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Totalitarismo del mercado. Franz Josef HinkelammertЧитать онлайн книгу.

Totalitarismo del mercado - Franz Josef Hinkelammert


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formado como totalitarismo del mercado. Las fuerzas que constituyen este totalitarismo no emanan del Estado, sino de los poderes anónimos del mercado. Son ahora éstos los que someten cada vez más a los poderes políticos a su lógica totalitaria.

      La canciller alemana Angela Merkel decía: “la democracia tiene que ser conforme al mercado”, y de eso se trata; la democracia no responde ya al pueblo, sino al mercado. Eso precisamente es una definición muy adecuada de este nuevo totalitarismo; de eso se trata hoy. Estamos frente a la disyuntiva entre democracia o mercado; entre un mercado que se impone a todo, en todas partes y en cada momento, o el desarrollo de una democracia que responda a la voluntad de los pueblos y que exige que un mercado sea conforme a la democracia, y que, por tanto, tenga en su centro no al mercado sino al ser humano.

      Los conflictos presentes son conflictos entre la democracia de los indignados que se enfrentan al totalitarismo del mercado, y el poder totalitario del mercado con su meta de someter a la población entera sin ninguna posibilidad de defensa e imponerse definitivamente y para siempre.

      El actual totalitarismo del mercado está todavía en desarrollo. Sin embargo, con la declaración de la estrategia de globalización junto con el Consenso de Washington de los años ochenta se había ya declarado el mercado como total, con la perspectiva de someter en lo posible todas las actividades económicas al criterio de la propiedad privada y del mercado. Este proyecto de un totalitarismo de mercado lo comenzó el gobierno de Reagan.

      Desde entonces se desarrolla el sistema: campos de concentración como Guantánamo, la legalización de la tortura y la decisión burocrática sobre los medios de tortura; el asesinato de personas consideradas enemigos mediante ataques de aviones sin pilotos (drones); las personas asesinadas son acogidas otra vez por instancias burocráticas (y, si resultan completamente inocentes, son declarados daños colaterales); la persecución de personas que publican información que el gobierno había declarado secreta lleva a la condena o persecución de los periodistas (que en varios casos ya pidieron asilo político en otros países).

      Pero la iniciativa para tener de esta manera al Estado a disposición de la promoción del totalitarismo del mercado parte de los poderes económicos de las burocracias privadas de las empresas; por tanto, toda esta totalización del Estado está al servicio de los poderes del mercado, y lo hemos visto sobre todo en el tratamiento de las deudas externas. Es la usura llevada al límite.

      Eso empezó con la crisis de la deuda externa de América Latina en la década de 1980, y se hace obvio nuevamente con la crisis de muchos países de Europa, especialmente de Europa del sur. En 2015 Grecia fue enfrentada y su ministro de Finanzas expresó que hoy le toca a su país el trato del water boarding (un método de tortura legalizado por el gobierno de Estados Unidos), y efectivamente se trata de eso. Las negociaciones con Grecia son pura pantalla. Los representantes políticos del mercado total exponen sus condiciones y Grecia tiene que aceptar. Estos representantes son políticos de las democracias modelo del mundo, como son los gobiernos de Europa. De esta manera demuestran a todo el mundo qué tipo de democracias son. Los griegos aprenden entonces la sabiduría de esta democracia: quien no puede pagar sus deudas en dinero, tiene que pagarlas con sangre.

      En los análisis que siguen, quiero hacer presentes algunos antecedentes clave de este totalitarismo del que hablo, los cuales pertenecen a una historia larga. Voy a empezar con un primer capítulo sobre la crítica de la religión del temprano Marx, a la cual posteriormente dio el nombre de “teoría del fetichismo”. Este capítulo se intitula “La primacía del ser humano en el conflicto con la idolatría: crítica de la religión, la teología profana y la praxis humanista”. Dicha crítica a la religión fue considerada muy poco en el desarrollo del marxismo del movimiento socialista posterior a Marx; de hecho, se trata de un análisis en la tradición de la crítica de la idolatría en el antiguo judaísmo. Marx la reformula en gran parte frente a su propósito de estructurar una crítica de la idolatría implícita del mercado, del dinero y del capital. Esta crítica de la idolatría fue asumida en gran parte por el movimiento de la teología de la liberación en América Latina desde la década de 1960. Se trata de una continuación que implicaba también desarrollar la crítica, pero que ha mantenido la esencia de la que era la crítica para Marx. En este mismo capítulo, entonces, analizo un texto del actual papa Francisco, que es parte de su mensaje apostólico Evangelii gaudium y que asume esta continuación elaborada por la teología de la liberación.

      A esto sigue el capítulo II, “El termidor del cristianismo como origen de la ortodoxia cristiana: las raíces cristianas del capitalismo y de la Modernidad”. Parto del análisis del mensaje cristiano referente al pago de la deuda, especialmente la deuda impagable, y de la racionalidad del mercado. En ambos casos el termidor del cristianismo transforma las exigencias expresadas en el mensaje cristiano en su contrario. Aunque este termidor se concentra en el constantinismo del siglo IV, el desarrollo de las posiciones correspondientes pasa por toda la Edad Media.

      Una vez analizado el termidor del cristianismo, en el capítulo III pasaremos al análisis del primer gran termidor de la Modernidad, que es el de la Revolución inglesa. El político de este proceso es Cromwell, pero su pensador fundante es John Locke, quien transforma las tesis básicas de la Revolución inglesa, que en su origen es una revolución popular, para convertirla en un movimiento nítidamente burgués. La transformación es, como en el caso del termidor cristiano, una inversión completa, pero se trata ahora de una revolución, mientras que en el caso del cristianismo se trataba más bien como una rebelión del sujeto. Este termidor de la Revolución inglesa vuelve a aparecer en las demás revoluciones, sea la francesa o la Revolución rusa. Aparece cambiado, pero mantiene caracteres básicos idénticos. Eso es interesante en el caso de la Revolución rusa, que en su origen es también una revolución popular, pero su termidor no la transforma en revolución burguesa, sino en socialismo burocrático; no obstante, mantiene características que recuerdan mucho a John Locke, y esto se ve muy claro en los juicios de Moscú referentes a personas clave de la Revolución, acusados por el régimen estalinista.

      El acusador de estos juicios, Andrey Vyshinsky, es notablemente un seguidor de Locke que se distingue de él sobre todo por sustituir la función de la propiedad privada en el pensamiento de Locke por la propiedad estatal del socialismo estaliniano, mas la inversión de los grandes valores de la Revolución es la misma. La mayor diferencia es que Locke observa en los opositores a animales salvajes que se puede exterminar libremente, mientras el acusador estalinista ve a sus enemigos como perros con rabia. El mismo Locke, que tantas veces se celebra como padre de los derechos humanos, es así uno de los más brutales pensadores esclavistas de toda la historia humana. Todos los termidores se mueven en la misma línea: cuando surgen como revolución popular, declaran ilegítima la esclavitud, y luego, como en el caso de los tres termidores de la Modernidad mencionados, la introducen de nuevo. No hay ninguna revolución moderna que haya abolido la esclavitud más allá de su termidor. La Asamblea francesa declaró la abolición de la esclavitud, pero Napoleón enseguida la volvió a introducir. Estados Unidos, por ejemplo, mantuvo una significativa masa de población como trabajo forzado por esclavitud hasta casi cien años después de su Declaración de independencia y de introducir la democracia en su territorio. Después, el trabajo forzado fue sustituido por el apartheid que duró unos ochenta años más, hasta la década de 1950, pero todo este tiempo Estados Unidos se presentó como la democracia modelo en el mundo, y en el socialismo soviético ocurrió algo muy parecido. Con su termidor se impuso el trabajo forzado en campos de trabajo, el cual se extendió también hasta los años cincuenta del siglo XX.

      Un proceso parecido ocurre con el termidor del cristianismo. Pablo de Tarso declara ilegal la esclavitud, aunque no se atreve todavía a llamar a su abolición. En cambio, Agustín, en el siglo IV, declara la esclavitud como algo legítimo. Es el tiempo de la imperialización del cristianismo.

      En el capítulo IV, “El vaciamiento de los derechos humanos en la estrategia de la globalización”, mostraremos las consecuencias políticas, sociales y humanas de esta forma de concebir los derechos humanos, su sistemático vaciamiento de toda forma de contenido ético o humano que aparece a partir del ataque metódico al Estado social o de bienestar desde el mercado neoliberal. Ahora los derechos pertenecen a las empresas y no más a los seres humanos. Es más, el mercado debe decidir ahora a quién se le distribuye


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