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Donde Se Oculta El Peligro. Desiree HoltЧитать онлайн книгу.

Donde Se Oculta El Peligro - Desiree Holt


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abertura de su sexo. Dios, ella lo quería ahí. Que la tocara ahí.

      Con una atención detallada que solo podía llamarse reverente, él la besó a lo largo de su cuerpo, lamiendo cada centímetro de piel que recorría con su boca. Por fin, se arrodilló y la atrajo hacia él con las piernas colgadas sobre sus muslos. Con sus pulgares, separó sus labios, mirando fijamente su coño abierto. Sin previo aviso, se inclinó y le pasó la lengua por la costura, para luego pasarla por su hinchado bulto. Su cuerpo se estremeció y casi se cayó de la cama. Lo habría hecho, si no fuera por la presión de él en el interior de sus muslos.

      "Delicioso. Sabía que tendrías este delicioso sabor."

      Él la lamió de nuevo y cuando al fin se sació, separo sus labios, deslizó un dedo largo y delgado dentro de ella y lo acarició de un lado a otro.

      Su músculo interior se apretó de inmediato. Agarrando la sábana con los puños, empujó contra su mano, instándole a que explorara, queriendo sentirle más, más profundo. Dios, una simple exploración de su vagina y ella ya estaba preparada para volverse del revés para él. Ella quiso atraerlo a lo más profundo de su cuerpo. Cuando metió un segundo dedo junto al primero, los temblores la recorrieron.

      "Apretado y húmedo. Podrías apretar mi polla hasta la muerte. No sé que hacer primero con semejante banquete extendido ante mí. Pero creo que voy a follarte con mis dedos, porque quiero ver ese increible coño cuando te corras. Por primera vez."

      "Mmm," fue todo lo que logró decir mientras él deslizaba sus dedos dentro de su carne caliente y expectante.

      Se inclinó hacia él, su cara llena de lujuria. "Mejor que tocarte tu misma, ¿verdad, pequeña? Mejor que tu vibrador." Cuando ella no respondió, apareció sorpresa en su cara, pero la borró casi de inmediato. Frunció el ceño. "Nunca has usado un vibrador, ¿no? Nunca te has tocado o usado tu mano para sentirte liberada?"

      Bajó los parpados mientras trataba de ocultar su verguenza. Ella no podía decirle que en la casa donde creció, todo le estaba prohibido y nada era privado. No había dónde esconderse para darse placer o para ocultar los juguetes que necesitaba. No deja de ser asombroso que haya conseguido incluso las insatisfactorias y torpes incursiones en el sexo que ha logrado sin que sus abuelos vean el conocimiento revelador en sus ojos o estampado de alguna manera en su cara.

      Ahora, quería todo eso. Todo. El destino había dejado caer a este hombre en su regazo. Después de esta noche, no lo vería nunca, así que era libre de entregarse a cualquier fantasía. Podía acutar con todo el abandono que quisiera y no temer la censura ni las habladurías.

      Cuando se levantó de repente y abandonó su cuerpo, la ausencia de su tacto la perturbó. ¿Se iba? ¿Ahora? Seguramente no. "¿Está todo bien? ¿A dónde vas?"

      "Está todo bien. Solo he visto algo que quiero. Recogió el espejo de mano que ella había colocado en el tocador y luego regresó, con las piernas de ella abiertas de nuevo sobre sus poderosos muslos. Apoyó el espejo contra su estómago para que estuviera de cara a Taylor. "Quiero que me mires, pequeña. Mira cómo se ve tu increible coño cuando meto y saco mis dedos." Su voz se hizo más gruesa. "Supongo que nunca te habías mirado en el espejo, ¿verdad? Quiero que veas lo que te has perdido todos estos años. Cómo es tener la mano de un hombre estirando estos pequeños y apretados músculos y esparciendo tus jugos en esa suave carne. Mírate mientras te doy placer, ve cómo tu cuerpo responde ante mí.

      "Yo nunca..."

      "No, estoy seguro de que nunca lo has hecho." Su voz estaba cargada de lujuria. "Pero, esta noche, lo harás."

      Su piel se calentó cuando su mirada se dirigió automaticamente al espejo, y lo vio abrir su coño y deslizar dos dedos en su interior. Oscuros zarcillos de necesidad se enroscaron en su estómago y extendieron sus tentáculos a cada parte de su cuerpo. La bombardearon sensaciones desconocidas, despertando su sexualidad dormida.

      "¿Quieres saber cómo te sientes, pequeña?" Su voz era gruesa con deséo. "Raso húmedo. Eres muy suave por dentro y muy húmeda. Resbaladiza. Pero ajustada. Muy ajustada. Veamos cómo de ajustada eres." Deslizó un tercer dedo y los flexionó juntos para estirarla.

      Taylor no podía apartar la mirada del espejo, de sus dedos deslizandose dentro y fuera de ella, de la superficialidad que le decía lo humeda que estaba. Estaba fascinada por la vista de esos fuertes dedos masculinos golpeando fuera y dentro de su vagina, los nudillos rozando los rizos de su sexo, que estaban inundados por su humedad. Automaticamente, separó más sus piernas y se apoyó en los codos para tener una visión sin obstáculos del espejo de mano.

      Mientras observaba el suave movimiento—dentro, fuera, dentro, fuera—el temblor en su vaina se hizo más rápido y más duro y se hizo eco en su cuerpo.

      "¿Te gusta pequeña?" Su voz tenía un ligero temblor. "¿Te excita esto?"

      No podía hablar, tan atrapada por el espectáculo erótico que tenía ante sus ojos que el habla era imposible. Pero cuando su otra mano se dirigió a su hinchado bulto y lo masajeó, ella quiso cerrar los ojos y dejarse llevar por la sensación.

      "Abre los ojos, pequeña," ordenó él con una voz suave. "Los ojos bien abiertos. Pon tus pies en mis muslos y dobla las rodillas." Asintió cuando ella obedeció. "Así está bien."

      Ahora ella podía verlo todo, su sexo entero, su núcleo, donde sus dedos seguían con su movimiento hipnótico mientras masajeaba su clítoris.

      "Dios." La palabra se escapó de sus labios.

      Sus ojos se clavaron en ella. "Te calienta, ¿verdad? Pensé que lo haría."

      Taylor vagamente podía oirlo ahora, aunque él no debaja de hablarle meintras convertía su clítoris en un nudo palpitante de tejido y su vaina codiciosa. Queriendo más, necesitando más, movió sus manos a la parte interior de sus muslos, manteniendo sus piernas extendidas para no obstruir la vista del espejo.

      Cada una de las sensaciones de su cuerpo se incrementaron, consumiendola hasta que no existiera nada más que un intenso orgasmo. Intentó apartarse de él, aterrorizada por un lugar en el que nunca había estado, pero con la necesidad de ir. Su cuerpo le dio la bienvenida mientras su mente lo combatía. Una fina capa de sudor la cubría y le costaba respirar.

      "No lo combatas." Su voz era oscura y seductora. "Acompáñalo. Deja que venga."

      Sin previo aviso, el orgasmo se apoderó de ella, un violento levantamiento y sacudida, olas de sensaciones que golpeaban su cuerpo, la lanzaban de un lado a otro y la golpeaban con una intensidad aterradora. Los espasmos la sorprendieron más allá de su control. Su sangre estaba caliente. No—templada. No—caliente.

      Él movió una mano para presionar su abdomen y mantenerla en su sitio mientras su cuerpo se entregaba al orgasmo. "Mira," ordenó él. "No apartes la mirada."

      Taylor quiso echar la cabeza atras y gritar con éxtasis, pero se obligó a mirar el espejo. Vio como las paredes de su coño agarraban sus dedos, palpitaban contra ellos y el líquido brotaba de ella hacia su mano. Sus ojos se centraron en su cara, mirando, tal vez midiendo la fuerza de sus espasmos. En su punto más alto, empujó con más fuerza dentro de ella y sus dedos rozaron el punto sensible que la hizo caer de nuevo, un juguete en el viento que la consumía.

      Mantuvo sus dedos dentro de la vaina, acariciando la carne aún temblorosa hasta que la última réplica se apagó. Cuando los sacó, los llevó a su boca y lamió cada uno con cuidado. Sus ojos brillaron. "Dulce crema, pequeña. Muy dulce."

      Apartando el espejo, también se movió hasta quedar tumbado junto a ella. Tiró de su cuerpo contra el suyo, todavía temblando por su climax. Le acarició la espalda, sus grandes manos la acariciaron y la sostuvieron mientras su respiración volvía a ser algo parecido a la normal.

      Esto tiene que ser la cosa más loca que él haya hecho nunca. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? No tenía nada que hacer en esta habitación con esta mujer en particular. Un disparo sería demasiado generoso para él.

      No era un hombre que se dejara llevar por su polla.


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