Ciudadanos, electores, representantes. Marta Fernández PeñaЧитать онлайн книгу.
más relevantes de la historia ecuatoriana, pues en ella se produjo la consolidación de un modelo político de liberalismo conservador con una fuerte preeminencia de la religión católica –denominado por la historiografía ecuatoriana más reciente como el periodo de la «modernidad católica»– a la vez que el desarrollo del estado nacional ecuatoriano.24
Tradicionalmente, el proyecto político de García Moreno ha sido caracterizado por la historiografía como un proyecto contradictorio que no consiguió triunfar.25 No obstante, en las últimas décadas estas tesis han sido revisadas por historiadores como Juan Maiguashca o Ana Buriano. En palabras de Buriano, el ideal político de García Moreno era «el progreso ordenado y la libertad controlada de la nación regida por la moral cristiana». Esta autora señala también que lejos del inmovilismo tradicionalmente asociado al periodo conservador ecuatoriano, la política de García Moreno se caracterizó por «promover cambios e innovaciones» así como por fomentar la construcción de una nación.26 En la misma línea se sitúa Maiguashca, quien destaca la relevancia de la política de García Moreno en la formación de un Estado nacional ecuatoriano en las primeras décadas del siglo XIX, rechazando así las hipótesis tradicionales que situaban los orígenes del Estado moderno en Ecuador a finales de siglo. Para este autor, en 1861 daba comienzo una época de cambios en todos los ámbitos: «mientras el cambio social que inició García Moreno se encaminó a fundar una sociedad civil basada en el mérito, el cambio político-ideológico que propuso tuvo como meta la creación de una comunidad imaginaria en el interior de un Estado soberano».27
Desde su creación como Estado independiente en 1830, Ecuador había sido gobernado por individuos conservadores pertenecientes a la escuela francesa: Juan José Flores (1830-1834 y 1839-1845) y Vicente Rocafuerte (1834-1839).28 No obstante, en marzo de 1845 estalló la Revolución de Marzo, que enfrentó a los partidarios del entonces presidente Juan José Flores contra los rebeldes «marcistas» liderados por José María Urbina. A partir de 1845, la escuela americana conseguiría hacerse con el poder, sucediéndose los gobiernos de Vicente Ramón Roca (1845-1849), Manuel de Ascásubi (como encargado entre 1849-1850), José María Urbina (1851-1856) y Francisco Robles (1856-1859). Tras la guerra civil (o «crisis nacional») de 1859-1860 –en la que el poder político quedó dividido entre Cuenca, Loja y Quito–, finalmente los garcianistas conseguirían retomar el poder a partir de la conquista de Guayaquil –donde había resistido el general Guillermo Franco, apoyado por el presidente peruano Ramón Castilla– el 24 de septiembre de 1860, fecha clave en el imaginario de los conservadores ecuatorianos.29
Tras este desenlace, García Moreno empezaba a ser considerado el valedor de la reunificación nacional. Así, en algunos impresos que circularon en aquel momento se podía leer que por su «mediación redentora el hermano de la Costa y el hermano de la Sierra están bajo la Línea Equinoccial».30 García Moreno era el pacificador de Ecuador, como se ponía de manifiesto en otro panfleto:
Ha pasado una revolución como pasa un huracán sobre la tierra, revolviendo, mudando, conmoviendo todo lo que ha encontrado en su camino. Concluida su obra, ha desaparecido para el pueblo, que ya no ve su sombra aterradora, sino las estatuas de la Paz que recorren triunfantes las plazas de la República [...].31
Por ello, García Moreno aparecería como el candidato idóneo para hacerse cargo de la presidencia desde 1861.
Gabriel García Moreno había viajado por Europa en dos ocasiones antes de llegar al poder en Ecuador, lo que le permitió entrar en contacto con los sistemas políticos instalados en Inglaterra, Francia o Alemania. Como apunta Luis Robalino, esto supuso un gran aprendizaje para el futuro presidente ecuatoriano, ya que la Europa de 1850 era todo un espectáculo:
[...] acababan de ser dominadas las varias revoluciones del año trágico de 1848, muy especialmente en Francia, Alemania, Italia, Austria y los Principados Danubianos. En la primera de estas naciones, la formación de una clase obrera [...] permitió la Revolución de 1848 a nombre del sufragio universal; la constitución de la Segunda república y la tentativa, en las jornadas sangrientas de Junio, de un trastorno social. El socialismo naciente, colectivista con Saint Simon, Fourier y Louis Blanc, o anarquista con Proudhon, trataba de implantarse en Francia.32
Su segundo viaje europeo, en 1855, se centró especialmente en Francia, donde se hallaba en apogeo el Imperio de Luis Napoleón Bonaparte. García Moreno era un gran admirador de la política de Napoleón III –no en vano se adscribiría a la escuela francesa, como se verá en el próximo capítulo–, y «veía que en el Ecuador, más que en Francia, la necesidad de una autoridad fuerte se hacía sentir con premura». El ecuatoriano comparaba la Revolución francesa de 1848 con la revolución que había protagonizado Urbina en Ecuador unos años antes, y se convencía de que «así como Napoleón III había ahogado la Revolución de 1848, él ahogaría, y más fácilmente, el espíritu revolucionario en el Ecuador aplastando a todos los Urbinistas que tratasen de despertarlo».33 Además, en Francia tuvo la oportunidad de conocer su sistema educativo, que le inspiraría para proponer uno propio en el Congreso de 1857 y posteriormente llevarlo a cabo durante su etapa presidencial. También admiraba el trabajo ornamental que Napoleón III había desarrollado en París –«He encontrado inmensas mejoras debidas a Luis Napoleón quien, a pesar de la guerra, hace continuar mil obras de ornamento o de utilidad, como calles y palacios magníficos, ferrocarriles nuevos, etc.»–,34 elemento que también trataría de imitar una vez llegara al poder en Ecuador. El interés por la construcción de obras públicas –caminos, carreteras, líneas férreas, hospitales, orfanatos, cementerios, etc.–, especialmente durante su segundo mandato, hizo que el historiador Pareja Diezcanseco dijese de él que «más que un estadista, García Moreno es un constructor, un gran maestro de obras».35
Durante su primera legislatura, regida por la Constitución de 1861, se llevó a cabo la promulgación de un compendio legislativo importante, que sentó las bases del sistema liberal que se empezaba a consolidar durante la década de los sesenta: entre otras, la Ley de Régimen Municipal de 1861, las leyes electorales de 1861 y de 1863 o la Ley Orgánica de Instrucción Pública de 1863. A este primer mandato también correspondía la firma del Concordato con la Santa Sede, llevado a cabo en Roma el 26 de septiembre de 1862 y ratificado en Quito el 17 de abril de 1863.36 El objetivo de dicho Concordato, además de asegurar la religión católica como la única posible en el país, prohibiendo otros cultos, era el de establecer algunas de las prerrogativas de los eclesiásticos y el papel de la religión en la República de Ecuador. En este sentido, a través de este documento se implantaron cuestiones como la presencia de la doctrina católica en la educación –«la instrucción de la juventud en las universidades, colegios, facultades, escuelas públicas y privadas, será en todo conforme a la doctrina de la religión católica»–; la censura con respecto a los «libros contrarios a la religión y a las buenas costumbres»; la continuidad del cobro de diezmos; o el derecho de la Santa Sede a erigir nuevas diócesis en el territorio ecuatoriano. Asimismo, durante este primer mandato de García Moreno tuvieron lugar importantes actuaciones en materia de política exterior, destacando la asistencia de Ecuador al Congreso Americano celebrado en Lima en 1864, con el objetivo de definir