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El mundo prodigioso de los ángeles. Susana RodriguezЧитать онлайн книгу.

El mundo prodigioso de los ángeles - Susana Rodriguez


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a los que creen. En cuanto a los no creyentes, lanzaré el miedo sobre sus corazones. Golpeadlos pues por debajo del cuello y en todas las junturas”» (8, 9-12).

      Si continuamos hacia Oriente y entramos en el área cultural del hinduismo (sobre todo en la India, pero también en otras naciones asiáticas) y del budismo (Asia meridional y oriental), nos encontramos con mitologías extremadamente complejas en las que abundan las divinidades: genios, ninfas, elfos, ángeles y demonios. Esta muchedumbre de apariencia anárquica, de seres intermedios, energías e «hipotencias», forma, en realidad, una jerarquía de fuerzas continuamente activas que, de forma directa o indirecta, están en contacto con los hombres.

      Destaca, en particular, el bodhisattva budista, aquel que ha recorrido todos los niveles de la perfección durante sus infinitas existencias y que por esa razón está destinado a convertirse en un futuro Buda, que renuncia a alcanzar la iluminación personal para ayudar a los hombres a encontrar junto a él el camino de la perfección (paramita). Puede compararse esta figura a un ángel, puesto que asume un papel de guía, lleva a cabo curaciones, distribuye premios o castigos y acompaña a las almas en su paso de la vida a la muerte.

      El taoísmo chino considera la existencia de los demonios y de los ángeles. Sobre los ángeles dice que están formados por hoven o almas divinas, que se presentan al hombre bajo forma de sueños y se encargan de explicar en el cielo sus acciones.

      El chamanismo no se considera exactamente una religión sino, más bien, una práctica de culto unida a una cierta concepción de la realidad. Típico de las poblaciones siberianas, se encuentra también con aspectos análogos en muchas otras culturas del resto de Asia, África, Oceanía y América. En su centro encontramos al chamán (hombre-medicina), que, mediante unas técnicas arcaicas particulares, consigue situarse en una condición estática y emprender viajes cósmicos fuera de su cuerpo, durante los cuales entra en contacto con la dimensión extrahumana, poblada de antepasados, espíritus de la naturaleza y también espíritus-guía. Se trata de una cultura muy antigua, que de nuevo volvió a cobrar importancia de la mano del célebre etnólogo peruano Carlos Castaneda.

      Los ángeles en la Biblia

      Rasgos específicos de los ángeles

      Por su propia naturaleza o por sus funciones y roles en cuanto a su relación con Dios y con los hombres, los ángeles presentan varios rasgos específicos que les llevan a ser:

      – Ajenos a las limitaciones espaciales: como espíritus que son, pueden estar literalmente en todas partes y obrar en consecuencia.

      – Ajenos a las leyes temporales: puesto que son criaturas creadas a imagen de Dios, son independientes de toda consideración de duración.

      – Depositarios de todo el conocimiento: productos puros del amor divino, los ángeles están impregnados de su espíritu.

      – Totalmente libres: esta noción de libertad es fundamental en la religión judeocristiana, ya que el amor del Dios creador se expresa perfectamente en el libre albedrío que ofrece a sus criaturas, sean ángeles, sean hombres.

      Al finalizar los grandes acontecimientos políticos, intelectuales y espirituales que conmocionaron el mundo antiguo – y que llevaron, en la religión, a la supremacía del culto monoteísta–, se presentó a los ángeles como las criaturas espirituales del Dios único, Jehová. Estos espíritus puros habían sido creados por Él, al igual que el hombre, y se beneficiaban de su misma libertad, aunque se encontraran subordinados a la autoridad del Dios único.

      Sin embargo, al hablar de mensajeros nos referimos a las relaciones particulares con el hombre, al que asisten en su búsqueda de Dios, y por el que pueden interceder, especialmente a la hora del Juicio Final.

      En este mismo sentido, algunos de estos ángeles empiezan incluso a imponerse como los guardianes privilegiados de las almas a través de su reconocida función de ángel de la guarda: una «especialización» que, en definitiva, se prolongará felizmente a lo largo de los tiempos, ya que la idea de una protección permanente contiene tanto un matiz religioso como una simple creencia en «la buena estrella».

      Aquí, una vez más, la imagen del ángel aparece de forma muy ambivalente, ya que puede considerarse indistintamente como la encarnación de un acto de fe y como una representación simbólica de la suerte.

      Sea como sea, al tiempo que esas entidades pierden todo el poder que les habían otorgado las religiones politeístas, ganan una función casi política en ese sentido y se imponen como el ejército de Dios, directamente comprometido contra las fuerzas del mal, representadas por los ángeles que se sublevaron contra Dios y que fueron desposeídos por este, generando un combate secular que se ha prolongado hasta en las criaturas humanas.

      Intermediarios entre Dios y el hombre, anunciadores de la voluntad divina (como ejemplifica el mensaje de Gabriel a María), protectores de las criaturas de Dios (Daniel salvado de la voracidad de los leones), iluminadores de inteligencias y de las almas (Daniel, una vez más, a quien Dios envía al arcángel Gabriel para revelarle el sentido oculto de su visión del carnero y el cabrío) y en lucha para el triunfo del amor y la verdad suprema, los ángeles participan activamente en la instauración del mundo perfecto anunciado por las Escrituras.

      Los ángeles en el Antiguo Testamento

      Además de las visiones de Isaías y de Ezequiel, existen numerosas narraciones en el Antiguo Testamento en que los ángeles son los principales protagonistas, pero faltan descripciones sistemáticas sobre su naturaleza y su relación con Dios y los hombres.

      En el Génesis se habla sobre ellos (capítulo 3, 23-24) cuando Dios echa a Adán y a Eva a causa de su transgresión y los pone bajo la protección del paraíso terrestre de los querubines.

      A la esclava Agar se le aparece un ángel (capítulo 16) que le anuncia el nacimiento de su hijo Ismael y que le comunica que su descendencia se multiplicará de tal manera que no será posible contarla; a los ismaelitas se los considera, de hecho, como los antepasados de las tribus árabes (véase también el capítulo 21).

      A Abraham se le aparecen tres ángeles, con el aspecto de hombres, que comen en su mesa y le anuncian el nacimiento de su hijo Isaac (capítulo 18). También es un ángel el que frena la mano de Abraham, cuando este se encuentra a punto de sacrificar a su hijo (capítulo 22).

      En el capítulo 19, dos ángeles que viajan a Sodoma poco antes de su destrucción resultan tan atractivos a sus habitantes que despiertan un deseo homosexual que empieza a acecharlos.

      Jacob, hijo de Isaac: «Tuvo un sueño en el que veía una escala que, apoyándose en la tierra, llegaba hasta el cielo, y por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios» (capítulo 28, 12).

      A Moisés se le aparece un ángel en el desierto como una llama en medio de una zarza (Éxodo 3, 2).

      En el capítulo 13 del Libro de los Jueces, un ángel anuncia el nacimiento de Sansón.

      Al profeta Elías le acompaña un ángel mientras se encuentra solo en el desierto (I Reyes, 19).

      El Libro de Daniel presenta dos historias muy largas y particularmente dramáticas en las que los ángeles desarrollan un papel activo y de gran importancia. La primera cuenta el relato de tres jóvenes que el rey Nabucodonosor de Babilonia condena a los hornos ardientes porque se han negado a adorar una estatua; un ángel consigue sacarlos sanos y salvos (capítulo 3). En la segunda, el protagonista es el mismo Daniel, que, enviado al foso de los leones, se salva gracias a la intervención de un ángel (capítulo 6).

Citas principales

      Adán y Eva expulsados del paraíso terrenal (Génesis, III)

      «[…] Y Yahvé Dios expulsó a Adán del jardín del Edén para que cultivara la tierra de la que había salido. Así pues, echó fuera al hombre y, al oriente del huerto de Edén, puso querubines y una espada encendida que se revolvía en todas las direcciones para guardar el camino del árbol de la vida».

      La destrucción de Sodoma (Génesis, XIX)

      «Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles


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