Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González CasanovaЧитать онлайн книгу.
la empresa capitalista, industrial, con trabajo asalariado.
La heterogeneidad técnica, institucional y cultural coincide con una estructura en que las relaciones de dominio y explotación son relaciones entre grupos heterogéneos, culturalmente distintos. Esta característica de la vida colonial interna tiene implicaciones psicológicas y políticas que es conveniente determinar en su cuadro natural y añadir a los fenómenos señalados en los incisos anteriores. Es bien sabido que el racismo y la discriminación racial son el legado de la historia universal de la conquista de unos pueblos por otros, desde la antigüedad hasta la expansión de los grandes imperios y sistemas coloniales de la época moderna. Ya Hobson lo decía, pensando él mismo en términos de razas superiores e inferiores:
Siempre que las razas superiores —escribió— se establecen en territorios donde pueden ser empleadas provechosamente las razas inferiores para los trabajos manuales y la agricultura, para la minería y el trabajo doméstico, las últimas no tienden a morir, sino a constituir una clase servil.[19]
El racismo aparece en todas las colonias donde se encuentran dos culturas, en América hispánica, en el Cercano y en el Lejano Oriente, en África. Es el “dogma oficial” de la colonización inglesa, y corresponde a la “línea de color” que levantan los japoneses en los pueblos asiáticos que dominan, a pesar de su famoso slogan de “Asia para los asiáticos”.[20] El racismo y la segregación racial son esenciales a la explotación colonial de unos pueblos por otros, e influyen en toda la configuración del desarrollo y la cultura colonial: son un freno a los procesos de aculturación, al intercambio y traspaso de técnicas avanzadas a la población dominada, a la movilidad ocupacional de los trabajadores indígenas que tienden a mantenerse en los trabajos no calificados, a la movilidad política y administrativa de los indígenas. El racismo y la discriminación corresponden a la psicología y la política típicamente coloniales.
La psicología colonial, la mentalidad colonialista, han sido poco estudiadas. No disponemos, que yo sepa, de un estudio empírico y riguroso sobre la “personalidad colonialista”, no obstante lo necesario que es y lo útil que sería. Los autores que han hablado sobre el problema lo han hecho en forma de denuncia, y cualquier lector de los textos participa de la emoción en formas de aceptación o rechazo. Algo semejante ocurre con los estudios sobre el colonizado, su psicología y personalidad. El pequeño libro de Memmi[21] con observaciones muy agudas, los casos clínicos que registró Fanon en su trabajo como psiquiatra,[22] se suman a una gran cantidad de denuncias y acusaciones políticas de viajeros, historiadores e ideólogos.
En medio de esta situación es evidente que dos de los problemas más característicos de la personalidad colonialista consisten en una complicada riqueza de actitudes adscritas al trato con los individuos, según el lugar que ocupan en la escala social, y en la deshumanización del colonizado. En la sociedad colonial hay una etiqueta complicada que señala los términos en que debe y puede uno dirigirse a los diferentes grupos sociales, “el grado de cortesía o grosería que son aceptables”,[23] el tipo de “humillaciones que son naturales”:
Conjunto de conductas, de reflejos aprendidos, ejercitados desde la primera infancia… el racismo colonial [dice Memmi] se halla tan espontáneamente incorporado a los gestos, incluso a las palabras más banales, que parece constituir una de las estructuras más sólidas de la personalidad colonialista.[24]
A estas complicadas formas de la humillación y la cortesía, típicas de la adscripción de la sociedad tradicional, se añade la deshumanización del colonizado, o su percepción como una cosa, cuyas funciones psicológicas, sociales y políticas sólo pueden encontrar paralelo en los estudios sobre la psicología de los nazis. Este fenómeno da lugar a los procesos de manipulación, sadismo, agresividad, que aparecen en tantas denuncias del trato colonial y que Memmi señala con violencia:
¿Qué deber serio se tiene frente a un animal, o una cosa, que es a lo que se parece más y más el colonizado? A eso se debe que el colonizador pueda permitirse las actitudes y los juicios que se permite sobre el colonizado. Para él un colonizado que conduce un automóvil, es un espectáculo al que no se acostumbra; le niega todo carácter normal, le parece que es una pantomima simiesca. Un accidente incluso grave, que afecta al colonizado, casi lo hace reír. El ametrallamiento de una multitud colonizada lo hace levantar los hombros con indiferencia. Por lo demás, una madre indígena que llora la muerte de su hijo o de su marido no le recuerda sino vagamente el dolor de una madre o de una esposa.[25]
Esta psicología con reglas muy complicadas de trato, prejuicios y formas de percepción del hombre colonizado como cosa, está vinculada a las formas de la política interna de la sociedad colonial, a una política de manipulación y discriminación que aparecen en el orden jurídico, educacional, lingüístico, administrativo y que tienden a sancionar y aumentar el “pluralismo” social y las relaciones de dominio y explotación características de la colonia. Sobre este punto, la literatura histórica y jurídica es demasiado amplia para intentar siquiera una síntesis.
VII
Pero si éstas son las características típicas del colonialismo, el problema radica en saber hasta qué punto se dan en lo que hemos llamado el “colonialismo interno”, y hasta qué punto se da el fenómeno mismo del colonialismo interno.
Es un hecho bien conocido que al lograr su independencia las antiguas colonias, no cambia súbitamente su estructura internacional e interna. La estructura social internacional continúa en gran parte siendo la misma y amerita una política de “descolonización”, según se ha visto con toda claridad, particularmente por los dirigentes de las nuevas naciones y por los investigadores europeos. En el terreno interno ocurre otro tanto, aunque el problema no haya merecido el mismo énfasis sino, como dijimos anteriormente, observaciones ocasionales. Las nuevas naciones conservan, sobre todo, el carácter dual de la sociedad y un tipo de relaciones similares a las de la sociedad colonial que ameritan un estudio objetivo y sistemático. El problema consiste en investigar hasta qué punto se dan las características típicas del colonialismo y de la sociedad colonial en las nuevas naciones y en la estructura social de las nuevas naciones; su situación en un momento dado y su dinámica, su comportamiento a lo largo de las distintas etapas del desarrollo.
Quizá al llegar aquí debamos preguntar qué valor puede tener esta investigación, e intentar responder algunas de las preguntas que formulamos con anterioridad. ¿Hasta qué punto esta categoría —el colonialismo interno— es realmente distinta de otras que emplean las ciencias sociales? ¿Hasta qué punto se puede estudiar en forma sistemática y precisa? y, en suma, ¿qué valor explicativo puede tener en un análisis sociológico del desarrollo?
1. El colonialismo interno corresponde a una estructura de relaciones sociales de dominio y explotación entre grupos culturales heterogéneos, distintos. Si alguna diferencia específica tiene respecto de otras relaciones de dominio y explotación (ciudad-campo, clases sociales), es la heterogeneidad cultural que históricamente produce la conquista de unos pueblos por otros, y que permite hablar no sólo de diferencias culturales (que existen entre la población urbana y rural y en las clases sociales), sino de diferencias de civilización.
La estructura colonial se parece a las relaciones de dominio y explotación típicas de la estructura urbano-rural de la sociedad tradicional y de los países subdesarrollados,[26] en tanto que una población integrada por distintas clases (la urbana o la colonialista) domina y explota a una población integrada también por distintas clases (la rural o colonizada); se parece también porque las características culturales de la ciudad y el campo contrastan en forma aguda; se distingue porque