Donde Se Oculta El Peligro. Desiree HoltЧитать онлайн книгу.
estos años de seguir la linea. De asfixiantes normas y poca flexibilidad. De una vida con pocos placeres, luchando por una aprobación que nunca llegó. De la profunda tristeza de su madre y del control autocrático de sus abuelos sobre su vida y la de su madre. Sentía como si alguien le hubiera robado los anteriores treinta años, años que se fueron para siempre. Ahora, ella quería rebelión y venganza.
"Me estoy despidiendo de mi pasado y dando la bienvenida al primer día del resto de mi vida. Creando la nueva yo."
Porque la antigua yo fue el producto de una mentira y muy aburrida.
Taylor resistió la tentación de meter la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacar la hoja de papel y volver a leer las malditas palabras. No importaba Las tenía memorizadas.
Me doy cuenta ahora de que fue un error ocultarte esto durante todos estos años. Tienes que creer que nuestras intenciones fueron las mejores. Pero ya sabes lo que dicen de las buenas intenciones. Ciertamente, nos han allanado el camino al infierno a todos nosotros.
El hombre acabó su bebida y pidió que se la rellenaran. "No pareces alguien con un pasado del que necesite deshacerse."
"Demuestra lo mucho que sabes." Taylor tragó las ultimas gotas de su vaso y la tensión de su cuerpo se soltó un poco más. El whiskey estaba empezando a hacer su magia en ella. La ira seguia allí igulamente. Eso no se iría pronto.
"¿Qué te trae por San Antonio?"
Una mala decisión. No todos los días me echan de las oficinas de la empresa como si fuera una especie de criminal o un trozo de basuura.
"Es personal." Así que callate y déjame sola. Hizo un gesto al camarero para pedir otro trago. Tal vez, con el suficiente licor en su sistema podría olvidar todo su dolor.
"Supongo que las cosas no fueron bien." Él agarró su bebida fresca y la tomó de un trago.
"Podría decirse. De hecho, se podría decir que no ir bien es un gran eufemismo."
"Eso suena mal."
"Sí. Muy mal." El whiskey en el vaso chapoteó ligeramente cuando ella lo cogió y se lamió las gotas de la mano.
"Tal vez sea mejor que esa sea la última. Odiaría verte intentar conducir hasta casa después de tantas."
Ella volvió sus furiosos ojos hacia él. "Escucha, quienquiera que seas, soy lo suficientemente mayor como para saber cúanto beber. No necesito una niñera. Y me quedo aquí en el hotel, así que si me desmayo, no tengo que irme muy lejos." Lo miró fijamente, después sacudió la cabeza y se pasó los dedos por el pelo. "Perdona. Ha sido grosero por mi parte. Sólo estoy de mal humor esta noche."
Él alargó la mano para ponerla en su antebrazo e incluso a través de las capas de tela sus dedos se sintieron como hierros candentes en su piel. Una pequeña chispa electrica recorrió su cuerpo.
Estrechó la mirada. Ella vió que él tambien la había sentido. Se miraron por un largo momento. Él rompió el contacto visual primero. "Tal vez hablar con alguien ayude."
Sí. Hablame para que pueda descubrir que se pasa por esa bonita cabeza tuya.
Inclinó su vaso y dio otro trago a su gaseosa. Nada de alcohol para él esta noche. Tenía una misión, y no podía permitirse el lujo de tener sus sentidos debilitados. Si había algo que deseara, es que ella hubiera sido fea y abrasiva. Alguien que pudiera desagradarle facilmente. ¿Por qué tenía que ser tan atractiva?
Ya estaba lamentando su decisión de venir aquí. Había otras formas de conseguir lo mismo. Debería haberlas cogido. Las mujeres como ella eran peligrosas para él. Tan suave. Tan atractiva. Tan fácil de dejar pasar por debajo de las barreras. Y ahí estaba el desastre.
Ya pasó por esto una vez. Había sido suficiente para él. No, necesitaba dejar sus murallas aseguradas, y estar sentado aquí con esta mujer no era la manera de que eso pasara.
Acaba tu bebida y vete, quiso decir. Vete de este bar, de este hotel, de esta ciudad. Escóndete lejos de mi y no vuelvas nunca.
Por primera vez en años, se le antojó una bebida de verdad.
Ella tomó otro trago de whiskey. "No puedes hacer nada por los años que he perdido. O hacer que mi propia sangre me acepte."
"Entonces, ¿esto es por problemas familiares?"
Soltó una risa corta y amarga. "Lo sería si tuvieste familia." Acabó lo que quedaba de su bebida y pidió una más. Estaban bajando más fácil ahora.
"Sé que solo soy un desconocido en un bar," siguió, "y que no soy nadie de quien tengas que recibir órdenes, así que considera esto una sugerencia. Creo que deberías hacer de este próximo trago el último."
"Gracias, pero yo decidiré cuándo he tenido suficiente." Y eso podría ser más pronto que tarde.
Taylor se concentró en acabar la bebida, la carta todavía quemaba un agujero en su bolsillo. El hombre la miró con esos profundos ojos negros. Finalmente, tragó lo que quedaba de whiskey e hizo un gesto al camarero para pedir la cuenta. No tuvo problemas para pagar, pero cuando intentó moverse de su asiento casi se tiró al suelo.
Unas manos fuertes la cogieron y la levantaron. "¿Qué tal si te acompaño hasta el ascensor? Solo para asegurarme de que llegas a la recepción a salvo."
"No estoy borracha," insitió ella. "Sólo un poco... débil de rodillas." Y quiso que mantuviera esas manos encima suya, que la tocara, que volviera esa chispa eléctrica.
La mueca de una sonrisa apareció en su boca de nuevo. "Entendible si has tenido un mal día. Vamos. Déjame demostrar que la caballerosidad no ha muerto."
Agarró su brazo y la acompañó fuera del bar, por alguna razón, su impresionante altura hizo que se sintiera más segura. Caminaron hasta el ascensor con su brazo alrededor de ella, estabilizándola. Taylor se apoyó en él para captar su esencia, un aroma masculino que de alguna manera le recordaba a la jungla. O a lo que ella creía que olían las junglas. Pantera. Sintió los músculos tensos de su cuerpo a través de la ropa y se preguntó cómo sería él desnudo.
Tan pronto como le golpeó el pensamiento, intentó deshacerse de él. Taylor Scott no se entretenía con imágenes de hombres desnudos. Incluso había tenido sexo con las luces apagadas.
Si es que se le puede llamar sexo a los pocos torpes y embarazosos intentos de hacerlo.
"¿Qué piso?
"¿Hmm?" Levantó los ojos pesados hacia él.
"Piso. Donde está tu habitación. Quiero asegurarme de que llegas bien adentro."
"Cinco. Estoy en la quinta planta." Su cercanía la abrumaba, el masculino calor de su cuerpo la cubría como una manta. Él era todo lo que ella se había negado a sí misma toda su vida. Todo lo que le enseñaron a evitar. De lo que tenía que protegerse. Ahora esa vida estaba hecha trizas y quería lo que se había perdido. Lo quería a él.
¿Y por qué no? No lo volveré a ver nunca. Una noche. ¿Qué daño podría hacer?
En el camino a su habitación, la sostuvo contra él. En la puerta, abrió su bolso para sacar la tarjeta de la llave y tanteó tratando de introducirla en la cerradura.
"Trae. Déjame." Se la sacó de sus dedos de forma delicada, cambió y abrió la puerta. Dentro, pulsó el interruptor de la luz y se encendió una lampara. "Bueno, has llegado a tu habitación a salvo. Creo que puedes manejarte desde aquí."
Taylor tomó aire y durante un latido, trató de recuperar todas las inhibiciones que el whiskey había soltado. En treinta años, nunca había hecho algo de forma impulsiva. ¿La hacía ello disciplinada, o reprimida? Y si cedía ahora, ¿a quién le iba a importar? Su cuerpo brillaba con sensaciones desconocidas y una necesidad que apenas podía identificar se abría paso desde su núcleo.
Mañana, ella se habrá ido, de vuelta a lo que fuera que la esperaba ahora en su fragmentada vida. Esta