Ecoxicanismo. Maite Aperribay-BermejoЧитать онлайн книгу.
raza, el género o el medioambiente. Son obras asimismo “discriminadas”, en buena medida, por el canon literario. Por una parte, existe una discriminación de género, puesto que la mayoría de los nombres reconocidos entre los autores, historiadores, críticos literarios y académicos del Movimiento Chicano son masculinos: “Contemporary
Chicana feminist critics acknowledge the vital preliminary work accomplished by our compañeros … As feminists … however, we lament that Chicanos have given only a cursory nod to the women who historically labored alongside them in the struggle against Anglo-American domination and exploitation” (Saldívar-Hull 27).
También se evidencia una discriminación racial y étnica por parte de lo que Saldívar-Hull denomina “Eurocentric feminism” por el que las feministas angloamericanas y europeas tendían a dejar de lado a feministas pertenecientes a minorías raciales como la chicana, la nativo-americana o la afroamericana, por lo que según la propia Saldívar-Hull, “[w]hen White feminists began to categorize the different types of feminisms in the 1980s, we, in turn, began to trace the muting of issues of race and ethnicity under other feminist priorities” (36-37).
Podríamos incluso hablar de una triple discriminación, ya que son muchos los que creen que la crítica literaria medioambiental o ecocrítica es, o una moda pasajera o interesada: “Even now, with the nature again in vogue, and everyone’s voice rising in her defense, the rhetoric seems suspiciously self-interested. Save the rainforest in case valuable medicinal plants lie undiscovered there. … Conserve resources for future generations” (Vance 125). En contra de esta triple discriminación, So Far from God, Cactus Blood, Under the Feet of Jesus, Heroes and Saints y Watsonville: Some Place Not Here muestran cómo el ecofeminismo puede servir como herramienta para la consecución de un cambio social y medioambiental.
Ecofeminismo y justicia medioambiental en la literatura chicana
As women, we lack the body of literature, history, ritual, myth, song, healing practices, games, art, and spirituality that could give the kinds of depth and meaning to our lives that men take for granted.
(Vance 140)
Nuestro sistema económico se apropia de los recursos naturales hasta su agotamiento, el nivel de vida no es sostenible y en consecuencia resulta necesario un cambio en nuestras costumbres y modo de vida, puesto que la crisis en la que estamos actualmente inmersos no es una crisis únicamente económica, sino sociocultural, sanitaria y medioambiental. El sistema capitalista explota la naturaleza sin miramientos, y también a las clases más desfavorecidas para el mero beneficio económico. Nuestro mundo está ordenado en dicotomías jerarquizantes que se perpetúan una a costa de la otra. El ecofeminismo lucha contra estas relaciones de poder, contra la oposición hombre-mujer, y la separación entre hombre y naturaleza, que son tan antiguas como el propio cristianismo (Kheel).
Llega un momento en el que las mujeres reclaman una equiparación y reconocimiento de sus derechos. Diversas ramas del feminismo de principios de los años setenta recogen esta reivindicación y consiguen, en parte, romper con el mundo doméstico al que las mujeres habían estado limitadas durante siglos. En esta misma época surgen diversos movimientos ecologistas que se desarrollarán con mayor plenitud en las décadas posteriores. Estas luchas contra el sometimiento de la naturaleza y las mujeres son el origen del pensamiento ecofeminista, cuyas aportaciones nos ofrecen la oportunidad de enfrentarnos a la opresión de las mujeres, la naturaleza y los grupos desfavorecidos por parte de la sociedad patriarcal.
En palabras de Herrero, “el ecofeminismo es un movimiento de mujeres que nace de la conciencia de este doble sometimiento y de la creencia en que las luchas contra este contienen las claves de la dignidad humana y de la sostenibilidad” (Tortosa). El ecofeminismo es la lucha contra el patriarcado, la opresión sexual y de género, y contra el sometimiento del tercer mundo (el Sur). Es la defensa de la igualdad y paridad entre los anteriormente citados binomios hombre-mujer, cultura-naturaleza o Norte-Sur. Es la lucha en favor de la ética del cuidado, de una economía alternativa y justa, en favor de un mundo más justo a nivel social y a nivel medioambiental.
El ecofeminismo surge en Europa en el último tercio del siglo XX, y el término fue acuñado por la escritora francesa Françoise d’Eaubonne en 1974. Poco después, en 1980, las impulsoras del ecofeminismo se reunieron en el congreso Women and Life on Earth: A Conference on Eco-Feminism in the Eighties celebrado en Amherst, Massachusetts. Este primer congreso ecofeminista fue una respuesta a la crisis generada tras diversos desastres ecológicos a nivel internacional, entre ellos la progresiva desaparición del mar de Aral (URSS) en los años sesenta, el desastre de Séveso (Italia) en 1976, el desastre ecológico del barrio de Love Canal (Nueva York) en 1978, o la fusión accidental del núcleo del reactor de Three Mile Island (Pensilvania) en 1979. En este congreso se analizaron las relaciones entre ecología, salud y feminismo, y como afirman Mies y Shiva, se planteó que “la devastación de la tierra y de los seres humanos que la pueblan … y la amenaza de la aniquilación nuclear … son preocupaciones feministas” (Ecofeminismo 26).
El pensamiento ecofeminista se enfrenta a la colonización y la dominación simultanea de las mujeres y la naturaleza, y aboga, entre otras, por nuevas perspectivas y abordajes como la resistencia pacífica, el buen vivir, la soberanía alimentaria, el decrecimiento sostenible o la ética del cuidado. De ahí que nos encontremos ante una filosofía o movimiento interdisciplinar que abarca diversos ejes de acción. Tal y como afirma O’Loughlin, la dinamica de opresión es similar entre todas las personas oprimidas y en el caso de las mujeres es común que experimenten esta opresión desde más de una perspectiva, como por ejemplo mediante el racismo, el clasismo, el heterosexismo o el sexismo (148).
Puleo sostiene que el feminismo y el ecologismo son dos movimientos indispensables para el siglo XXI, y afirma que ambos movimientos “permiten desarrollar una mirada distinta sobre la realidad cotidiana, revalorizando aspectos, prácticas y sujetos que habían sido designados como diferentes e inferiores” (Ecofeminismo para Otro Mundo Posible 8). Puleo considera que el ecofeminismo está fuertemente ligado a la experiencia vital, por lo que cree que se podría afirmar “que hay tantos ecofeminismos como teóricas ecofeministas” (Ecofeminismo para Otro Mundo Posible 29). La existencia de diferentes corrientes o filosofías ecofeministas y sus múltiples relaciones con otras disciplinas como la sociología, la ecología, el pacifismo o el feminismo manifiestan su interdisciplinariedad. Al existir diferentes filosofías o corrientes dentro del ecofeminismo, actualmente prefiere hablarse de ecofeminismos: “Because our experience as women is diverse, so too is ecofeminism. Ask a half-dozen self-proclaimed ecofeminists “what ecofeminism is,” and you’ll get a half-dozen answers, each rooted in a particular intersection of race, class, geography, and conceptual orientation” (Vance 125-126). Aun habiendo diversas interpretaciones filosóficas del ecofeminismo, todas ellas propugnan “la necesidad de una nueva cosmología y una nueva antropología que reconozcan que la vida en la naturaleza (que incluye a los seres humanos) se mantiene por medio de la cooperación, del cuidado mutuo y el amor” (Mies y Shiva, Ecofeminismo 15). En este mismo sentido Birkeland afirma que, aunque existan numerosos modos de entender el ecofeminismo, todos ellos tienen ciertos puntos en común. Uno de ellos sería la necesidad de un cambio de paradigma que posibilite una transformación social basada en nuevos valores que promulguen la igualdad, la paz o la diversidad cultural. También comparten el objetivo de eliminar las relaciones jerárquicas, puesto que la simple redistribución de las relaciones de poder no sería suficiente. Cabría asimismo mencionar el hecho de que debe considerarse que todo lo perteneciente a la naturaleza tiene un valor intrínseco o inherente, lo que permitiría dejar de lado el antropocentrismo para abrazar el biocentrismo, olvidándonos de controlar la naturaleza para nuestro provecho y pasando a vivir en armonía con la misma a fin de preservar su diversidad (Birkeland 20).
Por todo ello, Puleo defiende que el ecofeminismo es un movimiento comprometido con la transformación social, cuya finalidad es la supresión de las jerarquías y la búsqueda y consecución de un nuevo modelo de desarrollo humano que sea pacífico y respetuoso con el entorno (Ecofeminismo para Otro Mundo Posible 21). El ecofeminismo promulga por tanto la sororidad, la dimensión de la política que busca la confluencia y la sintonía entre