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¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota MuñozЧитать онлайн книгу.

¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz


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como forma de gobierno, un mes después el pretendiente llamaba a organizarse en la lucha antirrepublicana. Ello no los aleja de la vida política y, en las elecciones constituyentes de junio de 1931, bajo la premisa de agrupar a todos los católicos, participan en Barcelona en una candidatura conjunta con la Lliga Regionalista.

      El pacto de los tradicionalistas con la Lliga no fue bien recibido por su sector más españolista. Tampoco el apoyo a regañadientes de los carlistas al Estatut. Pero a pesar de ello el carlismo crecía. Tras la muerte de Jaime de Borbón en octubre de 1931, sustituido por su tío Alfonso Carlos, con un perfil más reaccionario, integristas y mellistas retornaron a las filas tradicionalistas. Esto dio un sesgo más ultra a la organización, que fue alejándose de la República por sus medidas laicistas y reformistas, que ellos consideraban anticlericales y revolucionarias. También llegaron «nuevos carlistas», gente bien que busca refugio en el tradicionalismo, aristócratas catalanes que recuperan su pasado carlista. Se abrieron nuevos círculos en la ciudad, llegando a tener trece repartidos por los distritos, y, como hemos visto, cambiaron la sede central.

      Este crecimiento fue visto con cierta preocupación por los sectores más puristas y ortodoxos, que temían que se desdibujase el perfil del tradicionalismo. Uno de los denunciantes de este peligro y defensora de las esencias del carlismo era una nueva publicación que había visto la luz en julio de 1931, el semanario Reacción.

      ***

      Ese 25 de julio de 1931 miembros del Requeté vocean por las Ramblas una nueva publicación: ¡Ha salido Reacción, semanario de lucha política! Los jóvenes miran a un lado y a otro; temen una agresión. De hecho, sobre la pila de ejemplares han colocado una boina roja para que se conozca la orientación del semanario, y debajo un cargador del nueve largo, para evitar que la pila se vuele y como elemento disuasorio. Si el título de la publicación ya era una declaración de principios, todavía lo era más su lema: «ningún enemigo a la derecha». En el editorial de su primer número dejaban claro el porqué de su nombre:

      Reacción. Acción, afirmativa, vigorosa, fecunda, que resiste a la acción negativa estéril y destructora. A la acción demagógica, disolvente y corrosiva de todo aquello que construyó en largos siglos la vigorosa Tradición de nuestro pueblo, opondremos nuestra reacción.

      A la acción del liberalismo exótico y postizo que intenta desvirtuar las verdaderas características de nuestra raza resistiremos con nuestra reacción.

      A la acción demoledora del ateísmo que pretende aniquilar con saña feroz el cristiano contenido de nuestra conciencia, la combatiremos con nuestra reacción.

      A la acción pertinaz y agotadora que conduce a borrar de nuestros hijos todo sano concepto de Patria y Familia, enfrentaremos nuestra reacción.6

      La publicación nacía impulsada por los dirigentes tradicionalistas Juan Soler Janer, Miquel Junyent y Mauricio de Sivatte, pero el auténtico responsable de la revista era un hombre miope, que gastaba gafas de culo de vaso, que cojeaba y que llevaba una sempiterna pipa en su boca: el periodista Estanislao Rico Ariza, al que conocemos de su breve paso por el Partido Laborista Nacional y el más largo por los Sindicatos Libres. Ahora ha regresado a las filas del carlismo, donde nunca será muy apreciado por los capitostes tradicionalistas, que lo consideran un resentido social, pero al que reconocen su valía y dinamismo a la hora de poner en marcha una publicación. Además, era redactor de El Correo Catalán. En mayo de 1931 había sido detenido y destituido como funcionario municipal por «haber actuado de instrumento de opresión al servicio de la dictadura». Rico buscará a un viejo colaborador suyo de La Protesta para situarlo como director de la publicación, alguien que también conocemos: José María Poblador.

      Tras la proclamación de la República los periódicos en los que colaboraba Poblador habían desaparecido. Además, tras la desarticulación virtual de la Peña Ibérica, parece que Poblador se desvinculó de ella. Volvió a vincularse al carlismo, en el que se había formado en sus orígenes. No parece que lo hiciera orgánicamente, más bien buscó una nueva ubicación profesional, aunque el dinero familiar le permitía vivir desahogadamente, y un espacio de influencia política. Hacía tiempo que al Poblador del Dios, Patria y Rey solo le quedaba la Patria.

      El semanario, recogiendo el tono polémico, beligerante y virulento que habían tenido otras publicaciones en las que había trabajado Poblador, ataca con saña a la nueva República, el Estatut, el separatismo, el liberalismo, la Lliga, la masonería..., todos los demonios del carlismo más cerril, mientras hace una fanática defensa de los principios tradicionalistas, del Ejército, la Guardia Civil. Se podían leer proclamas tan encendidas como esta:

      Los demás a la derecha y a la siniestra se han definido. ¡Enemigos! Desde el católico liberal al comunista son nuestros enemigos. Tengámoslo bien en cuenta por sensible que sea, hemos de considerar enemigos peores a los de la derecha que a los de la izquierda, éstos son enemigos declarados, los otros, hipócritas y pretenden herirnos resguardándose detrás de la Cruz. Ya ha pasado el tiempo de la defensiva. No perdamos el tiempo. A la ofensiva. Organicémonos para la defensiva. Ni treguas ni prudencias suicidas. ¡Al ataque, por Dios, por la Patria y por el Régimen Tradicional!7

      Su papel era el de la provocación y el sensacionalismo. Con ello se contentaba a un sector del tradicionalismo, el más españolista, integrista y ultra, y a los jóvenes, que encontraban tibio El Correo Catalán, portavoz oficial. Lo único moderno que se podía encontrar en la publicación era su diseño y compaginación.

      La venta callejera del semanario dio lugar a altercados, de ahí la protección por requetés, que no rehuían la pelea. Como veremos, esto será algo usual durante la República. De la venta de la prensa ultra se cuidaban los propios grupos, organizando un servicio de protección de los vendedores, ya que los quiosqueros, por convicción política o por miedo a represalias, se negaban a vender prensa ultraderechista.

      Su vocación provocadora supuso diversos procesos a su director, José María Poblador. Sus incendiarios artículos lo pusieron en el punto de mira de las autoridades republicanas. Durante 1932, Poblador tuvo que hacer frente a tres juicios. El fiscal denunció algunos de sus artículos por injuriosos y calumniadores para con las autoridades, e incluso llegó a pasar encarcelado unos días.

      En 1932 se dieron otros intentos de prensa ultra. En enero de 1932 apareció el semanario España Católica. Su título indica por dónde iban los tiros, religión y patria. Era plural dentro de lo reaccionario, con colaboradores que se conocían de la época upetista, ya que casi todos habían pasado por el partido único. Hay carlistas como René Llanas de Niubó, publicistas como Juan Porta Sarret, un profesor de los dominicos que colaboraba con entidades católicas como Acció Social Popular o la Academia de Jesús Obrero, está Julio Muntaner Roca, un teniente de complemento de infantería que pronto encontraremos en las filas albiñanistas, el ibérico Juan Sabadell o el maurista Manuel Casals Torres. Defendía una unión de las derechas monárquicas en torno a la defensa de la religión frente a los ataques laicistas de la República. Duró dos meses.

      En julio apareció Hispanidad, «semanario defensor de la unidad de la patria». Su objetivo es atacar el Estatut que se debatía en las Cortes. Ahora se trataba de articular a las derechas barcelonesas en torno al españolismo, a la defensa de la unidad nacional frente al separatismo, contra la prensa «vendida al dinero catalanista y judío». Lo dirige Pablo Sáenz de Barés y colabora el sempiterno René Llanas de Niubó, además de albiñanistas y alfonsinos. Dura tres números. Son experiencias breves pero que van allanando el camino a la idea de un pacto entre carlistas y alfonsinos.

      Para las elecciones al Parlament de 1932 los carlistas pidieron la creación de un frente antiesquerra. La Lliga se negó. Su programa clásico: defensa de la Iglesia católica, de la familia, el orden y la propiedad, unido a los resquemores de los sectores españolistas, los acercó a los alfonsinos. Los monárquicos de la otra rama borbónica hacía unos meses que habían empezado a reorganizarse.

      Son las once de la mañana del 26 de mayo de 1932. Ante el número 86 del paseo de Gracia no paran de llegar


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