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Colección de viages y expediciónes à los campos de Buenos Aires y a las costas de Patagonia. Pedro de AngelisЧитать онлайн книгу.

Colección de viages y expediciónes à los campos de Buenos Aires y a las costas de Patagonia - Pedro de Angelis


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y aunque bajaba á la costa á su pesca de lobos marinos, ya no los habia. Pero caminando algun tiempo, encontró un riachuelo de agua dulce que se internaba tierra adentro, bastante angosto, pero con mucha corriente y hondo, y á la boca que hacia el mar tenia poca agua: no obstante no lo pudo vadear, y encontrando en sus orillas muchos maderos de sauces secos, que se conocia eran traidos de adentro con la corriente, pudo lograr echar uno de ellos al agua, embarcándose en él con su perro, y lo pasó, costándole algun trabajo por la corriente.

      A la orilla de este rio habia algunos sauces pequeños, y habiéndose refrescado, siguió su derrota; y á una semana de haber caminado, avistó unas serranias muy altas, ásperas é intransitables, desde tierras adentro hasta la orilla del mar, de modo que para salir de su aspereza se bajó á la playa, y cuando bajaba el agua, caminaba: cuya estacion le duró dos semanas: y aun despues caminaba por el campo, avistaba algunas sierras pequeñas y montes, encontrando tambien algunos montecitos de un árbol, nombrado chañar, cuyas frutas, aunque muy escasas, solian templar su hambre, ayudado con su poca pesca y otros bichitos del campo que podia lograr: pues ninguno reservaba, por inmundo que fuese, porque para él todo le era comida delicada y gustosa, siendo lo peor y mas trabajoso que le faltaba algunas veces; pues asegura que en la estacion de su viaje se le pasaban ya los cuatro, ya los seis dias sin comer ni un bocado, en lo que se afirma muy de cierto y aun le parece que hubo temporada de dos semanas. Pero como es un indio tan poco experto no se le ha podido averiguar el tiempo fijo que tardaba en las estaciones de un tránsito á otro, sin saber hacer cuenta ni por dias, ni por semanas, ni por meses, ni por lunas. Y así al cabo de estas estaciones, que no sabe el tiempo que tardó, pues unas veces dice que serán dos meses, otras tres, y otras uno, llegó á un rio de agua dulce muy caudaloso, que lo halló yendo desviado de la costa como cinco leguas, é ignora la situacion hácia la boca del mar, pero asegura que será muy grande por ser el rio muy ancho y caudaloso. Apenas se acercó, cuando vió venir á sí dos indios á caballo con sus lanzas, con cuya vista pensó ir á ver la de Dios: pero llegándose los indios á él, le cogieron de los brazos, preguntándole ¿qué hacia por aquellos parages? segun demostraban por las señas. Pero ni uno ni otro se entendian, y al fin permitió su fortuna que se acordasen que era de la especie humana, pues sea por esto, ó porque le vieron hecho un esqueleto de flaco y consumido, siendo por su naturaleza bien fornido, se condolieron de él, y mostrándolo lo condujeron un poco mas adelante, en donde habia como unos 20 toldos de indios con sus familias de mugeres y hijos, y le recogieron en unos de los toldos, y le daban de comer avestruz, venado y caballo que son sus manjares, y le daban de sus cueros para que se tapase y durmiese, por ser la estacion muy fria por las heladas que cayan. De este modo lo pasaba razonablemente, hasta que logró restablecerse, poniéndose capaz de andar á caballo, è ir con ellos á cazar y correr yeguas cimarronas, que ya habia algunas: y despues de algun tiempo dispusieron pasar el rio los indios con las familias, y lo ejecutaron á nado en unas pelotas de cuero, en donde se ponian ellos con sus mugeres y sus hijos, y dentro ponian los toldos, que son de cueros de caballos, y con guascas, ó cuerdas de cuero amarradas de los caballos, que tienen muy especiales para pasar el rio, se echaron, las pelotas y pasaron todos con felicidad á la otra banda, y alli volvieron á acamparse, siendo su egercio el cazar avestruces en venados y otros bichos y animales para comer, pasándose muchísimo tiempo en jugar, perdiendo cueros de caballo que se ganaban los unos á los otros, y no se reconoció que huviese ningun cacique entre ellos, pues todos igualmente mandaban y tenian sus pendencias, y á veces habia varias muertes. Tambien solian ausentarse 6 ú 8, y despues de algun tiempo venian con caballos que, segun se reconocia, los hurtaban de otros indios, y algunas veces no venian todos los que fueron, por lo que se comprendia que eran muertos por los enemigos. Estos solian venir á su campo, y tambien se llevaban caballos, que regularmente sucedia de noche: y este modo de vivir observó todo el tiempo que estuvo entre los indios, que no puede decir cuanto, pero diré que experimentó mucho frio y mucho calor en varios tiempos y parages, durante el tiempo que estuvo con los indios. Pues, despues que estuvieron algunos dias á las orillas de aquel rio, se mudaron á otro parage, siempre buscando las aguadas para sí y sus animales, y caza con que mantenerse en lagunas ó arroyuelos; que nunca volvieron á encontrar mas rio, y fueron muchas las mudadas que hicieron los indios de sus toldos: pero como se reconocia que se acercaban á las campañas de Buenos Aires, y como ninguno de los indios se metia con él para hacerle daño, se mantuvo entre ellos, y solo les preguntaba la distancia que habria hasta la costa del mar: y unas veces le parecia que estaria como 6 ú 8 ó 10 leguas, y otras se dejaba ver desde lo alto de algun cerro. Por fin llegaron á las cercanias de estas campañas, y él lo reconocia por la abundancia que habia de yeguas cimarronas de que se mantenian: y un dia se destacaron 12 indios, y preguntó, aunque por señas, porque nunca se entendieron, ¿qué destino llevaban? y pudo comprender que venian á las campañas de Buenos Aires, y les dió á entender que él los queria seguir, y no se lo impidieron. Y tomando su caballo mancarron viejo, que desde el principio le dieron, se enderezó á seguirlos, y resagándose, vino la noche, y dejó el rumbo, tomándole hácia la costa del mar, que caminando toda aquella noche y el medio dia siguiente, se puso en ella, y á las orillas de un pequeño riachuelo, con algunos sauces, á su sombra sesteó: y á hora de visperas vió venir á él un indio á caballo que le dió bastante susto, pero el tal indio era de la gente del cacique, que nombran D. Nicolas Bravo, quien de paz comunica y comercia con esta ciudad.

      Llegó pues el indio á donde estaba nuestro Hilario, haciendo juicio que el caballo era uno que se le habia perdido y lo andaba buscando: y habiéndose podido entender un poco, porque el indio hablaba en castellano, con mucho gusto lo acarició, y le dijo que se viniese con él que pronto lo pondria en Buenos Aires. Y tomando su camino, poco despues de haber anochecido, se hallaron en una toldería que era la del indio y gente del cacique Bravo, que estaba situado en el parage que llaman el Zanjon, en donde fué bien recibido, y aquella noche mataron el caballo de Hilario y fué la cena que tuvieron: y no dejó de estrañarlo, pues mal correspondia el recibimiento que le habian hecho, y el matarle su caballo. Pero al dia siguiente por la mañana le dieron otro caballo muy bueno, y pidió que le diesen de comer carne de vaca, y se la trajeron, y lo mismo hicieron en los 15 ó 20 dias que estuvo con ellos.

      Estos indios le preguntaban por sus compañeros que se habian quedado en San Julian, pues tenia encargo de D. Domingo de Basabilbaso para recojerlos y conducirlos á Buenos Aires, y les habia ofrecido que los regalaría, y que algunos de ellos habian estado en su casa, con motivo de ser tesorero de guerra, y en ella se les subministraba la yerba y tabaco, y el Señor Gobernador los regalaba por ser amigos, hermanos y de paz; (que estas eran sus palabras) y con esta ocasion les habia agasajado y hecho sentar en sillas, encargándole mucho los cuatro hombres; los tres de su voluntad, y un negro huido, que su navio dejó en el Puerto de San Julian: y así le dijeron, que siempre que quisiere irse á Buenos Aires, que se lo dijese para darle lo necesario. Despues de dicho tiempo dijo Hilario que se queria venir, y le dieron un buen caballo y lo trajeron convoyado de cuatro indios hasta un fuerte que está en las fronteras de las estancias de esta ciudad, á donde le entregaron, con encargo de que le condujesen, como así se ejecutó. Llegando á esta ciudad el dia 6 de Enero de este presente año de 1755, en donde se halla con ánimo de volverse á embarcar para el tráfico de la sal y descubrimiento de la costa, y á pedimento de D. Domingo de Basabilbaso, hizo esta declaracion en Buenos Aires, á 12 de Enero de 1755, y no firmó por no saber escribir.

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