El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Antonio Caridad SalvadorЧитать онлайн книгу.
Además de esto, logró que don Carlos ordenase el arresto del Serrador, su principal rival en el mando, que fue despojado de sus fuerzas y enviado preso a Cantavieja.30
Después de esto la Expedición Real amagó un ataque sobre Castellón, que al ser rechazado le llevó a dirigirse a los alrededores de Valencia, donde permaneció varios días. Pero la llegada de fuerzas enemigas le hizo retirarse a Chiva, donde fue derrotada por Oraa, en lo que fue la mayor batalla de la guerra en territorio valenciano. Entonces los carlistas se retiraron a Cantavieja, donde descansaron y se abastecieron, mientras se creaba una junta de gobierno y se decidía lo que había que hacer. Mientras tanto los liberales los vigilaban con las fuerzas de Oraa, Borso y Buerens, a fin de evitar cualquier movimiento inesperado.31
En agosto la Expedición Real se puso de nuevo en marcha, aniquilando en Villar de los Navarros (Zaragoza) a la columna de Buerens, haciéndole varios miles de prisioneros y capturándole gran cantidad de armas. Después emprendió la marcha hacia Madrid, uniéndose por el camino con Cabrera, que se había separado del ejército para hacer algunas incursiones. Y aunque juntos llegaron a las puertas de la capital, los carlistas se retiraron al poco tiempo y, tras sufrir varias derrotas, regresaron muy mermados a sus bases.32
Poco después Oraa se lanzó a la ofensiva, consiguiendo llevar un convoy a Morella, importante plaza fuerte cristina, que se encontraba bloqueada por los rebeldes. Acto seguido se dispuso a atacar Cantavieja, pero tuvo que abandonar el plan, ante la resistencia carlista y la falta de los suministros necesarios. Entonces Cabrera emprendió un rápido movimiento e invadió de nuevo la Huerta de Valencia, pillando por sorpresa a los liberales, que lo suponían mucho más lejos. Mientras tanto Tallada, que mandaba la división del Turia, realizó una rápida marcha que le permitió entrar en Xàtiva por sorpresa. Después de esto pasó por Ontinyent y, tras unas escaramuzas en Almansa, regresó a Chelva con un gran botín.33
Más tarde Cabrera inició un bloqueo de Lucena del Cid (Castellón), pero Oraa consiguió romper el cerco y entrar un convoy en la población. Entonces el jefe rebelde pasó a la ribera del Jalón (Zaragoza), consiguiendo así gran cantidad de suministros, con los que repuso sus almacenes, exhaustos tras el paso de la Expedición Real. Además, en diciembre los carlistas se vieron reforzados con la llegada de tres batallones castellanos, que habían acompañado a Zaratiegui en su invasión de Castilla.34
Y así llegamos a enero de 1838, cuando se produjeron dos importantes acontecimientos. El primero de ellos fue la toma de Benicarló, que puso en manos de los rebeldes gran cantidad de fusiles, cañones y prisioneros. El segundo fue la conquista de Morella, gracias a un audaz golpe de mano nocturno, que obligó a retirarse a la guarnición, al apoderarse los carlistas del castillo. Desde entonces esta población, que estaba completamente amurallada, se convirtió en la capital del carlismo valenciano-aragonés, trasladándose allí muchas de las instalaciones que los rebeldes tenían en Cantavieja.35 Pero no todo eran éxitos, ya que la expedición de Tallada, que había marchado a Andalucía para conseguir caballos, acabó de forma desastrosa. El jefe rebelde fue fusilado y se perdió la mayor parte de la división del Turia, que sólo a duras penas pudo regresar a sus bases.36
Durante los meses siguientes Cabrera se empeñó en conquistar más plazas fuertes, valiéndose de una artillería cada vez más numerosa. De esta manera atacó de nuevo Gandesa, que ya había sufrido varios ataques carlistas anteriormente. También esta vez los rebeldes tuvieron que retirarse, pero el general San Miguel hizo evacuar la población, que se encontraba en un estado ruinoso. Poco después Cabañero lanzó un ataque por sorpresa contra Zaragoza, entrando en la ciudad en la noche del 4 al 5 de marzo, tras forzar varias puertas. Durante la madrugada la división carlista de Aragón se hizo con el control de la ciudad, pero en cuanto amaneció los zaragozanos se movilizaron y consiguieron hacer huir a los rebeldes, a los que infligieron una severa derrota.37
En cuanto a Cabrera, su siguiente objetivo fue Lucena, otra localidad rabiosamente liberal, que había resistido hasta la fecha todos los ataques carlistas. En esta ocasión estableció un bloqueo de la población, que fue levantado en abril por las fuerzas de Oraa, que acudieron a socorrer a los defensores. Entonces el jefe carlista dirigió sus miradas hacia Calanda (Teruel) que pudo tomar tras dos días de bombardeos, consiguiendo allí un importante botín. Animado por este éxito intentó lo mismo con Alcañiz, que era la principal base liberal en el Bajo Aragón. Pero tampoco esta vez pudo tomarla, al resistir la población y llegar en su auxilio fuerzas liberales. No obstante, este fracaso se vio compensado al llegar a Aragón nuevas fuerzas carlistas, encabezadas por Negri, Basilio y Merino.38
Campaña de Oraa contra Morella (1838)
Quien también había recibido refuerzos era Oraa, pues tras exponer al ministro de la guerra la dramática situación de sus fuerzas, había conseguido que se le enviaran diez batallones y grandes cantidades de suministros. Entre los recién llegados estaba la división de Pardiñas, que gozaba de un gran prestigio por haber sido el principal artífice de la derrota de Tallada. Con estas fuerzas el jefe liberal planeó una campaña contra Morella, que debía ir combinada con ataques simultáneos sobre las otras capitales carlistas (Estella en Navarra y Berga en Cataluña) a fin de asestar un golpe definitivo a la causa del pretendiente. Para ello se reunió una importante cantidad de suministros, se preparó un buen tren artillero y se inició la campaña desde tres puntos a la vez. De esta manera, mientras Oraa y Pardiñas avanzaban desde Teruel, Borso lo hacía desde Castellón y San Miguel desde Alcañiz.39
Todo este plan se puso en marcha en julio, logrando reunirse las tres columnas en los alrededores de Morella, pese a los intentos carlistas por impedirlo. A continuación bombardearon las murallas e intentaron dos asaltos por una brecha, pero estos ataques fracasaron y Oraa tuvo que retirarse poco después, al no llegarle los suministros necesarios. Mientras tanto, una vez puesta a salvo su capital, Cabrera emprendió una rápida expedición a las riberas del Turia y del Júcar. Llegó allí en pocos días pillando por sorpresa a sus enemigos, que lo situaban aún en los alrededores de Morella. De esta manera, y sin fuerzas liberales que se lo impidiesen, el caudillo rebelde pudo llevarse de la zona grandes cantidades de caballos y de dinero, así como varios cientos de reclutas, que le sirvieron para incrementar sus fuerzas. Todo esto aumentó enormemente el prestigio de Cabrera, que fue recompensado por don Carlos con el ascenso a teniente general y el nombramiento de conde de Morella.40
Poco después regresaron a Navarra las fuerzas de Negri y Merino, pero esto fue compensado por la nueva quinta que ordenó Cabrera por esas fechas. Además, las fuerzas rebeldes estaban cada vez mejor equipadas y disciplinadas, lo que permitió al jefe rebelde alcanzar su mayor éxito a principios de octubre. Éste se produjo en Maella (Zaragoza), donde fue aniquilada la división de Pardiñas, que murió en combate y que perdió, además, más de 4.000 hombres, entre muertos y prisioneros. Estos cautivos sufrieron crueles penalidades y algunos de ellos fueron fusilados. A esto se sumó la ejecución de los prisioneros cristinos capturados en Castillo de Villamalefa (Castellón), lo que llevó, durante el otoño, a una serie de represalias por parte de los liberales. Hasta entonces lo normal era ejecutar sólo a los oficiales y jefes enemigos, pero no había ningún convenio sobre el trato a los prisioneros, que estaban sujetos a cualquier arbitrariedad por parte de sus captores.41
Durante ese otoño se emprendieron pocas operaciones militares, ya que los liberales aún no se habían repuesto de sus derrotas, mientras que Cabrera se dedicaba a labores de abastecimiento y fortificación. Para conseguir suministros envió a Forcadell y a Llagostera a las riberas del Júcar y del Turia, de donde sacaron un gran botín. Y aunque fueron derrotados por Pezuela en Cheste, lograron regresar al Maestrazgo con la mayor parte del convoy. Mientras tanto Cabrera se dedicaba a organizar la fortificación del territorio rebelde, que había puesto en marcha tras la toma de Morella. De esta manera, durante los dos últimos años de guerra se construyeron más de 30 fortificaciones, que sirvieron como base de operaciones del ejército carlista, cada vez más organizado. De hecho, conseguir más plazas fuertes se convirtió en una obsesión para el caudillo catalán, ya fuera construyéndolas con sus hombres o arrebatándoselas