Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González CasanovaЧитать онлайн книгу.
del gobierno local para la explotación colonial. La imagen que tiene esta autoridad local del indio es la imagen de un ser inferior, de un ser-cosa. Las autoridades dicen de los habitantes de Jicaltepec: “es gente mala”,[39] son “flojos”, “ladrones”, “mentirosos”, “buenos para nada”,[40] y este concepto del indio varía en cuanto el indio se acultura —aprende la lengua, se viste como ladino—. Escribe Calixta Guiteras:
Los ladinos en general, los que habitan los pueblos indígenas o viven de explotarlos en una u otra forma, siempre los acusan de mentirosos, bandidos, sinvergüenzas. Nunca toman parte en sus fiestas y cuando lo hacen, es con el pretexto de emborracharse más de lo acostumbrado. Existe una marcada discriminación hacia el indígena y un trato despectivo, cuando no insultante.
Cuando un indio ha aprendido a expresarse en lengua española y regresa al pueblo vestido de ladino, éstos lo respetan y se guardan mucho de maltratarlo. Si su mujer e hijos adoptan el vestido ladino y se alejan de su grupo, los ladinos lo tratan de igual a igual y sólo se recordará su pasado indígena en el momento de insultarlo.[41]
Otra cosa es cuando un indio se alza, se enfrenta. “Los mestizos consiguen conservar su hegemonía política por medio de la fuerza, las armas, asesinando incluso a dirigentes indios…”. Y en la generalidad —una que no podemos ignorar por toda la experiencia y todos los informes, aunque no dispongamos de datos estadísticos—, “los blancos y los mestizos (ciudadanos y autoridades) consideran a sus conciudadanos mixtecos [esto es aplicable a todos los indios] como desiguales a ellos”, y los tratan con una “brusquedad digna de los aventureros de la Conquista”. La forma en que la autoridad mira al indio, en que lo hace sufrir, en que se divierte con él, en que se siente “inteligente” frente a él, en que lo humilla, en que lo intranquiliza, en que lo agrede, en que le habla de “tú”, todas son formas ligadas a la violencia del dominio y a la explotación colonial.
Desgraciadamente, hasta hoy la antropología mexicana, que por muchos conceptos nos ha permitido conocer la realidad de nuestro país y que ha tenido un sentido humanista del problema indígena, nunca tuvo un sentido anticolonialista, ni en las épocas más revolucionarias del país. Influida por la metodología de una ciencia que precisamente surgió en los países metropolitanos para el estudio y control de los habitantes de sus colonias, no pudo proponerse como tema central de estudio el problema del indígena como una cuestión colonial y como un problema eminentemente político. Los datos dispersos que a lo largo de su obra se encuentran tienen el carácter de denuncia u obedecen a simples registros y descripciones. La distancia que hay entre estos estudios y los que pueden surgir en el futuro es la misma que la que surgió entre dos famosos antropólogos: Malinowski y Keniata, aquél inglés, éste negro, que se convirtió en líder de su pueblo y advirtió la necesidad de estudiar en forma sistemática el problema de la explotación y la política.
Quizás un estudio profundo de este tipo de relaciones nos permita conocer en el futuro el verdadero problema indígena, y ahondar más precisamente en su estrecha vinculación con el conjunto de la política mexicana. Porque si bien es cierto que cuando un indio se viste de ladino y aprende el español la autoridad lo trata de otro modo, es también cierto que en el conjunto de México, las relaciones de autoridad y ciudadano suelen estar teñidas con los más distintos matices de violencia y desprecio, con reacciones que encuentran sus fuentes y sus características más típicas en las relaciones de la autoridad ladina con el “ciudadano” indio. El ejemplo que da Oscar Lewis en la familia Sánchez, de cómo tratan las autoridades al “pelado” de la ciudad, es uno de tantos ejemplos de este grave problema. Los fenómenos de agresividad política, de injuria polémica en la prensa (en que se ataca a la gente como si fueran “torturados”), las actitudes que tiene el político de sentirse “muy vivo” y manipular como cosas a los ciudadanos; los sentimientos de ofensa violenta de la autoridad ante los individuos o grupos de estatus inferior que protestan y exigen en vez de solicitar suplicantes —se equiparan en el nivel nacional a las reacciones frente al indio alebrestado—, así como su contraparte en grandes grupos de la ciudadanía no indígena: el conformismo, el abstencionismo, el automatismo ciudadano, el paternalismo, el escepticismo, la inseguridad, y una serie de fenómenos más que caracterizan nuestros principales defectos y males políticos y que impiden nuestro desarrollo democrático —el diálogo racional con los grupos que se organizan y protestan—, no se reducen ciertamente a las relaciones de ladinos y de indios. Si en las regiones indígenas el indio es indio y el ladino es autoridad y representa el “principio de autoridad”, en la política mexicana, el hombre juega los papeles de indio y ladino, según las circunstancias y clases. Por ello el conocimiento del indio como ser político, y de la autoridad ladina de los pueblos indígenas, es seguramente el mejor modo de conocer al mexicano como ser político, en lo que tiene de más paciente o de más antidemocrático.
ANEXO
Tabla 16. Ciudadanos empadronados y ciudadanos que votaron en las elecciones presidenciales de 1964
Entidades | Empadronados | Votaron | Se abstuvieron | % (3/1) |
Aguascalientes | 100,551 | 73,791 | 27,360 | 27.21 |
Baja California | 257,984 | 181,894 | 76,090 | 29.49 |
Baja California (S) | 35,025 | 26,894 | 8,183 | 23.36 |
Campeche | 69,833 | 59,205 | 10,628 | 15.22 |
Coahuila | 340,419 | 265,021 | 75,398 | 22.15 |
Colima | 68,902 | 39,587 | 29,315 | 42.54 |
Chiapas | 433,770 | 335,923 | 97,847 | 22.56 |
Chihuahua | 498,502 | 282,302 | 216,200 | 43.37 |
Ciudad de México | 2’080,465 | 1’424,857 | 655,608 | 31.51 |
Durango | 312,512 | 229,361 | 83,151 | 26.60 |
Guanajuato | 627,364 | 419,624 | 207,740 | 33.11 |
Guerrero | 519,622 | 397,369 | 122,253 | 23.53 |
Hidalgo | 399,751 | 345,377 | 54,374 | 13.60 |
Jalisco | 992,016 | 590,290 | 401,726 | 40.49 |
México | 704,174 | 505,355 | 198,819 | 28.23 |
Michoacán | 671,327 | 393,287 | 278,040 | 41.42 |
Morelos | 184,322 | 117,273 | 67,049 | 36.38 |
Nayarit | 157,343 | 76,400 | 80,943 | 51.44 |
Nuevo León | 452,648 | 261,418 | 191,230 | 42.25 |
Oaxaca | 576,228 | 448,606 | 127,622 | 21.15 |
Puebla | 762,202 | 554,010 | 208,192 | 27.31 |
Querétaro | 142,834 | 111,742 | 31,092 | 21.77 |
Quintana Roo | 17,829 | 17,484 | 345 | 1.94 |
San Luis Potosí | 406,639 | 284,932 | 121,707 | 29.93 |
Sinaloa | 297,960 | 214,121 | 83,839 | 28.14 |
Sonora | 273,594 | 157,798 | 115,796 | 42.32 |
Tabasco | 175,442 | 147,592 | 27,850 | 15.87 |
Tamaulipas | 414,023 | 302,339 | 111,684 | 26.97 |
Tlaxcala | 127,126 | 102,578 | 24,548 | 19.31 |
Veracruz | 988,387 | 683,116 | 305,271 | 30.88 |
Yucatán | 259,261 | 206,901 | 52,360 | 20.19 |
Zacatecas | 241,539 | 178,513 | 63,026 | 26.09 |
TOTALES | 13’589,594 | 9’434,908 | 4’154,686 | 30.57 |
Tabla 17. Electores probables y ciudadanos empadronados
A
Entidades | Lugar | % 2/1 | (1) Electores probables | (2) Ciudadanos empadronados |
Aguascalientes | 2 | 87.53 | 114,875 | 100,551 |
Baja California | 10 | 86.55 | 298,049 | 257,984 |
Baja California (S) | 20 | 90.96 | 38,506 | 35,025 |
Campeche | 7 | 85.36 | 81,807 | 69,833 |
Chiapas | 17 | 80.34 | 539,905 | 433,770 |
Chihuahua | 15 | 82.73 | 602,518 | 498,502 |
Coahuila | 23 | 78.37 | 434,377 | 340,419 |
Colima | 31 | 86.41 | 79,738 | 68,902 |
Durango | 4 | 91.56 | 341,325 | 312,512 |
Guanajuato | 12 | 77.79 | 806,465 | 627,364 |
Guerrero | 21 | 94.70 | 548,726 | 519,622 |
Hidalgo | 22 | 88.91 | 449,575 | 399,751 |
Jalisco | 6 | 84.01 | 1’180,767 | 992,016 |
México | 18 | 77.95 | 903,356 | 704,174 |
Michoacán | 5 | 78.50 | 885,165 | 671,327 |
Morelos | 3 | 94.94 | 194,142 | 184,322 |
Nayarit | 32 | 87.24 | 180,325 | 157,343 |
Nuevo |