Paris en América. Edouard LaboulayeЧитать онлайн книгу.
tarde mi buen Fox. De este lado del agua no se coje á los zonzos en un lazo tan grande; eso está bueno para los inocentes del otro mundo. Por lo demás, desde que no se trata ya de los avisos, dirijios á mi socio. ¿Habeis comprendido lo que se nos pide, mi querido amigo?
—Perfectamente, respondió Truth con voz acentuada. M. Little tiene necesidad de mi honor para colocar su empréstito; y me hace preguntar á qué precio me vendo.
—Truth, querido mio, tomais mal las cosas, dijo Fox en tono insidioso: sois mas puritano que los peregrinos de Plymouth. No os pedimos mas que lo que otros diarios nos han prometido; el Lince, el Sol, la Tribuna, recomendarán nuestro empréstito; así lo espero, al menos: estamos en trato.
—Puesto que teneis esos diarios, dijo Truth, por qué habeis venido? ¿Que necesidad teneis de mí?
—Por una razon muy sencilla, mi excelente amigo, dijo Fox con voz almibarada. En la Bolsa, no se tiene confianza mas que en el París-Telegraphe; es muy natural que tratemos de ponerlo de nuestra parte. Haremos cuanto sacrificio sea necesario para conseguirlo.
—Señor Fox, esclamó el periodista pálido de emocion, aquella es la puerta.
—Soy vuestro servidor, señor Truth, dijo el procurador desapareciendo.
—No soy el vuestro, respondió mi cliente. Mañana sabré lo que es ese empréstito y lo diré.
—Mi querido señor, le dije con la autoridad de mi profesion: agravareis vuestra enfermedad, no corrijireis á nadie y os hareis de enemigos mortales.
—Los enemigos son nuestra gloria. Somos soldados: nuestro puesto está en el fuego.
Diciendo esto se tomó el pecho con ambas manos y se torció en el sillon.
—Doctor, esclamó Humbug, socorredle; no veis que se sofoca? Puede uno darse semejantes emociones por esta canalla humana! Truth, perro egoista! os matais adrede para arruinarme á mi, vuestro viejo amigo. Veamos, miradme.
Truth le tendió la mano sonriendo tristemente. Apesar mio, sentí cierta lástima por aquel pobre jitano que sacrificaba su vida al mas quimérico y al mas deplorable de los oficios.
CAPITULO IX.
Donde se le dice su merecido á la verdad.
Cuando la crisis hubo pasado, y el enfermo recobró aliento, Humbug apoyó ambos codos sobre la mesa, y con una voz que trató de hacer alegre, sin conseguirlo:
—Mi querido Truth, dijo no resistais por mas tiempo á vuestra verdadera vocacion; haceos pastor. Los vicios son de buena pasta; se dejan maltratar sin decir palabra. Todos los domingos se les fustiga vigorosamente sobre los hombros del prójimo, despues de lo cual se almuerza en paz y se come lo mismo. Pero esos bípedos que se creen hombres por que caminan en dos pies, esos lobos con sombrero redondo, esos zorros con lentes, esos monos encorbatados, esos ganzos con levita negra, á esos es necesario mirarlos de cerca para reir de su crueldad, de su avaricia, de su cobardia, de su estupidez. El que los toma á lo serio, muere con el corazon despedazado.
—Hé aquí á mi sucesor, dijo Truth tomándome de la mano: el doctor será un buen asociado para vos.
—El doctor! respondió Humbug, es imposible: si tiene traza de cervatillo!
—¿Cual es pues, esclamé, la especie de bestia que produce los periodistas?
—Para ser un buen periodista, dijo Humbug con gravedad cómica, se necesita la cara de un perro, el olfato de un perro, la impudencia de un perro, el valor de un perro y la fidelidad de un perro. La cara de perro para intimidar á los picaros: el olfato del perro para sentirlos de lejos, la impudencia del perro para ladrar tras de ellos apesar de sus gestos y sus amenazas: el valor del perro para saltarles á la garganta: la fidelidad del perro para irse, detenerse y volver al primer llamado de la verdad.
—Señor director de los avisos, dijo yo con impaciencia, no suponia que tuvieseis por la verdad una pasion tan viva y tan desinteresada.
—¿Porqué no, sabio Esculapio? respondió en tono chocarrero. ¿Creeis que no sé que dos y dos son cuatro? ¿Qué es lo que hace el precio de los avisos? El número de lectores. ¿Qué es lo que trae lectores? La opinion. ¿Engañando acaso á la opinion se la gana? La verdad es el cuerpo del diario; los anuncios no son sino la crinolina, ridículo traje, provisto por la mentira y la vanidad. Desinit in piscem mulier formosa superné. ¿Quien tiene la culpa? El espíritu y el buen gusto del público.
—Señor, le dije haciendo dar vueltas la tabaquera en mis manos para apoyar mis palabras, toda verdad no es bueno decirla. Hay algunas que turban y desgarran la sociedad.
—Si, querido doctor; la verdad es revolucionaria.
—Al fin, esclamé, lo confesais!
—Sin duda. Ved la Reforma. ¿A qué precio ha libertado la conciencia?
—Eso es, dije yo, golpeando con mi baston, eso es!
—Y el Evanjelio, respondió Humbug. Qué trastorno! Una civilizacion destruida, Jupiter destronado, los Césares despreciados y derribados. Cuán conveniente hubiese sido que ahogasen en su orijen á esta verdad que mataba un mundo y engendraba uno nuevo! Eh! bien, querido Hipócrates ¿no decis nada? ¿Y la Revolucion Francesa?
—Señor, esclamé, no toquemos las cosas sagradas. La resistencia de los privilejios fué la que hizo todo el mal. Confesad que hay verdades que asustan.
—Si, como la luz intimida á los ladrones.
—Hay algunas que son odiosas, para quien las escucha.
—Sí, cuando se perturba la embriaguez, ó se recuerdan los remordimientos.
—Hay algunas que son peligrosas para los que las dicen.
—Sí, cuando tienen un corazon de esclavo ó de lacayo. Di la espalda á aquel sofista desvergonzado que no temia atacar sabias preocupaciones y sacudir la almohada en que el mundo duerme en paz hace dos mil años. Me dirijí á Truth, que habia vuelto á empezar sus recortes y que parecia no escucharnos.
—¿En qué pensais, querido enfermo? le dije; nuestra conversacion os fatiga quizá.
—Doctor, respondió sonriendo, perdonad la impertinencia de mi fantasia, pensaba en Pilatos. Escuchaba á este grave administrador decirle á Cristo: ¿Qué es la verdad? y salir sin esperar la respuesta. En tiempo de Tiberio César, habriais sido un excelente gobernador de Judea.
—Qué! agregó animándose, no sentis que para nosotros los hombres, la verdad es la vida, y que la mentira es la muerte? Buscad á vuestro alrededor paises prósperos, ilustrados, honrados, caritativos: ¿no son aquellos donde cada cual puede decir la verdad, toda la verdad, sin escepcion de personas, sin respeto á las preocupaciones, á los privilejios, á los abusos? Buscad los paises miserables, ignorantes, sin moralidad; ¿no son aquellos donde reina la mentira oficial bajo todas las formas? Contemplad la grandeza de la Inglaterra, el crecimiento de la América, la fortuna naciente de Australia. ¿Cual es la fuerza que en ochenta años ha levantado á nuestros Estados-Unidos de tres millones á treinta y un millones de habitantes? No os engañeis: es la verdad. Dejad á los políticos hacer armazones de sistemas y combinar formas de gobierno; ved cuales son las instituciones vivas de los pueblos libres. Escuelas, asociaciones, tribuna, prensa, ¿qué es todo esto, sino otros tantos instrumentos con el objeto de propagar la verdad y captarse todos los corazones? Contad los diarios de un pueblo y tendreis su rango en la escala de la civilizacion: es un termómetro que nunca engaña. ¿Porqué? Es que la verdad no es, en otros términos, sino la ley que gobierna el mundo moral: es que hay relaciones naturales entre los hombres, como las hay entre las cosas. Reconocer y respetar esas relaciones, es reconocer y respetar la verdad, ó mejor dicho, á Dios mismo, presente en el mundo por su voluntad