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Los magos de Hitler. Jesus HernandezЧитать онлайн книгу.

Los magos de Hitler - Jesus Hernandez


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el hombre mechero». Durante su actuación, aparentemente al hombre se le introducía gas en el estómago y luego éste lo encendía al expelerlo por la boca. En realidad el fuego procedía de un artilugio que el hombre mechero llevaba oculto en su boca.

      Otro de los personajes reclutados por Hanussen era una muchacha berlinesa de veintidós años, Hilda, quien debía permanecer sin comer encerrada en una campana de cristal, un tipo de espectáculo que, a pesar de su crueldad, por entonces atraía la atención del público. Sin embargo, en el día 32 del encierro, la hambrienta joven no pudo resistirlo más y la rompió.

      Pero el artista que gozaría de más éxito sería Paul Diebel, un minero de Silesia que era capaz de sangrar a voluntad; su cuerpo podía ser asaetado sin ningún daño aparente, y sin que las flechas dejasen ninguna marca en él, a la vez que podía hacer que manase sangre de cualquier punto de su cuerpo con sólo proponérselo.

      A lo largo de la gira que Hanussen realizaría por decenas de ciudades, se irían incorporando otros artistas. Los shows de Hanussen se convertirían así en una sorprendente amalgama en la que el espectador podía esperar demostraciones «científicas» de telepatía y clarividencia, sesiones de hipnosis, trucos de ilusionismo y actuaciones circenses.

      Hanussen, en un momento de concentración.

      En 1927, Hanussen volvía a estar en la cresta de la ola. Su fama le hizo de nuevo ser requerido por la policía en Bratislava, Leipzig, Ostrava o Praga, para ayudar a resolver casos especialmente difíciles. Ya fuera por sus dotes deductivas o por poseer una intuición fuera de lo común, la realidad es que Hanussen proporcionaría las claves para resolver la mayoría de los casos aportando sorprendentes detalles y recibiendo, a cambio, las correspondientes recompensas.

      En 1928, Hanussen se casó también por el rito judío con la que sería su tercera y última mujer, Elfriede Charlotte Rühle, conocida familiarmente como «Fritzi», procedente de una familia berlinesa de clase media. El enlace certificaba la relación que ambos mantenían desde dos años antes, cuando Fritzi trabajaba como asistente en los espectáculos del mago.

      Pero la vida de Hanussen parecía una montaña rusa. Tan pronto su estrella brillaba en lo más alto del firmamento como se veía arrojado al abismo más profundo. Eso sucedería en Teplitz-Schönau, una localidad de la región checa de los Sudetes, de población mayoritariamente alemana, frecuentada por turistas adinerados.

      A principios de 1929, Hanussen estaba actuando en el hotel Monopol de Teplitz cuando sucedió un extraño episodio. El 9 de febrero, el mago tuvo la desagradable premonición de que su libertad estaba en peligro. Decidió anular la función del día siguiente, pero sus colaboradores le quitaron la idea de la cabeza. Durante esa función, un espectador entregó un papel en el que había apuntado el lugar y la fecha del robo que había sufrido su empresa. Hanussen, en aparente estado de trance, comenzó a revelar detalles del caso, para concluir asegurando que el espectador sufriría un nuevo robo al cabo de cuatro semanas exactamente, ante el asombro del público pero sobre todo del propio espectador. Tras la actuación, Hanussen se encontraba en estado de pánico, ya que presentía que se avecinaba el desastre.

      Pasada la medianoche, se presentaron seis gendarmes en el hotel y detuvieron a Hanussen y dos de sus colaboradores, por ser sospechosos de haber participado en el robo sufrido por el empresario. Los tres pasarían nueve días en un calabozo de la comisaría de Teplitz. El 20 de febrero, los dos ayudantes quedarían libres. Finalmente, el 2 de marzo, el mago recuperaría la libertad después de que no se pudiera probar nada contra él.

      juicio en leitmeritz

      Hanussen seguiría adelante con sus espectáculos, pero sobre él se estaban acumulando las acusaciones de fraude o de comportamiento inmoral. Así, en la ciudad bohemia de Lobositz, una joven denunció al mago ante las autoridades, acusándole de querer hipnotizarla para seducirla, después de que ésta accediese a acudir a la habitación del hotel en el que se hospedaba para que le leyera la palma de la mano. También se presentaron cargos contra él por pervertir los principios religiosos.

      En el juzgado de la ciudad checa de Leitmeritz, la actual Litomerice, se fueron acumulando ésas y otras denuncias, con vistas a la celebración de un proceso contra el mago. Por ejemplo, se reunieron los expedientes de las investigaciones policiales de que Hanussen había sido objeto en Viena (1920), Budapest (1923), Leipzig (1924 y 1927), Praga (1927) y Bremen (1928).

      Para dilucidar si había base para acusar a Hanussen de fraude, el jurado reunió un comité de peritos de las universidades de Bratislava y Praga, especializados en clarividencia, telepatía y grafología, además de psicólogos y filósofos. En diciembre de 1928, Hanussen no tuvo inconveniente en someterse a las pruebas planteadas por esos expertos. En ellas, el mago demostraría poseer una memoria extraordinaria. Por ejemplo, se le permitió estudiar una lista de cien números durante un minuto; después, fue capaz de recitar la lista a sus examinadores sin ningún error. Del mismo modo, podía retener en su memoria imágenes y palabras. En cambio, las pruebas para comprobar sus facultades telepáticas no fueron superadas. Los expertos dictaminaron que Hanussen era un impostor, por lo que tendría que rendir cuentas ante el tribunal.

      El 13 de marzo de 1929, Hanussen fue acusado formalmente de estafa, así como de sembrar «la superstición y el engaño» entre la población checa. Además, se le acusó de intrusismo profesional, al presentarse como «profesor». La complejidad del caso obligó a los abogados del Estado, que ejercían la acusación, a emplear nueve meses en poner a punto todos sus argumentos. El juicio fue fijado para el 13 de diciembre de 1929.

      Para los quince mil habitantes de Leitmeritz, el proceso contra Hanussen fue todo un acontecimiento. El juicio también atrajo la atención de la prensa internacional; las emisoras prepararon sus equipos para emitir en directo y se instalaron cámaras de cine a la entrada del palacio de justicia. Los establecimientos hoteleros de la región se llenaron de periodistas y curiosos.

      El juicio polarizó a los habitantes de Leitmeritz. Así, mientras la comunidad judía se organizaba para dar su apoyo a Hanussen, los partidarios más extremistas de la incorporación a Alemania de la región de los Sudetes se mostraban contrarios al mago, refiriéndose a él como «el judío Hanussen».

      El proceso se abriría finalmente el 16 de diciembre de 1929. La expectación era máxima, como lo demostraba el hecho de que hubieran llegado cientos de cartas procedentes de Alemania, Austria y la misma Checoslovaquia, para aportar pruebas y testimonios tanto a la acusación como a la defensa. El abogado de Hanussen, Rudolf Wahle, reunió un total de cuatrocientas cartas de apoyo.

      Después de que el juez diese por comenzado el proceso y se leyesen los términos de la acusación, se procedió a la declaración de los testigos; aunque en principio iban a ser llamados treinta y cuatro, al final serían setenta los que subirían al estrado a lo largo de todo el juicio. Ese primer día resultó positivo para los intereses del acusado, ya que los testigos que manifestaron haber comprobado su capacidad telepática y extrasensorial provocaron un gran impacto en el público asistente. Los abogados del Estado no pudieron disimular su contrariedad.

      La segunda jornada del juicio giró en torno al testimonio de un molinero que había pagado doscientas coronas a Hanussen para que le dijera si era un buen momento para invertir en la adquisición de grano. Después de examinar la palma de su mano, el mago le dijo que sí, y el molinero compró grano por valor de cuatro mil coronas. Según el testigo, el precio del grano bajó en vez de subir; cuando fue a reclamar a Hanussen, éste le ignoró. Aunque ese testimonio suponía un duro golpe para el mago, sus abogados consiguieron demostrar que el molinero había mentido en su declaración y que en realidad el precio del grano había subido. El proceso no podía estar desarrollándose mejor para los intereses de Hanussen.

      El tercer día fueron llamados a declarar los expertos que habían analizado las dotes telepáticas de Hanussen. Unos aseguraban que el mago había superado las pruebas a las que había sido sometido. Así, un joven psiquiatra explicó que en mayo de 1928 había presentado a Hanussen veinte tarjetas en sendos sobres cerrados; en diez figuraban un lugar y una fecha y en las otras


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