Humanos. Natalia López MoratallaЧитать онлайн книгу.
el término inteligencia solo como la capacidad de cuidar a la prole y conseguirle alimentos, para poder tener un punto de referencia con los animales. Una estimación aproximada de la posible inteligencia de un animal es el coeficiente de encefalización, que se define como el cociente entre la masa del cerebro y el valor que se esperaría encontrar en un animal de las mismas dimensiones. Si ese coeficiente está por encima del esperado podría indicar que la masa extra está disponible para las tareas cognitivas más complejas.
El chimpancé tiene un índice de encefalización de 1,2; los Australopitecos entre 1,3 y 1,5. Entre los del género Homo, el hábil primitivo que no sale de África es de 1,8 y el hombre actual de 2,9. Nos encontramos por tanto con dos niveles de inteligencia, medida como coeficiente de encefalización. Por una parte, la que diferencia a los hombres más primitivos de los parientes primates inmediatos —hominización— y, por otra, el sorprendente aumento de capacidades —humanización— a lo largo de la historia de la humanidad. Un recorrido por la historia evolutiva de los primates destaca los siguientes factores:
1 Entre los primates, el mayor tamaño del cerebro adulto y la complejidad del comportamiento, o inteligencia, se correlacionan con una mayor dependencia de las crías, que llega a ser exageradamente grande en los humanos.
2 El aumento de tamaño del cerebro adulto requiere una disminución en el tamaño del cerebro neonatal, lo que no se debe solo al tamaño del canal del parto. De hecho, los chimpancés no dan a luz cuando el cráneo fetal se acerca a los límites del canal de parto y, sin embargo, al nacer tienen el cerebro más pequeño entre los primates no humanos.
3 El tiempo de duración del destete es una medida del nivel de desamparo de los recién nacidos y se correlaciona con la inteligencia en los primates. A pesar de ello, los bebés humanos se destetan pronto: crecen muy rápido y la lactancia supone un alto coste energético para la madre. Además, solo los niños requieren que se les siga cuidando después de destetarlos.
4 Cuanto más grande es el cerebro de la madre más pequeña es la fracción del cerebro del hijo que se forma en su útero. Por ejemplo, los monos capuchinos, que son bastante inteligentes, nacen con solo el 50 % de su masa cerebral adulta y necesitados de cuidados. Los chimpancés al nacer tienen cerebro pequeño con apenas el 40 % del adulto y son una carga para sus cuidadores inteligentes. Los humanos con solo alrededor del 30 % del crecimiento cerebral alcanzado en el momento del nacimiento, experimentan mayor maduración cerebral mientras están bajo el cuidado de otros.
Los cerebros humanos son muy complejos y su gran actividad requiere un metabolismo rápido que produzca mucha energía. Por ello, resultan energéticamente demasiado costosos para que puedan aumentar de tamaño durante la gestación. Por tanto, la encefalización ha de ocurrir en gran medida después del nacimiento. Los humanos nacen, de hecho, justo antes de que las demandas energéticas fetales superen el límite metabólico de la madre sostenible para su fisiología; así alivian la carga de la madre. Para entonces las dimensiones del canal de parto solo deben seguir siendo adecuadas para el parto.
El lento período de crecimiento de la niñez es una adaptación biocultural distintiva de los humanos. Son incapaces de buscar y procesar alimentos por sí mismos, sin embargo, el recién nacido humano posee una prodigiosa inteligencia emocional: a través de la mirada, de las expresiones faciales, de los gestos, etc., “manipulan” a los padres y otros cuidadores para que inviertan en ellos.
La naturaleza altamente social y emocional entre el niño y el cuidador o cuidadores con su influjo en el desarrollo del lenguaje, se ve beneficiada por un potente cerebro.
Los bebés, las madres y otros cuidadores, la familia, fueron las verdaderas estrellas en la historia de la inteligencia humana. Sin transferir los conocimientos y las técnicas de padres a hijos, no evoluciona la inteligencia.
Los procesos evolutivos nos trajeron cerebros grandes, inteligencia y bebés costosos. Pero como subraya la investigación, la crianza de los niños, el matrimonio, el parentesco, la familia, han tenido una enorme importancia en la evolución de la humanidad, una importancia que a menudo se pasa por alto.
[1] Francisco MORA, El reloj de la sabiduría: Tiempos y espacios en el cerebro humano, 2011.
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