Эротические рассказы

"Quiero escribir mi historia". Pablo Francisco Di LeoЧитать онлайн книгу.


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y de promoción de la salud (Kornblit, 2007; 2008; Camarotti, 2010; Mendes Diz et al., 2010; Di Leo, 2010, 2011a, 2011b). Profundizando en esta búsqueda, en 2010 iniciamos dos proyectos de investigación,2 partiendo de las siguientes preguntas:

       ¿Cómo conforman, sostienen y proyectan sus vidas los jóvenes en barrios populares?

       ¿Cómo construyen sus identidades individuales y colectivas en estos escenarios sociales? ¿Cómo inciden las condiciones estructurales en esas construcciones? ¿Con qué posibilidades de agenciamiento cuentan estos jóvenes?

       ¿Cuáles y cómo son las principales instituciones sociales y políticas con las que se relacionan en sus historias y vidas cotidianas? ¿Qué significaciones, prácticas y estrategias despliegan los jóvenes en torno a las mismas?

       ¿Cuáles son, cómo significan y cómo afrontan sus principales problemáticas vitales?

       ¿Qué características y vinculaciones tienen las vulnerabilidades –en sus dimensiones individual, vincular y estructural– que atraviesan en sus trayectorias biográficas?

       ¿Cómo se configuran sus trayectorias y temporalidades biográficas, en la tensión entre la reproducción y el cambio?

      Estos interrogantes nos impulsaron a la búsqueda y adaptación de diversas herramientas teóricas y metodológicas que nos permitieran desplegar el problema y construir nuestro objeto de investigación, contribuyendo tanto a la reflexividad epistemológica como a lograr una mejor aproximación –tanto en términos éticos como sociológicos– a las experiencias de los jóvenes que habitan en barrios populares. A continuación, presentamos brevemente las herramientas conceptuales más relevantes que retomamos en nuestro estudio, la estrategia metodológica utilizada para la construcción de los datos y la manera en que organizamos la presentación de los resultados en este libro.

      En el contexto de las transformaciones recientes de la denominada “segunda modernidad”, se profundizan las tensiones en los procesos de constitución de las subjetividades juveniles. A diferencia de la relativa previsibilidad que otorgaban a las biografías sus vinculaciones con las instituciones en las sociedades salariales, en las actuales sociedades de riesgo los sujetos se encuentran, como nunca antes, “obligados a individualizarse”. Los jóvenes, hijos de la libertad, practican una moral de búsqueda, de experimentación, que une cosas que parecen excluirse mutuamente: el egoísmo y el altruismo, las experiencias personales y los sentidos colectivos. Ya no creen en los proyectos institucionales que giraban en torno a la socialización de ciudadanos para un espacio público abstracto, totalmente ajeno a sus vidas privadas. Permanentemente demandan, desde sus prácticas y sus reflexividades, que las instituciones socializadoras den razones acerca de sus normas y sentidos, incorporando a las mismas sus experiencias individuales y colectivas de construcción identitaria (Beck y Beck-Gernsheim, 2003; Reguillo, 2000; 2004).

      A partir de la crisis de integración social que vivió la Argentina durante las últimas décadas del siglo XX como consecuencia de las políticas neoliberales, se multiplicaron y acentuaron las distancias entre las diversas experiencias vitales de los jóvenes, atravesadas por profundas desigualdades e inequidades socieconómicas, étnicas, de género y territoriales (Kessler, 2006; Urresti, 2008; Chaves, 2010; Hopenhayn, 2011). Como sintetiza Juan Carlos Tedesco (2008), la paradoja de la situación actual reside en que, por un lado, la segunda modernidad amplía efectivamente la capacidad de elección de los individuos, que pueden construir mucho más libremente sus identidades, pero, simultáneamente, como este proceso va acompañado de enormes desigualdades, exclusión y fragmentación, si todo queda librado a la capacidad de demanda de los sujetos, éstos obtienen sólo aquello que están en condiciones de pedir y no lo que necesitan. Así, para muchos jóvenes que viven en barrios ubicados en los márgenes de nuestras sociedades existen necesidades que no logran ser expresadas como demandas, ya que el salto de las primeras a las segundas requiere una fuerte capacidad de expresión y de organización.

      Por otra parte, muchos de los jóvenes en contextos de gran vulnerabilidad social también pueden resolver sus problemas cotidianos de trabajo, educación, salud y, a pesar de todo, logran “salir adelante”, “soñar”, “planificar un futuro”. Es en esta tensión en la que buscamos centrar nuestra investigación, otorgándoles un papel preferencial a los jóvenes, a sus experiencias y a sus reflexividades, lo que nos permitirá encontrar las heterogeneidades, sus distintos modos de actuar y sus múltiples posibilidades de individuación, producto del encuentro entre la agencia y la estructura. En las experiencias de estos jóvenes hay estructuras que se encarnan en los cuerpos, así como también sujetos que seleccionan, con diversos grados de libertad y autonomía, sus modos de realización.

      Estas transformaciones estructurales y tensiones en las experiencias subjetivas exigen a las ciencias sociales de nuestra región un cambio en su mirada. Si bien las representaciones clásicas de lo social siguen teniendo un lugar importante, cada vez más investigaciones en ese campo se centran en los individuos, sus experiencias, reflexividades y construcciones identitarias. En esta línea, Danilo Martuccelli (2006; 2007a; 2007b; Araujo y Martuccelli, 2012) viene desarrollando durante los últimos años diversos trabajos de investigación teórica y empírica en torno a una sociología de la individuación, cuyo objetivo central es “describir y analizar, a partir de la consideración de algunos grandes cambios históricos, la producción de los individuos. La cuestión no es entonces saber cómo el individuo se integra a la sociedad por la socialización o se libera por medio de la subjetivación, sino de dar cuenta de los procesos históricos y sociales que lo fabrican en función de las diversidades societales” (Martuccelli, 2007b: 30).

      En la modernidad tardía el modelo según el cual la posición social del actor se erige como principal factor explicativo de sus prácticas y experiencias ha perdido buena parte de su pertinencia. La estrecha homología entre los procesos estructurales, la trayectoria colectiva (de clase, género o generación) y la experiencia personal de los individuos se revela menos efectiva que antaño en virtud del creciente número de anomalías registradas en sociedades marcadas por la incertidumbre y la contingencia. Con la singularización de las trayectorias individuales como corolario, el mentado proceso pone en jaque las herramientas con que tradicionalmente la sociología ha intentado –y sigue intentando– hacer inteligibles las acciones y experiencias de los sujetos en función de su posición social: “Los individuos se rebelan contra los casilleros sociológicos” (Araujo y Martuccelli, 2010: 80).

      Lo importante es la manera como los individuos se constituyen un entorno existencial combinando relaciones u objetos, experiencias o actividades diversas, próximas o lejanas, que, en la ecología así constituida, van o no a dotarse de significaciones absolutamente singulares. Este entramado heterogéneo y proteiforme crea alrededor de cada uno de nosotros un tejido existencial y social elástico que es, en el sentido a la vez más estricto y restringido del término, “nuestro” verdadero mundo. (Martuccelli, 2007b: 81)

      Para la identificación y el análisis sociológico de los soportes, evitando caer tanto en una tipificación o cuantificación de personajes sociales como en una galería de historias individuales, es preciso tener en cuenta ciertas características comunes y articuladas en sus modos de funcionamiento. Pueden presentarse, alternativamente, bajo una forma activa –movilizados conscientemente por el


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