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Lunes por la tarde... 5. José KentenichЧитать онлайн книгу.

Lunes por la tarde... 5 - José Kentenich


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qué manera, como si todo fuese seguro, interiormente se percibe que en el tiempo actual todo se tambalea. Allí responde el Apocalipsis: en un tiempo así el Dios viviente exige incluso la disposición al martirio, hasta el anhelo del martirio, pero siempre bajo la condición de que Dios lo haya previsto para mí. (El Apocalipsis exige) una preparación práctica en el día a día. Por tanto, no debemos decir: bueno, por de pronto ahora me lanzo a vivir a todo lo que dé. Si se da el caso, estoy dispuesto a dejar que me corten la cabeza. En última instancia, el Apocalipsis exige que hasta se supere el fuerte miedo interior a una muerte semejante. Verdaderamente, no se puede exigir más: se llega hasta el extremo. Como ven, en la práctica esto significa ser hombres perfectamente libres en su interior, que están en todo momento a disposición de Dios.

      Ahora bien, hemos comenzado a reflexionar: ¿qué exige de nosotros tal espíritu de mártires ahora, en la vida cotidiana habitual? En nuestro modo de hablar dijimos: vivir en serio el espíritu del poder en blanco y de la inscriptio. Ahora puedo aprovechar la ocasión para profundizar una vez más viejos pensamientos.

      Muy a menudo hemos hablado de una cierta diferencia entre la piedad de los religiosos y la de los laicos. ¿Cómo es la piedad de los religiosos y cómo la de los laicos? Tenemos que resguardarnos del peligro de afirmar: lo que se dice siempre acerca de la santidad es apropiado para religiosos, pero no para nosotros. Ellos tienen su modo de ser, y nosotros tenemos el nuestro —no solamente como laicos, sino también como laicos casados—. En efecto, nuestro ideal es: queremos llegar a ser esposos santos.

      ¿Pueden recordar las citas que les traje la última vez? Maritain había subrayado que la forma normal de vivir en el tiempo actual es, simplemente, la forma heroica. Por tanto, como laicos tenemos que ser heroicos, pero a nuestro modo. Y los religiosos tienen que ser heroicos a su modo. Por tanto, no deben decir ustedes: bueno, está bien, dos por dos son siempre cuatro. Yo sigo adelante por mi camino acostumbrado. Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

      No: ser heroico significa algo totalmente distinto, significa abandonar la masa y ascender en soledad junto con el águila hacia el sol —y aun así ser auténticamente hombre, auténticamente estadounidense—. O sea, vivir en medio del pueblo, estar casado, pero después ascender hasta lo último y hasta lo más alto. ¿Cómo es este heroísmo para mí como laico, para mí como hombre casado, como mujer casada? Ya he hablado a menudo sobre esto: tomar en serio el poder en blanco. ¿Qué entendemos por poder en blanco? En nuestro lenguaje schoenstattiano es siempre un alto grado de alianza de amor recíproca entre nosotros y la Santísima Virgen. Yo sello la alianza de amor a la altura del poder en blanco. ¿Qué significa eso ahora? Pienso que no necesito decirles de nuevo cómo se extiende un cheque en blanco en la vida económica. Si coloco mi nombre sobre un trozo de papel en blanco, estoy a disposición de aquel que escribe algo por encima de mi nombre. Por ejemplo, si arriba dice «cinco millones» y abajo está mi nombre, tengo que darle cinco millones, los tenga o no. Y si él escribe que quiere poseer mi casa, tengo que darle mi casa.

      ¿Qué significa eso, entonces? Extender un poder en blanco, hacer la alianza de amor a la altura del poder en blanco, es decir: perfecta disponibilidad mutua. Por tanto, estoy perfectamente a disposición de la Santísima Virgen. Ella puede hacer conmigo lo que quiera, y todo eso con vistas al futuro. Yo estoy perfectamente a disposición de la Santísima Virgen, y ella está perfectamente a mi disposición.

      Ahora digo: sello con la Santísima Virgen la alianza de amor, pero, en última instancia, con el Padre del cielo. ¿Qué significa «con el Padre del cielo»? ¿Qué implica en este contexto el poder en blanco? Visto desde mí punto de vista, perfecta disponibilidad para el Padre y, visto desde el Padre, perfecta disponibilidad para el hijo. Es recíproco. Estoy perfectamente a disposición del Padre; él puede hacer conmigo lo que quiera. Pero él está también perfectamente a mi disposición. Disposición recíproca perfecta. Ya ven: por eso, Patris sum nunc et in perpetuum.

      ¿Qué significa que pertenezco al Padre? Que estoy totalmente a su disposición. De modo que si él dice: por favor, señor Tal y Tal, señora Tal y Tal, te necesito mañana, digamos, en Polonia, o en Hungría, ¿qué tengo que decir yo? ¡Adsum! «Patris sum nunc!». No mañana o pasado mañana. Si el Padre del cielo dice «te necesito para eso», yo estoy dispuesto: ¡Adsum! ¡Patris sum nunc! Y aunque fuese sabe Dios qué tan difícil: ahora estoy aquí a disposición. No tengo nada más que decir que ¡Adsum! Haz conmigo lo que quieras. Pero ¿cómo llegamos a decir: sellamos la alianza con la Santísima Virgen? Porque el Padre del cielo desea que sellemos la misma alianza con ella. Él ha destinado a la Santísima Virgen para que nos eduque a ponernos totalmente a disposición suya. Por eso, la alianza de amor con la Santísima Virgen es un medio para que estemos completamente a disposición del Padre.

      En segundo lugar, es una garantía para que permanezcamos fieles a esa alianza. De eso tiene que ocuparse ella. Por eso, nuestro lema no reza solamente «Patris sum nunc et in perpetuum», sino también «Matris sum nunc et in perpetuum». ¿Comprenden la conexión intrínseca? Esta es la perfecta disponibilidad con la que estoy frente al Padre y a la Madre. Haz conmigo lo que quieras; estoy perfectamente a tu disposición. Cuando hicimos la consagración escribimos de alguna manera nuestro nombre al pie: El Padre y la Madre pueden hacer con nosotros lo que quieran. Por supuesto, por el otro lado, también se puede dar vuelta a la hoja. Es decir, el Padre y la Madre se han puesto a disposición nuestra. Ellos dirigen su mirada con especial amor hacia mí y tejen perfectamente los hilos de mi vida hacia arriba, hasta lo último. Por eso, perfecta disposición mutua: de mi parte, disposición para el Padre, y de parte del Padre y de la Madre, disposición para el hijo.

      ¿Qué significa, ahora, «vivat sanctuarium»? En nuestro santuario la Santísima Virgen quiere regalarnos esta perfecta doble disponibilidad. ¿Comprenden que si vivo en cada instante esta disponibilidad estoy preparado para decir sí cuando Dios el Señor diga: tienes que dejarte cortar la cabeza? Este es el único medio. Pero no solo debo aplicarlo yo: tiene que aplicarlo también el religioso, la religiosa.

      Por eso digo: ¿qué exige de mí el espíritu de mártires? Exige el espíritu del poder en blanco en el sentido de nuestra Familia. Pienso que con ello les he perfilado de nuevo brevemente lo que es la esencia del poder en blanco. Puedo decir: es el espíritu de la perfecta disponibilidad recíproca entre nosotros y el Padre del cielo y la Santísima Virgen. Por eso, ¡qué rico en contenido es nuestro lema! ¡Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum, vivat sanctuarium! Ahora sólo tenemos que vivirlo en serio. Como ven, ahora podríamos permanecer largo tiempo en este punto. ¿Qué tenemos que hacer, día a día y noche a noche? Permítanme decirles: primero, escuchar; segundo, obedecer.

      ¿Qué significa escuchar? Esto es lo difícil para nosotros, hombres de hoy. Estamos tan acostumbrados al camino habitual que hemos seguido desde tiempos inmemoriales que, cuando viene el viento y sacude la casa, nos ponemos interiormente inquietos e inseguros, y después nos angustiamos frente a esa inseguridad. Allí la consigna es conservar la flexibilidad y estar siempre a la escucha: ¿Qué quiere Dios? ¿Qué quiere él ahora de mí? Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum. ¡Nunc, nunc, nunc! En todas las situaciones: Patris atque Matris sum. No sé, ahora, si comprenden todo el alcance de estas pocas palabras. Todos lo notamos: la humanidad actual está nerviosa hasta la punta de los dedos; más aún: todos nosotros estamos nerviosos. Eso forma parte “del deber ser” de todo hombre moderno.

      Pero ¿de dónde viene ese nerviosismo? Por un lado, de que tenemos que absorber un sinnúmero de impresiones que no podemos procesar interiormente. Por eso es prudente que nos digamos: renunciamos a ciertas impresiones que vienen de fuera. Por eso, no estoy todo el día prendido a la radio y a la televisión. No participo en todo lo que la vida moderna ofrece. ¿Quién puede soportar, procesar interiormente todo eso? Sobre todo nuestros pobres niños, ¡qué nerviosos tendrán que estar! Les llega una impresión tras otra, y ninguno de los niños puede procesarlas.

      Una vez más: ¿de dónde proviene que estemos tan nerviosos? Permítanme exponerles dos expresiones que he utilizado a menudo en Alemania. Suenan raras. La primera dice: «seguridad del péndulo». ¿Pueden imaginarse un péndulo? Puedo jugar con él haciéndolo oscilar de un lado al otro. ¿Cuál es la otra seguridad? Hay una expresión jocosa: existe una cierta «seguridad de


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