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Los mejores reyes fueron reinas. Vicenta Marquez de la PlataЧитать онлайн книгу.

Los mejores reyes fueron reinas - Vicenta Marquez de la Plata


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II, pero ella no perdió de vista que la gloria y el honor de su nación estaban en juego y que ella era la primera responsable. No quiso compartir el poder para no ser ensombrecida por un marido que quisiera eclipsarla o dominarla y permaneció soltera en unos tiempos en que ello era insólito. A ella deben los ingleses el engrandecimiento de su nación por tierra y sobre todo por mar. De ella dijo Walter Raleigh en The Age of Elizabeth que «la época isabelina es la más gloriosa y en cierto modo la más significativa de la historia inglesa». De hecho, la época isabelina es el verdadero Siglo de Oro en las islas británicas.

      Reina de Francia, hija de Lorenzo de Médicis y Magdalena de la Tour. Cuando llegó a Francia como esposa del segundo hijo del Francisco I, no estaba destinada a reinar, pero la muerte del delfín cambió su destino. Su esposo, con una amante de toda la vida, le relegó al papel de consorte oficial sin prestarle ninguna atención, mientras la favorita, Diana de Poitiers, era la reina efectiva de Francia y la luz de la corte. La prematura muerte de su marido le entregó el poder, pues reinó con sus sucesivos hijos a los que la muerte persiguió. Reinó en un tiempo turbulento: el de las guerras de religión. Ella intentó ser contemporizadora y, aunque católica, permitió una cierta libertad a los hugonotes; pero su política conciliadora fue interpretada como debilidad. A pesar de todos sus esfuerzos la reina no logró unir al dividido reino. Tampoco logró resolver la desesperante falta de ingresos de la Hacienda, pero sí acabar con los abusos judiciales, eliminar aduanas internas y unificar pesos y medidas. Asimismo, se acordó la reunión de los Estados al menos una vez cada cinco años.

      Bajo su reinado tuvo lugar la noche de San Bartolomé, que ella no pudo evitar. Fue una mujer enérgica al par que prudente, sin ella los Valois hubieran desaparecido del trono de Francia mucho antes.

      Organizó de un mosaico de naciones un solo reino, terminó la Reconquista y patrocinó el Renacimiento desde su corte. Fue la reina con más poder y territorios que hasta entonces hubiera reinado, sus dominios se extendieron del uno al otro confín del mundo conocido hasta al otro lado del océano. Casó a todos sus hijos para asegurar la supremacía e influencia de España en toda Europa y con ello intentar cortar las alas al creciente poder de Francia. Otra cosa es que el destino se opusiera de plano a sus proyectos matrimoniales. Las bases de la organización que Isabel y Fernando pusieron en pie han sujetado el edificio de la nación española durante siglos.

      Capítulo 1

       La emperatriz viuda, Tz’u-hsi (1835-1909)

      Cuando la emperatriz Cixí murió, en 1908, los gobernantes que la sucedieron quisieron transmitir la idea de que era una persona incompetente y muy conservadora, para así arrogarse el mérito de la modernización de China

      Cuando nació en noviembre de 1835, la que luego sería emperatriz autócrata en China recibió el nombre de Orquídea, el cual cambiaría por Yehenara (apellido familiar) al llegar a la Ciudad Prohibida.. La familia de esta niña era de nobles orígenes, descendía en línea recta del príncipe Yang-ku-un, jefe de uno de los más antiguos clanes manchúes. En el seno de esta familia de rancios orígenes nació la que habría de mandar sobre millones de seres humanos, ser tres veces regente de China, ejercer un poder sin límites y poner en jaque al Imperio británico.

      Su padre, Huizheng, a pesar de su reconocida nobleza, solo ostentaba el rango de capitán del cuerpo de las Ocho Banderas, que eran las divisiones administrativas en que se colocaban todas las familias manchúes. Ellos proporcionaban el marco básico para la organización militar manchú.

      Murió el padre de familia cuando ella tenía trece años y el sostén de la casa recayó sobre un pariente de nombre Muyangga, que estuvo en situación de apoyar a los suyos una vez que una de sus hijas ingresó en la corte del emperador Daoguang, y suponemos que con estas relaciones sus medios económicos serían superiores a los de la viuda de Huizheng.

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      Yehenara

      La madre de Yehenara, del clan Manchu Fuca, sobrevivió muchos años al esposo. Vivía en la calle del Estaño, cerca del barrio de las Embajadas. Lo que de ella se dice es que su inteligencia y energía eran notables, incluso en esta familia donde las mujeres destacaron más que los hombres. Cuando falleció fue enterrada junto a su esposo en el cementerio de la familia. Señalemos de paso que cuando su hija llegó a emperatriz hizo nombrar a su madre duquesa imperial. Cerca del cementerio en donde fue enterrada su madre, la emperatriz hizo elevar un arco de honor y poner las tradicionales lápidas de mármol. La costumbre de piedad filial exigía que cuando los hijos pasasen cerca del cementerio de sus padres se detuviesen y arrodillasen, esto le ayudaba a cumplir dicha costumbre cuando la emperatriz pasaba cerca del dicho cementerio. Como no le era posible cuando pasaba en tren, muchas veces hizo que el tren imperial diese un gran rodeo para no pasar cerca del enterramiento de su madre, pues no era viable detener el tren para rendir tributo a sus antepasados. Este detalle gustaba mucho a los habitantes de la ciudad, que se hacían lenguas de la piedad de la emperatriz.

      Pocas cosas se saben de la niñez de Yehenara, solo detalles sueltos, por ejemplo que uno de sus camaradas de juegos infantiles era un niño pariente suyo, de nombre Jung-Lu, al cual encontraremos más adelante en la historia de la emperatriz. Algunos autores dice que este Jung-Lu era el hombre que sus padres habían escogido como esposo de Yehenara cuando ella tuviese edad para contraer matrimonio, otros dicen que ella mantuvo relaciones íntimas con él antes de ser emperatriz, pero nada de esto puede ser probado.

      La joven recibió la educación tradicional de su clase, aprendió a pintar y a componer versos, a los dieciséis años terminó sus estudios chinos y manchúes y era versada en la historia de las veinticuatro dinastías. Fue por su excepcional inteligencia que la joven se pudo elevar por encima de esta cultura tan superficial; por su inteligencia, sí, y por la gran ambición que mostró a lo largo de toda su vida.

      Cuando en 1850 le llegó la hora de morir al emperador Daoguang, tenía la joven Yehenara quince años. El hijo mayor de Daoguang, Xianfeng que tenía diecinueve años, heredó el trono.

      Durante el período de luto por la muerte del emperador, estaba prohibido casarse, pero trascurrido este, que duraba veintiocho días, ya se podía efectuar cualquier boda. Mediante decreto se llamó al Palacio Imperial a todas las jóvenes manchúes que fuesen bellas y de edad núbil para poder elegir entre ellas a las que habían de configurar el harén del nuevo soberano. El que ahora iba a ser emperador de la China ya había tomado por esposa a una doncella, que no era otra que la hija mayor de Muyangga, el protector de la familia de Ye-ho-na-la. Desgraciadamente ella había muerto antes de que su marido subiese al trono. Entre las jóvenes damas que acudieron al llamamiento del emperador —más bien de la madre del emperador, que era la que escogía a las adolescentes— estaban la segunda hija de Muyanga, de nombre Niohuru y la prima de esta, Yehenara.

      Como hemos apuntado someramente, era costumbre que la madre del emperador examinase a las muchachas que optaban al honorable puesto de concubina del soberano. El 14 de junio de 1850, desfilaron unas sesenta muchachas ante la mirada atenta de la viuda de Daoguang. De las que eligió veinticuatro. No terminaba ahí el papel de la viuda, había de adjudicar a cada una su rango


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