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¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota MuñozЧитать онлайн книгу.

¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz


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muchos jóvenes de la época, es aficionado al deporte y, siguiendo de nuevo a su padre, se hace socio del RCD Español. Poblador practica el fútbol con el equipo de Derecho, pero se decantará por el rugby. Cuando en abril de 1923 se cree la Sección de Rugby del RCD Español, Poblador será escogido presidente, siendo reelegido en 1924 y 1925; además, será uno de los jugadores destacados del equipo, actuando de medio tres cuartos, medio apertura y arrier. Jugará hasta 1928. En el mismo equipo estaban los hermanos Luque Recio, a los que con el tiempo reencontrará en Falange. En febrero 1925 es elegido vicepresidente de la Federación Catalana de Rugby. Además, a partir de 1926, actúa como árbitro.

      En la defensa del españolismo y del RCD Español, Poblador no desdeña el enfrentamiento físico. Lo hemos visto en su actuación en los claustros y seguramente en el «derbi de la calderilla», y en esa pelea Poblador no era el único perico que repartió puñetazos y bastonazos, lo más seguro es que uno de los que le acompañasen fuese otro joven bronco: Francisco Palau Rabassó.

      Barcelona, 11 de noviembre de 1915, se celebra un mitin electoral de cara a las municipales en el local de la Juventud Radical del Distrito V, en la calle Hospital. Poco antes de empezar el acto, jóvenes jaimistas reparten a los asistentes el folleto Lerroux y su obra, un panfleto crítico con el líder radical. La provocación tiene efecto. Salen a relucir armas cortas y se inicia un tiroteo. Pronto los alrededores del local se convierten en escenario de una batalla campal. Radicales y jaimistas intercambian disparos y caen heridos un par de carlistas. Las fuerzas del orden consiguen ahuyentar a los contendientes. Entre los que han conseguido huir indemnes está Francisco Palau Rabassó, un joven jaimista de 14 años.

      En el primigenio Requeté barcelonés abundan jóvenes trabajadores acabados de llegar desde el campo que traían consigo la tradición de violencia rural del carlismo. En los círculos carlistas y en las excursiones aprendían tiro, boxeo y otras técnicas de lucha, y sus miembros acababan armados con porras y pistolas, las más populares de las cuales eran las Browning, desplazadas más adelante por las Star. En el Requeté conocerá Francisco Palau el culto a la violencia y las armas, el afán por la pelea y la acción directa, algo que le acompañará toda la vida.

      Francisco Palau se acercará a los planteamientos del grupo de carlistas radicales que publicaban La Trinchera. Era un grupo que exaltaba la violencia, que menospreciaba las contiendas electorales –preferían las peleas en las calles–, que creían que la oposición conservadora y de casino que realizaba el carlismo oficial minaba la vitalidad y la combatividad que históricamente había tenido el tradicionalismo y que utilizaban cierta retórica obrerista, hablaban de solidaridad y abominaban del paternalismo empresarial y la caridad católica. Su lema era «radicalismo, intransigencia, nobleza y sinceridad». Miembros de esta corriente carlista darán cobertura intelectual a los Sindicatos Libres (Winston, 1989: 88-96).

      Pero los carlistas de La Trinchera no se limitan a combatir a los lerrouxistas y sus Jóvenes Bárbaros, sus enemigos tradicionales; también se enfrentan a los catalanistas conservadores de la Lliga Regionalista, a los que motejan como «cerdos separatistas». La Lliga representa para ellos lo peor del capitalismo, un partido burgués, hostil al pueblo trabajador. Los de La Trinchera abominan de las frecuentes alianzas electorales del carlismo oficial con ellos, así que también están en su punto de mira.

      Por ejemplo, el 22 de mayo de 1916 se celebra en el parque Güell un banquete que cierra la Festa de la Unitat Catalana, con la que la Lliga celebra sus buenos resultados electorales. Esa noche, un grupo de jóvenes jaimistas, entre los que se encuentra Palau, organizan una sonora pita delante de la casa de Cambó e intentan asaltar la sede del partido en la calle Cucurella.

      Las desavenencias entre el sector más españolista del carlismo y los partidarios del acercamiento a los catalanistas conservadores se enconan y, en abril de 1917, carlistas españolistas agreden en la Puerta de la Paz a otros tradicionalistas que se dirigían al Mundial Palace, donde estaba previsto un acto del partido. El enfrentamiento continuó delante del Círculo Tradicionalista de Puertaferrisa, cayendo uno de los implicados desde el balcón. De resultas de esta pelea Francisco Palau fue expulsado del Círculo.

      Ese mismo año inicia sus estudios de perito en la Escuela Industrial de Vilanova i la Geltrú. Allí rápidamente se hace un nombre. No rehúye los enfrentamientos físicos con los estudiantes catalanistas, justo en el momento de mayor auge de las campañas autonomistas. Organiza con otros estudiantes españolistas contramanifestaciones a las protestas catalanistas, y a los Visca Catalunya lliure! contestan con ¡Viva España una indivisible! Se enzarza en peleas con miembros del Casal Català y con los federales. El alcalde trata de expulsarlo de la población. En Vilanova traba amistad con un compañero de clase, Domingo Batet López, dos años más joven que él, hijo díscolo del general Domingo Batet. Se convertirá en su compañero de estudios, de militancia españolista, de peleas y de trabajo.

      Palau no pierde el contacto con su pueblo y, en 1920, junto con una docena de amigos, funda la Juventud Jaimista del Vendrell. Desde entonces se ven envueltos en tiroteos con miembros del Sindicato Único y con republicanos; no hay fiesta mayor de los contornos que no acabe en trifulca política.

      Ese año finaliza sus estudios y se instala en Barcelona. Junto con su inseparable Domingo Batet, se une a carlistas de acción próximos a los Sindicatos Libres, personajes como el periodista Estanislao Rico o el pistolero Nicanor Costa Duran, conocido como El Gravat. Con ellos, a principios de 1923 asiste a una conferencia de Martí Esteve, miembro de Acció Catalana, donde este último afirma que «los catalanes no debemos admirar a los irlandeses sino imitarlos». Es lo que esperaban para reventar el acto; a partir de ahí se organiza la trifulca y la veintena de alborotadores, armados con pistolas, obligan a algunos de los asistentes a proferir vivas a España. Como explica bravuconamente Palau: «Todos los presentes, venidos a buenas razones, gritaron Viva España; siendo desde luego, Ventura Gassol, Martí Esteve y Matons, los que más veces tuvieron ocasión de repetir tan altisonante y hermosa frase».

      Francisco Palau también destacará como hombre de acción a la hora de defender al club de sus amores, el RCD Español, en cuyas gradas conocerá a otros jóvenes españolistas –en lo político y lo futbolístico–, como José María Poblador. Ambos serán fundadores de la Peña Deportiva Ibérica, donde acogerán a algunos de los carlistas disidentes y violentos con los que han trabado amistad.


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