¿Crees que Lia es la hija de Ava?

      Grady asintió con mucho entusiasmo. Ethan se quedó atónito. Evidentemente, Grady se estaba aferrando a la nada. Cada año que pasaba le obsesionaba más encontrar a su nieta desaparecida.

      –¿La hija de Ava está aquí? –preguntó Constance Watts desde la puerta–. ¿Dónde? ¿Cómo?

      Ethan se volvió hacia su madre. Estaba a punto de explicarle lo que estaba ocurriendo cuando los dedos de su abuelo le agarraron con fuerza la muñeca. La mirada de Grady tenía la determinación de antaño, lo que llenó de alegría a Ethan.

      –Ethan… –dijo su madre mientras se acercaba a la cama.

      –Lia –canturreó de nuevo Grady, más agitado aún dado que estaba tratando de hacerse entender.

      –¿Lia? –preguntó Constance mientras observaba a su suegro y luego a su hijo para obtener alguna respuesta–. ¿Quién es Lia?

      Sin embargo, cuando consiguió su respuesta, fue Grady quien se la proporcionó.

      –Ava… bebé.

      Después de su encontronazo con Paul Watts el día anterior, el último lugar en el que Lia esperaba encontrarse era sentada en el coche de Ethan de camino al hospital para visitar al abuelo de este.

      –No estoy segura de que esto sea muy buena idea –dijo Lia temblando al recordar su encuentro con Paul Watts–. Tu hermano me dejó muy claro que no quería que yo me acercara a vuestro abuelo.

      –El trabajo de Paul le hace sospechar de todo el mundo –respondió Ethan–, y la enfermedad de Grady le ha puesto aún más nervioso. Hay que añadir a eso el hecho de que no le gustan las sorpresas, lo que explica por qué reaccionó tan exageradamente al encontrar a una desconocida junto a la cama de su abuelo. Además –añadió, dedicándole una sonrisa llena de encanto–, tú estabas vestida de Rapunzel.

      –¿Estás seguro de que a Paul no le importará que vaya a visitarle?

      –Quiere que Grady se ponga bien, como el resto de nosotros.

      –No es lo mismo que no le vaya a importa que yo le visite –señaló. Las evasivas de Ethan empeoraban aún más su estado de nervios. La mala opinión que Paul parecía tener sobre ella le importaba más de lo que le gustaba admitir.

      –Mira, Paul no está en la ciudad en estos momentos, así que no tienes que preocuparte por la posibilidad de encontrarte con él. Visita a Grady algunas veces más y sé el rayo de sol que le permita mejorar. Cuando Paul regrese, Grady estará mucho mejor y Paul se dará cuenta de que ha sido por ti.

      –Creo que estás exagerando… –susurró, aunque le gustaban las alabanzas de Ethan. Cada vez que iba a visitar a Grady, le tomaba la mano y le cantaba, llenando de energía sanadora su frágil cuerpo.

      –Confía en mí. No estoy exagerando nada. Tus visitas lo han transformado.

      –Pero si solo he ido a verlo cuatro veces –murmuró, decidida a insuflar cautela a la situación–. No creo haber causado tanto impacto.

      –Te subestimas –dijo Ethan mientras hacía entrar el coche en el aparcamiento y lo estacionaba en un espacio vacío–. Ayer, empezó a comunicarse un poco cantando, tal y como tú le sugeriste. Eso le ha dado mucho ánimo y se está poniendo mejor. Ya lo verás.

      Lia estaba deseando ver cómo mejoraba Grady. Creía en el poder de la sanación espiritual y confiaba en poder contactar con la energía de todos los seres vivos y provocar un cambio. No siempre funcionaba. Algunos problemas en concreto necesitaban soluciones más mundanas. Por ejemplo, el eje roto de su caravana y su destrozada furgoneta. En ese caso, la meditación no servía. Necesitaba dinero y un mecánico. Sin embargo, después de pedir ayuda, el universo le había proporcionado un trabajo maravilloso, estupendos compañeros de trabajo y un lugar en el que vivir que se podía permitir. Se le había ofrecido una solución en un momento de su vida en el que se encontraba desesperada.

      Ethan apagó el contacto y se volvió a mirarla con una ansiosa sonrisa.

      –¿Lista?

      –Claro –respondió Lia, aunque en realidad distaba mucho


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