Ciudadanos, electores, representantes. Marta Fernández PeñaЧитать онлайн книгу.
1869 –un periodo conocido por la historiografía ecuatoriana como «Interregno»– se sucedieron en la presidencia de Ecuador una serie de individuos –todos los cuales contaron con el apoyo de García Moreno siempre y cuando siguieran sus directrices–, que gobernaron durante plazos muy cortos: Rafael Carvajal (1865), Jerónimo Carrión (1865-1867), Pedro José de Arteta y Calisto (1867-1868) y Javier Espinosa (1868-1869). A pesar de que todos ellos siguieron con el programa político inaugurado en 1861, Ana Buriano señala que en esta etapa también podían encontrarse algunos aires de renovación: la amplitud de la libertad de prensa, la concesión de amnistías políticas, el apego a la legalidad o la búsqueda del centro ideológico fueron elementos característicos de los gobiernos que se sucedieron en estos años.38
A partir del 29 de julio de 1869 se iniciaba el segundo mandato de García Moreno. Este periodo estaría regido por la Constitución de 1869 (conocida como la «Carta Negra»), en la que se reforzaba el elemento católico que caracterizaba la ideología de García Moreno, y por la ley de elecciones promulgada en el mismo año. Este segundo mandato estaría caracterizado por una progresiva centralización política, una mayor amplitud de las atribuciones del poder ejecutivo, una limitación de las libertades individuales y una enorme restricción del derecho a la ciudadanía, que quedaba limitado a los individuos que, entre otras cuestiones, profesaran la religión católica.39 Además, en esta segunda legislatura tuvo lugar una importante obra educativa, así como una considerable atención a la construcción de infraestructuras, a la que hemos hecho referencia anteriormente.
El periodo garciano concluiría el 6 de agosto de 1875 con el asesinato del presidente al entrar en el Palacio de Gobierno (Palacio de Carondelet), a manos de Faustino Rayo, un colombiano que años antes había sido el hombre de confianza de García Moreno. Pareja Diezcanseco explicaba de la siguiente forma cómo tuvo lugar el asesinato:
Cerca de las dos de la tarde del 6 de agosto de 1875, después de haber orado en la Catedral y de visitar la casa de su familia política, enderezó García Moreno sus pasos al Palacio. Acababa de subir las escaleras del atrio, cuando Faustino Rayo le atacó de un machetazo entre el cuello y la espalda. Manuel Cornejo le descerrajó un balazo en un hombro. Otro golpe de Rayo le rompió el brazo izquierdo por el codo y otro le despedazó la mano derecha. Su edecán fue sujeto de los brazos por los complotados. Pudo García Moreno correr hacia la puerta de Palacio, donde lo detuvo Andrade con un balazo. Volvióse dando voces. Vacilante, dio traspiés hasta caer de lo alto a la plaza. Bajó las escaleras Rayo, y alcanzó a la víctima, cuya cabeza macheteó como un poseído. Allí murió García Moreno con dieciocho heridas en el cuerpo.40
Si bien es cierto que Rayo fue la mano ejecutora, las investigaciones posteriores determinaron que el asesinato realmente procedía de una conspiración ideada por un grupo de dirigentes «jóvenes, cultos y liberales», en la que participaron numerosos individuos –incluso algunos miembros de su gobierno, como el general y ministro de Relaciones Exteriores Francisco Javier Salazar–.41 Estos «conspiradores» entendieron su actuación «no como asesinato, sino como revolución», frente al férreo control político y social que estaba llevando a cabo el gobierno de García Moreno.42 De hecho, Roberto Andrade, uno de los participantes en el complot, afirmaba años después, tratando de justificar su acción, que «el machete de Rayo no es otro que la antorcha de la libertad empuñada por todos los hombres justos de la tierra». Por ello, veía la necesidad de publicar su libro, Seis de Agosto, o sea muerte de García Moreno, cuyo primer capítulo tenía el siguiente objetivo:
Como para justificar una muerte a mano armada es necesario dar a conocer la vida del muerto, pongo por primer capítulo de esta obra un esbozo de los atentados de ese tirano espantable y los esfuerzos del pueblo ecuatoriano por quitarle la vida desde que se persuadió de su crueldad. Así la civilización verá que era indispensable matarlo, y dirá que los conspiradores fuimos soldados de la Libertad y profundos amigos de los hombres.43
El asesinato de García Moreno no resultaba extraño, pues a lo largo de todo su gobierno se habían sucedido constantes rebeliones contra su autoridad. Así, por ejemplo, el New York Times del 26 de enero de 1862 informaba de que había sido sofocada una revuelta en Perucho –el pueblo más pequeño del distrito de Quito–, la cual quedaba justificada de la siguiente manera: «La tiranía de Don García Moreno y el General Flores se hace sentir en las poblaciones más pequeñas y en los asuntos más insignificantes».44 De hecho, el propio García Moreno informaba a principios de 1870 a su amigo Manuel Andrade Marín, en una correspondencia privada, de un intento de asesinato hacia su persona que había fracasado: «Todos los rojos de la República han sabido que yo iba a ser asesinado, como lo prueban las noticias que los liberales hicieron circular en Loja».45
Tras el asesinato de García Moreno, el ministro del Interior, Francisco Javier León, fue nombrado encargado del poder ejecutivo. En diciembre de 1875 se convocaron elecciones presidenciales, campaña en la que surgieron varias candidaturas: por un lado, los conservadores barajaron algunos nombres como Francisco Javier Salazar, Luis Antonio Salazar, Rafael Carvajal, Vicente de Piedrahita, Julio Sáenz y Antonio Flores Jijón; por otro lado, los liberales también tenían sus propios candidatos, entre los que se encontraban Francisco J. Aguirre Abad y Antonio Borrero. Finalmente, volvieron al poder los liberales, siendo elegido presidente Antonio Borrero (1875-1876) y posteriormente Ignacio de Veintemilla, que estaría en el poder hasta 1883, «con el decidido apoyo de los antiguos marcistas».46
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En resumen, se puede concluir que, desde el punto de vista político, en ambos países se produjo una evolución desde un liberalismo más radical en la década de los cincuenta –cuando tuvieron lugar medidas bastante avanzadas como la abolición de la esclavitud o del tributo indígena, como se verá a continuación– hasta llegar a una etapa más moderada en la década de los sesenta, que finalizaría con un sistema bastante conservador en la década siguiente, especialmente en el caso de Ecuador y su Carta Negra. Además, en ambos países hay que reseñar la impronta política que tuvieron dos individuos concretos: Ramón Castilla en Perú –a pesar de que su mandato acabó a comienzos de la década de los sesenta, su influencia se dejaría sentir mucho más allá– y Gabriel García Moreno en Ecuador.
EL AUGE ECONÓMICO Y EL SURGIMIENTO DE LA BURGUESÍA COMERCIAL
Los cambios políticos que se perciben en la década de 1860 en ambos países andinos coincidieron con el surgimiento de una élite económica y social vinculada al comercio internacional y a las finanzas, que en ambos casos se situaba en territorios concretos. El surgimiento de esta élite económica no era casual, sino que se debía al auge de determinados productos –el guano en el caso de Perú, el cacao en el de Ecuador– que permitieron introducir a los dos países en el mercado internacional. En este sentido, Perú y Ecuador seguían una tendencia generalizada en los países de América Latina, especialmente los que tienen costas en el Pacífico, que empezaron a integrarse en la economía internacional a través de la exportación de determinados productos, en un periodo en el que en Europa y Estados Unidos se estaba llevando a cabo la Segunda Revolución Industrial. Así, por ejemplo, cabe mencionar el caso de El Salvador y su producción de café.47
En el caso de Perú, el periodo que transcurre desde mediados de los años cuarenta y hasta el inicio de la guerra contra Chile (1879) se conoce como «la era del guano»