Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias. AAVVЧитать онлайн книгу.
docente, sobre reformas necesarias y aspiraciones universitarias o, bien, un asunto científico. Si el rector Rodríguez Fornos optó por el primero, hoy, gracias a la ley de 1943 de ordenación universitaria ya es inútil dedicarse a esas cuestiones, pues todo se solucionará gracias a ella…39
El contenido científico (páginas 15-97) es sobre la quiebra –situación anormal del comerciante– y sus soluciones: liquidación mediante el procedimiento de quiebra, concordato, concordato preventivo, suspensión de pagos y otras para casos extraordinarios.
Al observar la anormalidad económica que en el mundo existe, perturbadora de las empresas mercantiles, muchas de las cuales van a su ruina, y que el Derecho ha de atender a su remedio, y que esa anormalidad ha de salir más a la superficie al terminar la guerra, he creído que llenaría mi cometido si trataba de la situación anormal del comerciante y sus soluciones legales.40
La lección se expone con lenguaje accesible y ejemplos cotidianos comprensibles por todos. Hace un esfuerzo por ser claro. Sigue el código y la obra de mercantilistas clásicos (Salgado de Somoza, González de la Huebra o Martí de Eixalá) y cita prácticamente a todos los catedráticos contemporáneos (Benito y Endara el más citado de quien se dice discípulo, González de Echavarri, Álvarez del Manzano, Blanco y Constants, De la Figuera, A. Vicente Gella, Langle Rubio, E. Miguel Romero, Garrigues y Díaz Cañabate…). Referencias a Partidas, Recopilación, alguna sentencia del supremo, discusiones parlamentarias, comisión codificadora; también maneja la doctrina francesa e italiana en buena medida.41
Termina con una alocución que insta a los estudiantes a aprovechar el tiempo de formación que les proporcionará más tarde una «ascensión sin límites» frente a los no universitarios.42 Pero previamente había iniciado el discurso con una docena de páginas claramente ideológicas. Una invocación a María Inmaculada, pues la universidad de Valencia fue la primera que «juró defender tu incomparable privilegio de la Concepción sin mancilla…» y, además, es símbolo de la sabiduría: sedes sapientiae.43 Le pide a la virgen que ayude al jefe del estado:
Protégele, aliéntale, en la ingente labor que sobre sí ha tomado de instaurare omnia in Christo, especialmente en lo que mira a la enseñanza, donde tan denodadamente la ha iniciado y prosigue, y haz, que así como con tu auxilio el espiritualismo cristiano español venció a la barbarie musulmana en aquella secular cruzada que inició Pelayo, así ahora, también con tu poderosísimo auxilio, ese mismo espiritu cristiano que cobijó la bandera que un glorioso 18 de julio enarboló el Generalísimo, nota esplendente de las Universidades de España, aniquile totalmente de estas tierras occidentales la nueva barbarie de aquella cienaga abyecta del materialisrno que nos estaba asfixiando, y que nuevos Tarikes y Muzas habían traido a esta bendita tierra tuya, en la que quisiste incrustar indeleblemente, como su medula y corona, el más pujante espiritu cristiano cuando viniste a ella posándote sobre pilar sagrado, junto a las márgenes del Ebro.
La alusión a la virgen del Pilar tiene que ver con la visita del rector el 23 de octubre de 1942 que juró «defender la verdad de tu Asunción corporal y de ser Tu Medianera Universal de las gracias», al tiempo que pedía a la virgen que «libres a España y a la Universidad de cuanto pueda menoscabar el espiritualismo cristiano que ha sido siempre timbre de nuestra patria y blasón de la Universidad española».44 También menciona la restauración de los colegios mayores –tradición gloriosa…– por la ley del ministro valenciano Ibáñez Martín –que estuvo presente en el acto y dio un discurso–. Cita el de Burjassot, el de san Vicente Ferrer, la construcción de los del S.E.U. En fin, todo gracias a los develos del caudillo tras la persección roja.
Los años siguientes cambia el tono –no dispongo de la lección de 1948 y 1957, pues no se publicaron durante unos años los anales– y los catedráticos de derecho se limitan por lo general a la exposición de sus lecciones sin prolegómenos marianos ni referencias a la guerra ni a los vencidos.
En 1953 el catedrático de penal José Arturo Rodríguez Muñoz45 titula su discurso La doctrina de la acción finalista.46 Trabaja y escribe con Jiménez de Asúa, Antón Oneca y Rodríguez Devesa. Un discurso estrictamente académico, una larguísima lección, con abundancia de bibliografía alemana, que conoce bien pues es traductor del criminólogo nazi Edmund Mezguer. También se ciñe a cuestiones de su asignatura Adolfo Miaja de la Muela, que en 1965, diez años después de que España entrara en la ONU, titula su discurso de apertura La emancipación de los pueblos coloniales y el derecho internacional. Buen conocedor de su materia adelantaba algunas consecuencias para España:
Arma de doble filo, la autodeterminación puede implicar para nosotros la dolorosa consecuencia de tener algún dIa que abandonar nuestras antiguas colonias, hoy provincias africanas, con la contrapartida feliz de navegar actualmente a favor de corriente, por primera vez en dos siglos y medio, la legítima aspiración española a la recuperación de Gibraltar, que tan difIcil de sostener era ante el Derecho internacional clásico.47
Antes, en 1961, Álvaro Calvo Alfageme,48 separándose de la mayoría, piensa que el discurso debe tratar sobre los problemas de la universidad y quiere repasar los últimos cincuenta años –desde que comenzó sus estudios en Madrid en 1910– con uno titulado Estampa universitaria. Con algunas referencias a Laín y Marías, y más extensamente a Fernández de la Mora, comienza su relato en la restauración. Habla de sus profesores; el de romano, tío paterno, Santamaría de Paredes, Sánchez Román –de aspecto judío– y Clemente de Diego. Recuerda la tertulia de Bonilla y Díaz Canseco, peculiar historiador del derecho de quien escribe largo desde el texto de Carande. Pasa al 98, a la institución… Cuenta el discurso de Federico de Onís sobre El problema de la universidad española, en Oviedo en 1912 y termina con alguna referencia a la universidad posterior al 36, desde Fernandez de la Mora, mucho más breve. Su análisis se limita en su mayor parte a estos recuerdos de profesores y a diversas anécdotas sin mayor referencia a las cuestiones del régimen y la religión que tantgo preocupaban unos años antes.
Mientras para la mayor parte de los profesores y autoridades académicas la vida universitaria discurría sin salirse de los cauces del movimiento nacional, entre los estudiantes, desde los cincuenta, comienzan los cambios. Marc Baldó o Ma Fernanda Mancebo los han analizado y muestran la creación de circuitos alternativos al régimen del sindicato único estudiantil: charlas y tertulias, lecturas y edición de revistas en las facultades –en la de derecho Diàleg–, cine clubs e incluso militancia en grupos de oposición. También se introdujeron listas o candidaturas a consejeros y delegados del sindicato único de estudiantes –hasta su desaparición en 1965– integradas por estudiantes independientes, alejados o contrarios al falangismo.49
VIDA ACADÉMICA NACIONALCATÓLICA
La vida universitaria más pública nos ofrece una cuidada mezcolanza de religión y falangismo; cualquier acto –apertura, homenajes, fiestas de patrones…– se inicia con celebración eucarística y se sigue de discursos falangistas y académicos, a veces difíciles de distinguir unos de otros. Casi cada curso podía tener –además de las ceremonias y celebraciones habituales– un gran momento de exaltación catolica: asunción de la virgen, María inmaculada o mediadora, reliquias de san José de Calasanz, procesión con el brazo de san Francisco Javier o coronación de la virgen de los Desamparados. José Pemartín, Director general de enseñanza superior, explicitaba en 1938 el proyecto nacionalcatólico: había que recatolizar la universidad, que no quedara piedra sobre piedra de la Institución libre de enseñanza, porque la enseñanza será patriótica, católica y leal.50
En 1945 los Anales dedicaban mas de cuarenta páginas a la memoria del curso.
«Grande ha sido la actividad de la Universidad de Valencia durante el curso 1945-46, en que ha proseguido la aplicación y el desenvolvimiento del estatuto universitario, constituido por ley de 22 de julio de 1943 y los Reglamentos de las Facultades».51
Seguían idas y venidas del profesorado: Torres Martínez, de economía política, y Calvo Serer, de historia universal, habían «triunfado» en sus oposiciones y se habían ido a la universidad central. Llegaba