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Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias - AAVV


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de la dicha Vniversidad a fin de que los actos pro Vniversitate de la facultad de Derechos se presidan por todos los Doctores, Cathedraticos y no Cathedraticos en conformidad de lo que mandan los estatutos, y se obserua en las facultades de Theologia y Medizina»; junta integrada por seis doctores no juristas (f. 74rv).

      60. AUSA 233, ff. 39v-42v.

      61. Colección de los Reales Decretos… cit., pp. 173-203. Contenía la relación detallada de los hechos desde 1743, con copia de las representaciones y de las órdenes del Consejo. Entre ellas, la definitiva representación de los comisarios del claustro de 3-V-1766, donde, respecto a la súplica contra la carta de 31-VIII-1743, se decía que «varios accidentes que sobrevinieron» habían impedido continuar el expediente (p. 185); la resolución del Consejo, distribuida en capítulos, en pp. 198-203. Se leyó y acordó obedecer en el claustro pleno del 20 de enero y se encargó a la junta de juristas su ejecución, organizada a los pocos días (AUSA 237, ff. 184r ss.; 192r ss. y 196v. ss). Se mandó imprimir.

      62. Ibid., p. 203.

       ERNEST LLUCH, INTELECTUAL COMPROMETIDO DE LA GENERACIÓN DEL CONSENSO

      MARC BALDÓ LACOMBA

      Universitat de València

      GENERACIÓN Y COMPROMISO

      En este trabajo se considera que Ernest Lluch pertenece a la generación del 56. Estudiar generaciones históricas es una forma de construcción conceptual para captar el tiempo histórico. Entiendo por generación a aquel grupo de personas que se ven condicionadas en su vida adulta por determinados acontecimientos históricos que sucedieron principalmente en su infancia y juventud. El resto de la vida también influye, es evidente, pero los primeros veinticinco o treinta años marcan con fuerza la personalidad (y, sobre todo, la marcaba más fuertemente que no ahora en la segunda mitad del siglo XX, según criterio de Zigmunt Bauman).1

      Cuando restringimos el campo de estudio a grupos concretos y relativamente reducidos, como son los universitarios (como hacemos ahora mismo), se destacan los rasgos comunes de una posición generacional, lo que nos ayuda a entender un tiempo histórico determinado y las circunstancias que contribuyen a perfilar las actitudes de las personas que integran el grupo.2 Hablar de generaciones es una manera de hablar de coyuntura. Se hace referencia a un tiempo vivencial que comporta «un reaccionar unitario» y sobre todo «un agitarse juntos» transversal. Por otra parte, los límites entre generaciones, como se desprende, nunca están perfectamente delimitados, dándose cierta superposición, y además varias generaciones conviven en un mismo tiempo histórico y se condicionan.

      En la historia de la universidad española de la segunda mitad del siglo XX ha habido dos generaciones importantes: la de 1956 y la de 1968. La primera tiene estudiantes que nacieron durante los años de la República y la guerra; la segunda, comprende personas nacidas en la postguerra.3 Estas dos generaciones, disconformes cada vez más con el franquismo, presentan un rasgo común: se rebelaron contra la dictadura. Lo hicieron con estilos diferentes una y otra: con un tono más moderado, formal y convencional los del 56, y de forma más radical y libertaria los del 68. Los rebeldes del 56 actuaron desde formaciones clandestinas clásicas (PCE, PSUC, ASU, cristianos…), aunque con notables novedades como el FLP (FOC o ESBA). Los del 68, además de mantener la fidelidad a los grupos de oposición clásicos, se abrieron a grupos situados a la izquierda del PCE y a nuevas plataformas radicalizadas y con maneras libertarias, efecto del mayo francés. Unos y otros se rebelaron contra la dictadura y buscaron construir el futuro, lo que fue, probablemente, la más importante de las tareas que hicieron. Los del 68, además de oponerse a la dictadura, se opusieron con audacia a las convenciones sociales, contribuyendo así a construir el futuro y transformar el mundo. No faltaron matices y diferencias entre una y otra generación, diferencias que, cuando llegó la hora de la Transición en España fueron perceptibles. Mientras los jóvenes del 56, casi en bloque, apoyaron el proceso que fraguó el consenso, este posicionamiento fue más matizado en los jóvenes del 68, donde un sector (ni mucho menos todos) de aquella oposición antifranquista, entre 1975 y 1978 procuró «romper el consenso»: abocar a un proceso de transición «rupturista».4

      Lluch, como otros compañeros de la su época, miraron hacia dentro y hacia el mundo, hacia el país atrasado y hacia Europa. Aprendieron, paso a paso, a ser libres, pensando y construyendo proyectos que planteaban un país mejor y un mundo mejor. Se hicieron demócratas dialogando y discrepando entre ellos y fueron maestros de universitarios e intelectuales comprometidos y algunos de ellos, como Lluch, llevaron el compromiso a la meta de la responsabilidad política. En 1974, Elías Díaz, escribía que este «grupo generacional» se caracterizaba por tres aspectos que me parecen relevantes que retratan a muchas de estas personas y, sin duda a Lluch: 1) por su seriedad científica (más que por el ensayismo brillante aunque superficial de otras generaciones universitarias anteriores), 2) por la ideología democrática y 3) por la mentalidad crítica respecto al sistema político entonces establecido.5 Rigor científico, democracia (más exactamente socialdemocracia) y antifranquismo, son, ciertamente, tres elementos clave que definen a Lluch.

      La generación del 56 inició una nueva cultura política que tenía dos características.6 La primera eran las «inquietudes» de los jóvenes estudiantes, pronto rebeldía o protesta contra la universidad existente.7 Rebelarse era una forma de ganar el futuro. Estas actitudes fueron creciendo a lo largo de la década de los cincuenta y con ellas se encontró Ernest Lluch cuando llegó a la facultad de Económicas. El segundo aspecto es el respeto, la tolerancia, la idea de dialogar, negociar, hablar. Lluch, como muchos jóvenes de su generación, apostaba por el diálogo, el acuerdo, el razonamiento, la ecuanimidad, el gradualismo… Se oponía al dogmatismo y a las actitudes excluyentes. Cultivaba la convivencia civil y el diálogo desde que era estudiante. Lluch y muchos de sus compañeros y compañeras aprendieron de este modo un talante, una manera de obrar, una forma de hacer política (una cultura política dicho de otro modo) que ha sido muy importante para la política española de la Transición. El compromiso de esta generación –también de otras anteriores y posteriores– con la reconstrucción de la democracia es uno de sus principales haberes. Ernest Lluch pertenece, en resumen, a una generación en la que se produjo una mudanza en la cultura política que pugna, a la vez, contra el mundo cerrado de la dictadura y reclama el reconocimiento del pluralismo, el debate y el diálogo entre diversas posiciones, lo que fue importante para entender lo que sucedió en los años de la Transición.

      FORMACIÓN

      Ernest Lluch nació el 21 de enero de 1937 en Vilassar de Mar donde estaban, por razones de la guerra, la madre y los hijos de la familia, mientras el padre iba y volvía a Barcelona donde tenía el trabajo. Ernest Lluch era el menor de cuatro hermanos (Enric, Montserrat, Francesc –que murió de polio siendo niño– y Ernest). La familia vivía en Barcelona. Tenían un pequeño negocio familiar dedicado a fabricar y vender ligas, cinturones, tirantes, cintas de persiana. Una familia, pues, de clase media trabajadora, un ámbito privilegiado de aprendizaje para la vida, en el que la austeridad era un valor y en la convicción de que el trabajo es lo que forma a las personas. Ernest en su casa aprendió lo importante que era el esfuerzo y el trabajo que veía hacer a sus padres e hizo él mismo. En su personalidad tuvo una gran influencia su hermano mayor, que fue geógrafo en la Universidad de Barcelona y se llevaba 9 años con Ernest, pero también su madre, hija del médico de Vilassar, su hermana y dos tíos médicos.

      Su padre era de Acció Catalana y Lluch recuerda que en su casa eran antifranquistas, a pesar de haber conocido una experiencia traumática: un familiar de nombre Ernest, de la parte de su madre, fue fusilado por la FAI y esa es la razón por la que a Lluch le pusieron el mismo nombre del familiar muerto.8 Sus primeros recuerdos son de los años de la autarquía. En su casa, su hermano escuchaba la BBC, leían la prensa diariamente y recibían la revista Destino. Estaban a favor de los Aliados y su madre admiraba el sistema político británico. En este ambiente, el pequeño Ernest tampoco simpatizaba con el régimen. Cuenta que cuando era colegial, de niño, se negó a acudir de público a una visita del dictador a Catalunya (era costumbre hacer


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