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Los mejores reyes fueron reinas. Vicenta Marquez de la PlataЧитать онлайн книгу.

Los mejores reyes fueron reinas - Vicenta Marquez de la Plata


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(1470-1498)

       Juan, el heredero (1478-1497)

       Juana (1479-1555)

       La infanta doña María (1482-1517)

       La infanta doña Catalina (1485-1536)

       Reina mecenas. Algunas notas sobre el Renacimiento bajo la reina Isabel

      Bibliografía

       A modo de prólogo

      Al escribir este libro la autora tuvo la intención de buscar y reunir en un ejemplar la vida y obra de los mejores soberanos que han reinado en Europa, e incluso de fuera de ella. Aquellos que, además de una personalidad relevante, durante de su reinado proporcionaron o bien prosperidad o bien gloria a sus pueblos, o ambas cosas.

      Pronto se hizo patente que las personalidades más fascinadoras y sugestivas y que los reinados más admirables, eficientes y útiles, si es que pude usarse ese adjetivo refiriéndose a reinados, fueron las de algunas reinas. Ha habido muchas menos reinas con autoritas que reyes, sin embargo, el resultado es abrumador a favor de estas. Entre los mejores monarcas, ellas gobernaron mejor y su personalidad fue más interesante. ¿Casualidad? ¿Circunstancias? No entraremos en eso, simplemente hablaremos de ellas y que el lector juzgue.

      Para presentarlas en algún orden, hemos empezado por la más cercana a nuestro tiempo: la emperatriz de la China: Tz’u-hsi (quien normalmente es conocida como Cixí en Occidente) la cual reinó con plenos poderes desde 1835 hasta 1890.

      Cronológicamente le siguen Catalina la Grande de Rusia (1729-1796), la emperatriz María Teresa de Austria (1717-1782), Cristina de Suecia (1626-1689), Isabel I de Inglaterra (1558-1603), Catalina de Médicis, reina de Francia (1519-1589) y por último, cerrando esta ilustre lista está nuestra Isabel la Católica (1451-1504).

      Última emperatriz de la China. La emperatriz viuda Tse-hsi (1835-1908) fue primero concubina y llegó a emperatriz, posteriormente emperatriz viuda, que ejerció el poder efectivo en China desde el año 1861 hasta su muerte en 1908. También desempeñó varias veces el cargo de regente del emperador. Su etapa en el poder coincidió con los años de declive de la dinastía Qing o manchú, la última dinastía imperial china. Aunque en un principio se resistió a los cambios, fue una gran reformadora que llevó a China, decaída después de la segunda guerra del Opio, a un período de modernización y crecimiento económico hasta el día de su muerte. Su nombre de pila era Orquídea, pero pasó a ser llamada Yehenara (el nombre del clan manchú al que pertenecía) al ser nombrada concubina imperial y más tardíamente se la denominó Tz’u-hsi.

      Catalina la Grande (1729-1796) cuyo nombre verdadero al nacer fue Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst, era hija del general prusiano Christian Augusto, príncipe de Anhalt-Zerbst, un noble de segunda línea. Fue elegida como esposa del futuro zar, Pedro, para fortalecer la amistad entre Prusia y Rusia.

      En 1762 Pedro subió al trono y con él Catalina. Tras varios errores el zar se retiró del poder y al poco tiempo fue asesinado. El vacío fue llenado por la zarina viuda: Catalina. En su política interior y exterior intentó una europeización (modernización) del país, y otorgó a la nobleza un puesto relevante.

      En el interior fracasó su intento de regir el país bajo las ideas de Montesquieu. En el exterior se centró en la expansión territorial. La llamada Semíramis del norte fue considerada como una mujer inteligente, culta, sagaz, muy hábil, apasionada y con una vida privada un tanto peculiar. Mantuvo una gran amistad y comunicación con los grandes ilustrados franceses, como Diderot, Montesquieu o Voltaire, o con el escritor belga Charles-Joseph de Ligne.

      En su reinado se introdujeron novedades en la agricultura y la industria, basándose en el pensamiento de las Luces. Trajo la vacuna, una novedad que ella misma probó. En pocas palabras: fue un gran reinado que intentó armonizar Rusia con Europa.

      Reina-emperatriz de Austria. Fue la primera y única mujer que gobernó sobre los grandes dominios de los Habsburgo y la última jefa de esta casa, pues a partir de su matrimonio la dinastía pasó a llamarse Casa de Habsburgo-Lorena. Fue archiduquesa y soberana de Austria, Hungría, Bohemia y Croacia. Duquesa de Milán, Mantua, Galitzia, Lodomeria, Parma y los Países Bajos austriacos. Gracias a su influencia (y ya que ella no podía ser nombrada emperatriz por ser mujer) hizo nombrar a su marido, Francisco Esteban de Lorena, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con lo que ella vino a ser emperatriz, cosa que en realidad era más que el esposo.

      Gobernó con sabiduría y se la puede considerar una déspota ilustrada de primera línea. A su muerte la emperatriz María Teresa dejó un imperio revitalizado, lo que influyó al resto de Europa durante el siglo XIX. Sus descendientes siguieron su ejemplo y dieron continuidad a las reformas que ella había instituido, lo que influyó en la grandeza de su país en los años venideros.

      Hija única de Gustavo II de Suecia y de Leonor de Brandenburgo, nació el 19 de diciembre de 1626 en el castillo Tre Kronor, en Estocolmo, Suecia. Siempre tuvo una relación conflictiva con su madre. Huérfana de padre a los seis años, el canciller Oxenstierna se hizo cargo de educar a Cristina en asuntos de Estado y política, y el obispo Johannes Matthiae Gothus se encargó de instruir a Cristina en idiomas, filosofía, historia, teología y astronomía, entre otras materias. También era muy diestra en los deportes como equitación, la caza y la esgrima. Solía dormir poco y dedicaba muchas horas del día a la lectura. En 1650, una joven Cristina de poco más de veinte años era coronada como reina de Suecia. Fue en su reinado cuando se firmó la Paz de Westfalia. Durante un breve período de cuatro años, Cristina gobernó con eficacia su país. En 1654 anunció oficialmente su deseo de abdicar del trono y seguidamente se convirtió al catolicismo. Su primo Carlos Gustavo fue nombrado rey de Suecia.

      Durante toda su vida conservó su soltería. Fue mecenas de las artes y las letras y trabó amistad con los sabios de su tiempo. Ha merecido el nombre de «la erudita libertina» y «la reina errante», como veremos luego.

      También conocida como Isabel I de


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