Эротические рассказы

Profunda atracción - Nuestra noche de pasión. Catherine MannЧитать онлайн книгу.

Profunda atracción - Nuestra noche de pasión - Catherine Mann


Скачать книгу

      –Nunca la había usado antes –contestó él, acercándose hasta que sus bocas quedaron a unos milímetros–. Tendrás que decirme si funciona.

      Antes de que Mari pudiera tomar aliento, él la besó con suavidad en los labios. El cuerpo de ella se inundó de calidez, mientras notaba cómo aquel primer beso se grabaría a fuego en su memoria para siempre.

      Mari posó una mano temblorosa en el pecho de Rowan, sintiendo su corazón acelerado. El beso no había sido como ella había imaginado. Había esperado que fuera un hombre salvaje y no que la sostuviera como si fuera una copa de fino cristal. Mientras, él la acariciaba en los sitios adecuados, haciendo que ella se derritiera.

      Quería más, reconoció Mari para sus adentros, presa del deseo. El beso, cada vez más incendiado, los estaba acercando a un punto de no retorno, a punto de deshacerse de sus ropas y sus inhibiciones. Pero, por muchas razones, era demasiado arriesgado.

      Para empezar, alguien podía descubrirlos. Y Mari no quería que una foto suya de esa guisa se hiciera pública en Internet.

      Al momento, sin embargo, Rowan se apartó. Mari se sintió avergonzada porque hubiera sido él el primero en recuperar la cordura.

      Con un solo beso, aquel hombre había puesto su mundo patas arriba. Ella, que jamás perdía el control…

      –¿Rowan? –llamó Mari, mientras él caminaba hacia la puerta, dándole la espalda.

      –Han llamado al timbre –dijo él–. La niñera ha llegado.

      Llevándose los dedos a los labios, Mari se preguntó si separarse de él durante todo el día bastaría para recomponer sus defensas.

      * * *

      Rowan empujaba el carrito del bebé por la calle, junto a los vendedores ambulantes que poblaban la acera. Aunque iban seguidos de guardaespaldas, él estaba atento a cualquier problema que pudiera surgir en su camino.

      A su lado, Mari hacía lo mismo. Llevaba la falda y la blusa que se había puesto durante el día, con un pañuelo en la cabeza y unas grandes gafas de sol para pasar desapercibida.

      Una banda estaba tocando villancicos, mientras un grupo de niños bailaba. Los nativos y los turistas se mezclaban en la multitud, hablando en numerosos idiomas.

      Esa noche, al fin, Rowan había conseguido que Mari saliera con él. Estaban a solas, a excepción del bebé, los guardaespaldas y el gentío que los rodeaba, claro.

      Los últimos rayos de sol envolvían a Mari en un tono dorado. Ella no había dicho palabra de el beso que habían compartido, algo que él había interpretado como una victoria. Era obvio que se había sentido tan excitada como él. Y que no había huido. Más que nunca, estaba decidido a acercarse a ella, a probar más aquellos jugosos labios.

      Sin embargo, era lo bastante listo como para saber que no podía apresurar las cosas. Ella era una mujer huidiza e inteligente y… el ser más complejo que él había conocido en su vida.

      ¿Sería eso parte de su atractivo?

      La respuesta no importaba demasiado en ese momento. Rowan solo quería disfrutar de aquella velada al máximo. Habían suscitado algunas miradas curiosas, incluso les habían hecho un par de fotos a distancia, pero nadie se había acercado a molestarlos. Además, los guardaespaldas estaban lo bastante cerca como para intervenir si era necesario. El coronel Salvatore les había enviado a sus mejores hombres, aunque todavía no había hallado respuestas sobre la identidad de la niña.

      Por otra parte, salir en la prensa podía ayudarles a averiguar algo, pues era posible que, al ver una foto de Issa, sus familiares dieran noticias y la reclamaran.

      Rowan se habría ocupado del bebé aunque Mari hubiera preferido no ayudarlo, por lo que no se sentía culpable por haber utilizado a Issa para salir con ella. Lo que le sorprendía era que le hubiera costado tan poco convencerla.

      Eso le daba ánimos a la hora de perseguir su objetivo.

      –Deberíamos buscar un sitio para cenar –dijo ella–. Estoy muerta de hambre.

      –Y yo. Te dejo elegir –ofreció él. Tenía curiosidad por saber qué comida le gustaba.

      –¿Qué te parece si comemos en una terraza, mientras vemos las actuaciones callejeras?

      –Muy bien –repuso él–. ¿Qué te parece allí? –propuso, señalando un café cercano con mesas con manteles azules.

      –Perfecto, así podré ver venir a los fans cuando se acerquen a tomarme fotos.

      –Hoy parece que tus admiradores se han tomado un descanso –comentó él, dirigiendo el carrito hacia el café. Issa seguía dormida, chupándose la manita.

      Mari rio y se quitó el pañuelo de la cabeza.

      –Es gracioso que no pudiera escapar de mis acosadoras en el hotel y aquí, donde está lleno de gente, nadie parezca fijarse en mí.

      –Si mañana no tenemos novedad de la policía, daremos una rueda de prensa para informar de lo que estamos haciendo. Por ahora, la niña y yo te estamos sirviendo de camuflaje para que disfrutes tranquila de tu cena.

      La camarera les llevó vasos y una jarra de zumo de guayaba y mango, sin dar muestras de reconocerlos.

      –Qué bebé tan lindo –comentó la joven, sin ni siquiera mirar a Mari y Rowan.

      Después de pedir pez espada, Mari se recostó en su silla, con un aspecto mucho más relajado que el que había tenido al irrumpir en la suite de Rowan la noche anterior.

      ––Esta noche me toca quedarme con el bebé.

      –No me importa quedarme yo, si no te sientes cómoda.

      Ella arqueó una ceja.

      –¿Acaso crees que no estoy capacitada?

      –Solo quiero ser útil. Tú eres quien da más conferencias.

      –¿Intentas engatusarme para que te bese de nuevo?

      –Si no recuerdo mal, fui yo quien te besó. Y tú no te resististe.

      –Bueno, no cuentes con repetirlo.

      –Lo tendré en cuenta –repuso él, aunque no se dejó engañar. Con satisfacción, observó cómo a ella se le aceleraba el pulso y se sonrojaba.

      Cuando Rowan iba a alargar la mano hacia Mari para acariciarle el rostro, algo llamó su atención. Una pareja de turistas se estaba acercando a ellos. Mari se echó hacia atrás en la silla con un movimiento brusco, llevándose la mano a la garganta. Los guardaespaldas también se acercaron, cerrando el círculo a su alrededor. Los dos extraños no parecían armados pero, por si acaso, Rowan se llevó la mano al bolsillo, donde llevaba una 9 milímetros. El hombre, con una cámara en la mano, se detuvo delante de Mari.

      –Disculpe, ¿podemos hacerle una pregunta? –dijo el extraño con un marcado acento americano.

      –Adelante –repuso Mari con gesto regio.

      –¿Son ustedes de por aquí? –inquirió la mujer, adelantándose a su marido.

      –No, señora –contestó Rowan.

      –Ah. Entiendo –dijo la turista, frunciendo el ceño–. Aun así, igual pueden ayudarnos. ¿Dónde se celebra la fiesta de Kwanzaa?

      A Mari le brillaron los ojos de sorpresa y contuvo la risa antes de responder.

      –Señora, esa es una tradición americana.

      –Ah, no me había dado cuenta –respondió la turista, frunciendo el ceño–. Es que no esperaba que celebraran tanto la Navidad.

      –África tiene una rica variedad de tradiciones culturales y religiones. Esta zona, en concreto, fue colonizada por los portugueses –explicó Mari con paciencia–. Por eso, ha tenido mucha influencia cristiana.

      –Gracias


Скачать книгу
Яндекс.Метрика