El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939. AAVVЧитать онлайн книгу.
local, como es el caso de los cines Avenida, Doré, Tyris o Metropol. A este tipo de espectáculos se sumó el éxito de los teatros, algunos de ellos con obras de sentido religioso o conservador, como el de los Niños de la Calle San Vicente, próximo al actual Teatro Principal.
Al desarrollo de este tipo de espacios le siguió el de los cafés, en cuyo centro se sucedían tertulias diarias sobre los más variados temas políticos, también conservadores, como en el Bar Aparicio de la calle Ruzafa o en el propio Ateneo Mercantil (Arias, 1996). De hecho, algunos autores señalan que era en estos cafés donde se hacía la verdadera política de la época y donde se pactaban y negociaban aspectos que tendrían su trascendencia en decisiones concretas de ámbito local.
Dentro de las actividades culturales republicanas, orientadas políticamente a la defensa de valores conservadores y autonomistas, cabe destacar los acontecimientos sociales y políticos que tuvieron lugar entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre de 1932. Aquí un multitudinario desfile recibió los restos mortales de Blasco Ibáñez desde su traslado de Francia hasta la ciudad de València. El féretro estuvo varios días en el Ayuntamiento, donde fue visitado por miles de ciudadanos y finalmente depositado en el cementerio general. El acto, preparado concienzudamente por el partido fundado por Blasco, supuso una forma de prepararse para las elecciones que iban a tener lugar el 19 de diciembre y, de hecho, fue uno de los grandes actos culturales que se recuerdan para honrar al líder conservador republicano.
La actividad de estos centros culturales se mantuvo prácticamente inalterada hasta el golpe militar de julio de 1936. Tras este hecho, la mayoría de los centros cívicos, sedes de los partidos y medios vinculados a la élite conservadora o reaccionaria fueron incautados por los partidarios del Gobierno legítimo de la República. Los defensores del golpe o se exiliaron de la ciudad o mantuvieron sus actividades de forma clandestina en lo que se consideró desde ese momento la «Quinta columna».
Sobre esta, contamos con escasa información por la desaparición de multitud de fuentes, pero sabemos que se trataba de un grupo de civiles que pretendían desestabilizar las acciones de las fuerzas leales a la República mediante pequeños disturbios urbanos, pintadas, robo de material bélico o cartográfico y el suministro de información al enemigo. Cada vez conocemos mejor que sus actividades no se llevaban a cabo de forma aislada, sino que eran organizadas, sistematizadas, siguiendo las directrices del mando franquista, según la documentación con la que contamos en la actualidad (Paniagua y Lajo, 2002). Así, siguiendo las directrices franquistas, se constituyeron diferentes grupos de apoyo dentro de la ciudad con una función principal: aportar información sobre los principales enclaves estratégicos y lanzar mensajes derrotistas en forma de pasquines o pintadas, incluso el sabotaje de algunas actividades culturales.
Las actividades de la «Quinta Columna» fueron bastante efectivas de cara al exterior. La actividad de espionaje fue la más destacada y sobresaliente, como lo demuestra el informe desclasificado del Estado Mayor del Aire, emitido el 14 de marzo de 1938, donde se reflejaba un índice de objetivos con las correspondientes coordenadas en el plano para facilitar un futuro bombardeo aéreo. Su confección se realizó gracias a los informes elaborados por la «Quinta Columna» valenciana y no se dejaba de lado ningún elemento: centrales eléctricas, cuarteles, localización y tipología de la defensa antiaérea, centros militares y políticos, depósitos de armas, municiones, carburantes, fábricas y talleres. Algo que ayudó a estas actividades quintacolumnistas fue la libertad aparente con la que se vivía dentro de la ciudad, especialmente durante la capitalidad de la Segunda República. La prensa, por ejemplo, no tenía inconveniente en notificar la ubicación de ministerios o reuniones de ministros, lo que provocó el justificado enojo de Azaña, que hizo constar en sus memorias (Azaña, 1981: 164-165).
La creación del Servicio de Información Política y Militar (SIPM) en febrero de 1938 por parte de los sublevados consolidó la labor de estos grupos, y los quintacolumnistas focalizaron sus esfuerzos en señalar a determinadas personalidades leales a la República que posteriormente serán represaliadas por los tribunales franquistas. Como ha señalado el propio Javier Paniagua:
En los sumarísimos que se han podido consultar en el Tribunal Togado Militar de València, aparecen antiguos testimonios, a favor y en contra de determinados encausados, efectuados por antiguos confidentes del bando franquista, aquellos que formaban parte de la «Quinta Columna» en València y que en su mayoría se incorporaron a los servicios de información de Falange tras la guerra. Entre los miembros encontramos desde familiares de represaliados por los milicianos republicanos, antiguos militantes de DRV o de Falange y monárquicos (Paniagua y Lajo, 2002).
CONCLUSIONES
La proclamación de la Segunda República en València trajo la novedad de un tiempo político nuevo vivido también por culturas políticas conservadoras y reaccionarias cuyos espacios culturales y medios de difusión se compartieron con los de otras sensibilidades progresistas. Esta convivencia no fue fácil ni mucho menos pacífica y, en muchas ocasiones, la reacción conservadora incentivó el aumento del malestar político general. Las tertulias, cafés, espacios como el Ateneo o medios de comunicación de masas recogían parte de esa sensibilidad conservadora y la trasladaban a las diferentes capas de la población, constituyendo grupos de presión constante que hicieron tambalearse al régimen republicano.
La guerra civil iniciada en 1936 arrinconó esas sensibilidades y las llevó a la clandestinidad en la ciudad por medio de las actividades quintacolumnistas en colaboración con el grupo de militares sublevados. Esa colaboración fue constante y no decayó durante toda la contienda. Por tanto, no es de extrañar la trayectoria política posterior de muchos de los miembros de esa «Quinta Columna», que vinieron a desempeñar cargos políticos tras la victoria del franquismo. Desde el punto de vista cultural, aunque el exilio afectó a gran parte de los artistas e intelectuales que se habían mostrado partidarios del Gobierno de la República, muchos de los intelectuales conservadores y figuras próximas al falangismo continuaron teniendo presencia posterior a la guerra civil. De hecho, incluso el propio franquismo llegó a reivindicar la figura de Blasco Ibáñez años más tarde.
Desde el punto de vista político, la tradición de DRV fue recogida por parte de la élite franquista. Así, en las nuevas corporaciones municipales podemos encontrar numeroso personal perteneciente a este partido, algo que también sucederá con los miembros provenientes de la Falange de preguerra, como el propio Adolfo Rincón de Arellano. De hecho, muchos de los nuevos dirigentes tendrían un papel determinante en el nuevo Estado por el mero hecho de haber pertenecido a esa «Quinta Columna», y haber participado como informantes de los franquistas desde dentro. Esta es la explicación más evidente de la cantidad de salvoconductos y avales surgidos meses después del fin de la contienda, que vinieron a proteger a una parte de los habitantes de la ciudad.
Ideológicamente, los discursos reaccionarios y conservadores, presentes también en el mundo cultural, fueron explotados intensamente tras la victoria franquista en 1939. Así, el nuevo partido único (FET-JONS) asumió todo el marco conceptual trazado por los grupos conservadores y lo revistió de toda la simbología fascista tomando como modelos la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. A partir de 1939 «los enemigos España» quedaron claramente delimitados, también en la cultura, y ese discurso dejó una importante huella en varias generaciones de habitantes de la ciudad de València.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
AA. VV. (2006): Joaquín Maldonado Almenar: un patrici valencià, Valencia, Saó.
AA. VV. (2016): Tot està per fer: València, capital de la República, 1936-37, Valencia, Publicacions de la Universitat de València.
ARAGÓ, L., J. M.ª AZKÁRRAGA y J. SALAZAR (2007): Valencia 1931-1939: Guía urbana. La ciudad en la II República, Valencia, Publicacions de la Universitat de València.
ARIAS, F. (1996): La Valencia de los años 30: entre el paraíso y el infierno, Valencia, Ajuntament de València.
AZAÑA, M. (1981): Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Crítica.
BENEYTO, B. y J. M.ª HERRERO (1939): Falange en Valencia antes del alzamiento, Valencia, Imprenta F.