Эротические рассказы

Sin segundo nombre. Lee ChildЧитать онлайн книгу.

Sin segundo nombre - Lee Child


Скачать книгу
más glamorosa de todo el departamento de la policía del condado justo estaban paseando al sol a veinte metros de una chica a la que justo le robaron.

      —Coincidencia –dijo Aaron.

      —Yo creo que la estaban siguiendo –dijo Reacher.

      —¿Por qué piensa eso?

      —Porque no parece que les importe lo que le pasó a ella después. Probablemente porque saben quién es. Saben que va a volver pronto, para contarles todo. O saben dónde encontrarla. Porque la están chantajeando. O es una agente doble. O quizás es una de ustedes, trabajando de manera encubierta. Sea cual sea, confiaron en que se arreglara sola. No les preocupa. Es el bolso de tela lo que les interesa. Le robaron violentamente, pero ustedes persiguieron al bolso, no a ella. Quizás el bolso es importante. Aunque no veo cómo. A mí me pareció que estaba vacío.

      —Suena como que hay una gran conspiración en curso, ¿no?

      —Esas son sus palabras –dijo Reacher–. Usted me agradeció por mi ayuda. ¿Mi ayuda en qué exactamente? ¿Una emergencia espontánea de un instante? No creo que usted hubiera usado esa frase. Habría dicho wow, qué locura, ¿eh? O algún equivalente. O simplemente habría levantado las cejas. Como un gesto cómplice, o como para romper el hielo. Como si fuéramos sólo dos tipos charlando. Pero en vez de eso usted me agradeció de manera bastante formal. Dijo: Muchas gracias por estar ayudándonos con eso.

      —Estaba intentando ser amable –dijo Aaron.

      —Pero yo creo que ese tipo de formalidad necesita una incubación más prolongada –dijo Reacher–. Y usted dijo con eso. ¿Con qué? Para que usted internalizara algo como eso, creo que necesitaría ser un poco más viejo que un instante. Necesitaría estar previamente establecido. Y usted utilizó un tiempo continuo. Dijo que yo los estaba ayudando. Lo que implica que hay algo en marcha. Algo que existía antes de que el chico arrebatara el bolso y que seguirá después. Y usted usó el pronombre plural. Dijo gracias por ayudarnos. Usted y Bush. Con algo que ya es de ustedes, con algo que ustedes manejan, y que se salió un poquito de pista, pero finalmente el daño no fue tan malo. Creo que fue ese tipo de ayuda el que usted me estaba agradeciendo. Porque usted se sintió extremadamente aliviado. Podría haber sido mucho peor, si el chico se hubiese escapado, quizás. Que es el motivo por el cual usted dijo muchas gracias. Que fue demasiado sentido para un robo trivial. Parecía más importante para usted.

      —Estaba siendo amable.

      —Y creo que mi declaración como testigo es sobre todo para el jefe de policía y los concejales, no un juego de computadora. Para mostrarles que no fue culpa de ustedes. Para mostrarles que no fueron ustedes los que casi arruinan algún tipo de operación de largo plazo. Por eso querían a una persona normal. Cualquier tercero estaba bien. De otro modo lo único que iban a tener era su propio testimonio, en nombre de ustedes. Usted y Bush, cuidándose las espaldas.

      —Estábamos paseando.

      —Ni siquiera se miraron. No lo pensaron dos veces. Simplemente salieron a perseguir ese bolso. Habían estado pensando en ese bolso todo el día. O toda la semana.

      Aaron no respondió, y ya no hubo oportunidad de discutirlo, porque en ese momento la puerta se abrió y se asomó una cabeza diferente. Le hizo un gesto a Aaron para decirle algo. Aaron salió y la puerta se cerró con un clic detrás de él. Pero antes de que Reacher pudiera preocuparse por si estaba trabada o no, se abrió de nuevo, y Aaron asomó la cabeza y dijo:

      —El resto de la entrevista va a quedar en manos de otros detectives.

      La puerta se volvió a cerrar.

      Se volvió a abrir.

      El tipo que había asomado la cabeza la primera vez iba adelante. Detrás de él iba un tipo parecido. Ambos tenían el aspecto de personajes clásicos de Nueva Inglaterra de fotos históricas blanco y negro. Producto de muchas generaciones de sacrificio y trabajo duro. Ambos eran esbeltos y fibrosos, todo nervios y ligamentos, casi demacrados. Iban vestidos con pantalones chinos, camisa a cuadros y abrigo deportivo azul. Estaban rapados. Sin intención de estilo. Pura funcionalidad. Dijeron que trabajaban en la Administración para el Control de Drogas de Maine. Una organización estatal. Dijeron que las investigaciones a nivel del estado pesaban más que las investigaciones a nivel del condado. De ahí que se habían apropiado de la entrevista. Dijeron que tenían preguntas acerca de lo que Reacher había visto.

      Se sentaron en las sillas que habían dejado libres Aaron y Bush. El de la izquierda dijo que se llamaba Cook, y el de la derecha dijo que se llamaba Delaney. Pareció como que él era el líder del equipo. Parecía preparado para llevar la charla. Acerca de lo que Reacher había visto, volvió a decir. Nada más. Nada de que preocuparse.

      Pero después dijo:

      —Primero necesitamos más información sobre un aspecto en particular. Creemos que nuestros colegas del condado lo pasaron un poco por alto. Apenas lo tocaron, entendiblemente tal vez.

      —¿Apenas tocaron qué?

      —¿En qué estaba pensando exactamente, en términos de intención, cuando volteó al chico?

      —¿En serio?

      —Con sus propias palabras.

      —¿Cuántas?

      —Las que necesite.

      —Estaba ayudando a los policías.

      —¿Nada más?

      —Vi el delito. El responsable iba huyendo derecho hacia mí. Corría más rápido que sus perseguidores. No tenía dudas acerca de su inocencia o su culpabilidad. Así que me le crucé en el camino. Ni siquiera se lastimó mucho.

      —¿Cómo supo que los dos hombres eran policías?

      —Primeras impresiones. ¿Me equivoqué o no?

      Delaney hizo una pausa.

      Luego dijo:

      —Ahora dígame lo que vio.

      —Estoy seguro de que estaban escuchando, la primera vez.

      —Estábamos escuchando –dijo Delaney–. También cuando la conversación continuó después, con el detective Aaron. Después de que se fuera el detective Bush. Parece que vio más de lo que puso en su declaración de testigo. Parece que vio algo acerca de una operación de más largo plazo.

      —Eso era una especulación –dijo Reacher–. No tenía nada que hacer en una declaración de testigo.

      —¿Por una cuestión ética?

      —Supongo.

      —¿Es usted una persona ética, señor Reacher?

      —Hago lo que puedo.

      —Pero ahora se puede despachar. La declaración ya está hecha. Ahora puede especular a gusto. ¿Qué vio?

      —¿Por qué me pregunta a mí?

      —Podríamos estar teniendo un problema. Usted podría ser capaz de ayudar.

      —¿Cómo podría ayudar?

      —Usted fue policía militar. Sabe cómo funcionan estas cosas. Visión de conjunto. ¿Qué fue lo que vio?

      —Imagino que vi a Aaron y a Bush siguiendo a la chica del bolso de tela –dijo Reacher–. Alguna clase de operación de vigilancia. Vigilancia del bolso, principalmente. Cuando pasó lo que pasó ignoraron a la chica completamente. La mejor suposición, quizás la chica tenía que entregarle el bolso a un sospechoso todavía no identificado. En una etapa posterior. En otro lugar. Como una entrega o un pago. Quizás era importante observar la transacción misma. Quizás el sospechoso no identificado es el último eslabón de la cadena. De ahí el alto nivel de los testigos oculares. O lo que fuera. Salvo que el plan fracasó porque el destino intervino en la forma de un carterista ocasional. Pura mala suerte. Pasa en las mejores familias. Y no es para tanto. Lo pueden hacer de vuelta mañana.

      Delaney negó


Скачать книгу
Яндекс.Метрика