Boda en Eilean Donan. Lorraine MurrayЧитать онлайн книгу.
Dirigir el periódico era lo que había querido. Eran los días en los que salía con Fiona… Recordarla todavía le provocaba un dolor extremo en el pecho. Era algo que no había conseguido superar pese a los años que hacía que sucedió, y a la distancia. Lo último que sabía de ellos era que se habían mudado a Glasgow hacía dos años. De no haberlo hecho ellos, habría sido él quien se marchara de Inverness. Le habría jodido, y mucho, tener que hacerlo, porque le gustaba la ciudad y los alrededores.
Maggie le hizo una señal con la mano cuando él entró en el café. Andrew se dirigió hacia ella. Pelo color del vino, su tez blanca y sus ojos claros resaltaban allí donde fuera. Era imposible no sentirse atraído por su mirada. Salvo él, claro estaba. Llevaban años trabajando codo con codo y no la había considerado más allá de compañera.
—Pensaba que no vendrías —le dijo ella fijándose en el gesto de desgana de él.
—No, tranquila. Entiendo que tuvieras tus dudas porque después de estar hablando con mi padre… —Puso los ojos en blanco y resopló.
—¿Es por la boda de tu hermana?
—Quiere que me comporte, que me vista de manera adecuada. Fíjate que me ha llegado a decir que parezco un indigente. —Contempló a Maggie con los ojos como platos y las cejas formando un arco sobre su frente.
—No creo que vayas tan mal vestido.
—Eso mismo digo yo. En fin, y encima quiere que haga de anfitrión con las francesitas, que llegan esta tarde. —Volvió a emplear un toque irónico al referirse a Karen y su ayudante.
—Por tu gesto y tu manera de referirte a estas, no te hace ni pizca de gracia, ¿eh?
—No soy un chófer. Para eso está Mortimer. Ya se lo he dejado claro. Pero le ha dado la tarde libre, según me ha dicho. Creo que es una encerrona de mi padre.
—Se ve que tiene algún interés en que recojas a las fotógrafas. ¿Has visto alguno de sus trabajos? —Ella observó su reacción de falta de interés por encima de la taza, mientras bebía.
—No. ¿Qué me importa que sea muy famosa y que le hayan concedido infinidad de premios? Solo son unas fotos.
—Es una gran profesional. Las marcas y las firmas de moda se la rifan. Suelen contratarla para las semanas de la moda. París, Nueva York, Milán, Madrid… Sus fotos han sido portada de varias de las revistas más prestigiosas de viajes, de investigación, de animales. Ha estado en numerosos países.
—Me parece genial. Mi hermana se merece lo mejor para su boda.
—¿Sabes algo de tu hermano? —Maggie era consciente de que preguntarle por William era como echar sal en la herida. Pero era su hermano.
—No me hace falta saberlo. Supongo que vendrá. Es lo más lógico. Es nuestra hermana la que se casa.
—Y apuesto a que no te hará ninguna gracia.
Andrew apretó los labios y asintió.
—Lo superaré por Ilona y Fraser. Es su día y yo no pienso fastidiarlo.
—Bueno, piensa que, al hacer de anfitrión con las fotógrafas, estarás bastante ocupado —le recordó con una sonrisa divertida mientras Andrew le devolvía una mirada de advertencia.
—¿No estarás pensando que me pegue a estas todos los días con tal de no ver a mi hermano?
—Creo que tu padre así lo espera. Que hagas de chófer para ellas. —Maggie sonrió irónica ante esa posibilidad—. Por cierto, ¿qué tal tu francés?
—¿A qué viene tu pregunta? Se supone que ellas hablan inglés, ¿no? Si ha viajado tanto como dices…
—Yo pregunto por si acaso. De todas formas, procura no poner un acento fuerte cuando hables con ellas. Suavízalo un poco, ¿querrás? —le pidió con toda intención mientas sonreía.
—Bien, dejemos a las francesas por un rato. ¿De qué querías hablarme?
—Supongo que cubriremos la boda de tu hermana. De eso quería hablarte —le comentó mientras él resoplaba.
—Tengo ganas de que se pase y todo vuelva a la normalidad.
—Entiendo. Piensa que solo quedan días.
Andrew puso cara de circunstancia y resopló.
—Sí, claro que la cubriremos para que aparezca en la sección de noticias locales. Bastará con que vaya alguien a tomar alguna foto y…
—Yo estoy invitada. Puedo cubrir la noticia sin tener que chafarle el sábado a ninguno otro —le recordó arqueando sus cejas.
—Es verdad. Mi padre te ha invitado. Vale, si quieres encargarte de ello. Pero procura divertirte. Me refiero a que no te lo tomes como trabajo al cien por cien.
—Pero…
—Soy tu jefe y te pido que te diviertas —le interrumpió—. No quiero que te pases la ceremonia grabando con el móvil ni nada por el estilo. Además, siempre podemos redactar la noticia después entre los dos.
—Como quieras.
—Para las fotos están las francesas —reiteró con cierta sorna.
—Estás cabreado con tu padre porque te envía a por ellas. No lo pagues con estas, ¿querrás? —Lo contempló con los ojos abiertos como platos haciéndole ver que ella tenía razón.
—De acuerdo. Prometo tratarlas bien. Sigamos viendo qué más noticias tenemos. No quiero dejar la edición sin cerrar antes de ir a por ellas.
Maggie lanzó una mirada bastante significativa y se mordió el labio para no reírse de él otra vez. Si la pillaba acabaría mandándola a paseo.
El avión aterrizó puntual en el aeropuerto de Inverness. Karen y Denise resoplaron a la vez cuando los motores se detuvieron.
—Por fin. ¿No se te ha hecho algo largo? —preguntó la primera.
—Ya te digo. Tenía ganas de llegar.
—Pues ya lo hemos hecho.
Aprovecharon un momento en el que la cola se había detenido para coger su equipaje de mano y caminar hacia la puerta de salida. Abandonaron el avión y entraron en la terminal de llegadas, donde tuvieron que detenerse ante la cola del control de pasaportes.
—Venían a buscarnos, ¿cierto? —preguntó Denise.
—Sí, creo que es un tal Andrew.
—Algún pariente de la familia, seguramente.
—Me basta con que esté ya en el vestíbulo. Tengo ganas de llegar al hotel y darme una ducha.
—Sí, yo también.
—Por cierto, ¿qué tal con el violinista? Cuando te llamé el otro día, sonaba muy bien como música de fondo.
—Ah, sí. Ya te he dicho que es muy bueno —le repitió entregando el pasaporte al policía.
—No me cabe la menor duda.
Las dos mujeres pasaron el control y se dirigieron a la salida.
—En fin, vamos a conocer al tal Andrew —le dijo Karen moviendo sus cejas con expectación y diversión.
—Seguro que es el típico tío macizo de las portadas de las novelas románticas sobre Escocia. Un Highlander buenorro con melena, falda y todo eso. —Le guiñó un ojo y sonrió.
—Voto por todo lo contrario. Un tipo normal que pasa desapercibido. Lo de las novelas está sobrevalorado. Ah, y no le digas falda a un escocés…
—Sí, ya… Es un kilt. Podrían zurrarme si les digo que llevan falda —ironizó Denise.
Andrew llevaba diez minutos en el vestíbulo esperando a que las puertas de la terminal de llegadas se abrieran y los pasajeros del vuelo procedente