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Pertinencia y convergencia de la integración latinoamericana en un contexto de cambios mundiales. José Briceño RuizЧитать онлайн книгу.

Pertinencia y convergencia de la integración latinoamericana en un contexto de cambios mundiales - José Briceño Ruiz


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y los Estados Unidos fueron hábilmente utilizadas por las clases dirigentes para configurar el nacionalismo peruano, granadino, venezolano, argentino, etc. De esta manera, bajo el título de civilismo granadino, federalismo venezolano, argentinidad, peruanidad, etc., se improvisaron en el hemisferio una serie de entidades políticas verticales, destinadas a impedir el progreso del continentalismo democrático horizontal que Bolívar persiguió ahincadamente. (Liévano-Aguirre, 1968, p. 475)

      Por consiguiente, América Latina vivió en los primeros años de independencia el fraccionamiento gradual y progresivo de los territorios y diferentes enfrentamientos bélicos, situaciones que personalmente describo de la siguiente manera:

      La Gran Colombia, dividida en tres estados, provocó una gran frustración en el Libertador, la de haber luchado en vano después de haber, según sus palabras “arado en el mar”.

      Las “Provincias Unidas de América Central” dejaron de existir en 1839, desgarradas por guerras internas durante las cuales perdieron la región de Chiapas, y se fraccionaron en cinco pequeños países.

      La “Confederación Peruano-boliviana” dirigida por Santa Cruz fue de corta duración, puesto que fue arrastrada en un primer conflicto militar con Chile, país que era reticente a esta unión.

      En el sur, las “Provincias Unidas del Río de la Plata” como repercusión de la pérdida de Bolivia, Paraguay y Uruguay, entraron igualmente en enfrentamientos regionales con el Imperio Brasileño.

      México por su parte, sufrió enormes pérdidas territoriales causadas principalmente por los enfrentamientos internos entre generales mexicanos que se disputaban el poder, y debió ceder en provecho de los Estados Unidos más de 2 millones de kilómetros cuadrados.

      La historia de América Latina en sus primeros decenios de vida independiente será pues una sucesión de enfrentamientos y desuniones, de luchas de intereses personales a costa de intereses nacionales, que revelará la incomprensión de los objetivos superiores y profundos de la integración. (Vieira Posada, 2008, p. 84)

      El fraccionamiento progresivo de la integración latinoamericana

      En los años cuarenta y cincuenta, el filósofo mexicano Leopoldo Zea contribuyó al desarrollo de una filosofía y pensamiento propio latinoamericano en la “búsqueda de la formulación de una supranacionalidad cultural y filosófica […] la visión de Latinoamérica como una cultura de culturas” (Rivarola, en Briceño, 2012, p. 99), y al énfasis en hacer de América Latina una sola nación, donde “la cultura latinoamericana es la solución personal del latinoamericano ante los problemas universales” (Correa, en Briceño, 2012, p. 146). Igualmente, son de destacar en la primera mitad del siglo xx, pensadores como el argentino Manuel Ugarte, para quien era importante instrumentar un Estado supranacional bajo la forma de una confederación latinoamericana o sudamericana y el mexicano José Vasconcelos que concebía el proceso de integración como una utopía de realidad, de realización práctica (Rojas Gómez, en Picarella y Scocozza, 2019, pp. 381-382).

      Nuevos intentos más formales de integración regional se retomaron a punto de finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tanto en Europa, como en América Latina, pues los más de sesenta años de integración abarcaron los dos continentes. Pero, mientras en Europa, la división inicial en dos procesos (la Unión Europea [ue] y la European Free Trade Association [efta]), se orientó a la unificación gradual alrededor del solo bloque de la Unión Europea y fue acompañada en todo momento por soportes teóricos muy bien fundamentados; en América Latina se ha asistido al fraccionamiento gradual en diferentes procesos que han debilitado la posibilidad de contar con un bloque que desempeñe un papel en el escenario mundial y luego de disponer inicialmente de acompañamiento teórico, ha pasado a un fraccionamiento igualmente teórico, con posiciones extremas de politización de la integración que la tienen paralizada.

      Si bien es cierto que, en las primeras concepciones sobre una integración latinoamericana formuladas por el Comité de Comercio de la recién creada Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, la Cepal, se aspiraba a la formación de un mercado regional o Mercado Común Latinoamericano, en la práctica se comenzó con dos espacios territoriales diferentes: uno centroamericano y uno suramericano, más México.

      En Centroamérica, los propios centroamericanos, con acompañamiento de la Cepal desde 1951 con la creación del Comité de Cooperación Económica del Istmo Centroamericano, concretaron un Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica, en 1958, y un Tratado General de Integración Económica Centroamericana, en 1960, conformando así el primer grupo de integración en el continente: el Mercado Común Centroamericano (mcca) de cinco países, los tres del triángulo del norte: El Salvador, Guatemala y Honduras, más Costa Rica y Nicaragua, proceso de integración al cual apenas recientemente se vinculó Panamá. Según Andrés Rivarola, “no hay duda de que la experiencia centroamericana influenció al secretariado de la Cepal para que se promoviera la integración en un nivel regional” (Rivarola, en Briceño, 2012, p. 91).

      Lamentablemente, a pesar de tratarse apenas de una fase inicial de integración económica, la asimetría existente en los países miembros de la Alalc impidió que se lograran los objetivos de integración en un bloque como este, pues los países distintos de Abramex (Argentina, Brasil y México) no pudieron obtener ventajas suficientemente satisfactorias en su aprovechamiento.


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