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Universidades, colegios, poderes - AAVV


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partir de entonces, pero en especial durante el mes de septiembre, la joven, considerada como símbolo de «la virgen morena de la raza de bronce, simiente del pueblo mexicano»,10 recibió todo tipo de halagos y homenajes. Si bien se convirtió en uno de los principales focos de atracción de las fiestas, y su presencia en los grandes salones atraía las miradas curiosas e incrédulas de la elegante concurrencia, tras bambalinas motivaba comentarios burlones y despectivos, los cuales –discursos aparte– mostraban con crudeza el verdadero rostro de la sociedad posrevolucionaria:

      «Duro con María Bibiana»

      Y… pare usted de contar

      porque se va a celebrar

      un merecido homenaje

      a una india de linaje,

      que sospecho va a acabar

      haciendo el papel de guaje…11

      A pesar de que todos los «elementos» del país fueron convocados para colaborar al mayor lucimiento posible de las solemnidades patrias, en el programa oficial de los mismos se observa una notable ausencia, inexplicable en un evento de tal importancia y cuyo óptimo desarrollo resultaba particularmente significativo para el Gobierno en funciones. Nos referimos a la del rector de la Universidad Nacional, el licenciado José Vasconcelos Calderón, miembro del círculo más cercano al presidente Obregón,12 además de figura clave en el programa educativo de su administración, quien al tiempo de las festividades estaba a punto de encabezar formalmente los destinos de la Secretaría de Educación Pública. Recuérdese que el decreto de creación de esta última dependencia gubernamental data del 29 de septiembre de 1921, el cual fue publicado el 3 de octubre del mismo año.

      Ante este hecho, nos surgen varias preguntas: ¿cómo reaccionó la Universidad Nacional ante las celebraciones patrias de 1921? ¿Tuvo alguna participación significativa en estas y en qué consistió? ¿Por qué razón no se adelantó algunos días la fecha de inauguración de la Secretaría de Educación Pública para que constituyera el número estrella de las festividades patrias?

      III. VASCONCELOS Y EL PROGRAMA DE FESTEJOS

      Afortunadamente, el propio Vasconcelos dejó algunas pistas sobre el tema que nos ocupa en El Desastre, uno de los volúmenes de su autobiografía, en donde con toda claridad expone su posición frente al centenario e, incluso, precisa con exactitud los casos en los que decidió participar. De inicio, advierte al lector que dado que «el alboroto de las fiestas emborrachaba a la ciudad y deslumbraba a la república», contra sus intenciones originales, decidió intervenir de manera muy selectiva y aprovechar la oportunidad que la ocasión le brindaba para hacer «propaganda de la labor educacional», meta central de su quehacer público y que, sin duda, por entonces demandaba toda su atención y energías.13 Si bien se mantuvo firme en la negativa de asistir a los banquetes oficiales y recepciones, aceptó encabezar las sesiones del Congreso de Estudiantes Latinoamericanos y, vinculadas a este evento, presidir algunas «recepciones universitarias sencillas» en honor de los huéspedes distinguidos que acudieron al país con dicho motivo: José Eustasio Rivera, el novelista de La Vorágine; don Ramón del Valle Inclán y el ministro colombiano Restrepo.14

      Llama la atención la actitud tan radical con la que el rector de la Universidad cumplió sus propósitos; pese a que durante las fiestas se realizaron diversas actividades directamente relacionadas con la temática educativa, sistemáticamente se mantuvo al margen. Así aconteció con la realización de la «Semana del Niño», actividad orientada a apuntalar la educación higiénica y cívica de los futuros ciudadanos,15 así como con la serie «Conferencias sobre arte y cultura coloniales», efectuadas en el anfiteatro de la escuela nacional preparatoria y cuya ceremonia inaugural contó con la presencia del presidente de la República. Igualmente sorprende su ausencia en la excursión a San Juan Teotihuacán efectuada el 14 de septiembre, a la que acudieron los embajadores extraordinarios y los jefes de las misiones especiales, los altos funcionarios de la Administración, los representantes de las cámaras, la prensa y algunos particulares. De acuerdo con la importancia histórica, cultural e incluso diplomática de este acto, la presencia de Vasconcelos era obligada, pero congruente con su decisión una vez más se mantuvo al margen.16

      Sin embargo, localizamos dos excepciones a la regla general de conducta autoimpuesta por Vasconcelos. La primera de ellas es que aceptó inaugurar la sala de conferencias del antiguo cuartel de San Pedro y San Pablo, en donde descubrió la estatua de Dante obsequiada por la colonia italiana con motivo de las fiestas. El segundo caso es su asistencia a la premiación de los «Juegos Florales», torneo poético organizado por la Universidad, para cuya realización el propio rector convocó a todos los literatos de habla española residentes en la República.17 Pero la presencia del escurridizo Vasconcelos en este último caso no se debió a que dicho certamen fuera responsabilidad de la máxima casa de estudios, sino a que el general Obregón, quien debería presidir la ceremonia, se disculpó a última hora, por lo que delegó tal función en la figura del rector.18 Con todo y de acuerdo con las fuentes consultadas, incluido el álbum gráfico, el dirigente universitario no pronunció ningún discurso alusivo a la ocasión o, por algún motivo que desconocemos, los medios de información evitaron hacer algún comentario al respecto.19 En contraste, muy al estilo de la época, la prensa relató con lujo de detalles los momentos más representativos de la premiación, como podemos apreciar en las líneas siguientes: «Con voz pausada, el señor Torres Bodet recitó su poema escuchándose un estruendoso aplauso cuando terminó, mientras que el poeta, de rodillas, recibía la “Flor Natural” de manos de la reina, la señorita Hortensia Elias Calles».20

      IV. LA EXCEPCIÓN DE LA REGLA: EL PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIANTES

      Así, tal y como lo había afirmado Vasconcelos al hacer el recuento retrospectivo de su participación en las fiestas septembrinas de 1921,21 esta prácticamente se concretó en un acto: organizar y presidir el primer congreso internacional de estudiantes, evento de grandes vuelos realizado en la ciudad de México entre el 20 de septiembre y el 8 de octubre.22

      El momento era propicio para congregar a los estudiantes de distintos países e intentar la unión continental del gremio, aunque a juicio de Ciriaco Pacheco la premura con que este programa se organizó impidió la presencia de algunos de los delegados que contaban con mayor experiencia en la movilización estudiantil de sus respectivos países. Por supuesto que las inquietudes juveniles que afloraron en México no representaron un hecho aislado, sino que hubo expresiones del mismo género en casi toda Hispanoamérica: «en el ambiente –afirma el mismo escritor– flotaba un anhelo de unión y de conocimiento, de simpatía continental»,23 fenómeno que en el caso de Argentina desembocó en el movimiento de Córdoba de 1918 y cuyos logros presagiaron una nueva era para la juventud estudiosa del continente.

      En cuanto a México, no tardaron en escucharse los ecos de voces inconformes y renovadoras, las que aprovechando el «arrebato triunfal» del momento político propicio, como señala Enrique Krauze, manifestaron su indignación en contra del presidente venezolano Vicente Gómez El Bizonte, quien había ordenado el encarcelamiento de aproximadamente setenta estudiantes por intentar fundar una federación estudiantil. Al conocerse en nuestro país esta noticia, gracias a Carlos Pellicer Cámara (24 de abril de 1921), se comisionó a la mesa directiva de la federación de estudiantes de México, recientemente nombrada y presidida por Daniel Cosío Villegas, para que solicitara el apoyo de las universidades del continente en contra de la injusticia sufrida por los hermanos del sur.

      De inmediato, Vasconcelos olfateó los posibles beneficios políticos que le redituaría encabezar esta causa, ya que le permitiría extender su influjo moral a toda América Latina, por lo que decidió publicar una «excitativa» dirigida a «los intelectuales de todo el continente y a las Universidades de la América del Norte y de la América del Sur», con el fin de que presionaran a sus respectivos gobiernos y buscaran una solución al problema de los estudiantes venezolanos presos.24

      A la acción de la rectoría se sumó el presidente Álvaro Obregón, quien siguiendo su fino instinto político accedió a que en medio de las fiestas


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