Dijo el Buda.... OshoЧитать онлайн книгу.
OSHO
DIJO EL BUDA…
Traducción del inglés de Miguel Portillo
Titulo original: AND THE BUDDHA SAID by OSHO
Abridged version of The Discipline of Transcendence, Volume 1-4, © 1978
© 2005 by Osho International Foundation, www.osho.com/copyrights
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© de la edición en castellano:
2006 by Editorial Kairós, S.A.
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien Van Steen
Primera edición en papel: Marzo 2006
Primera edición en digital: Septiembre 2020
ISBN-10: 84-7245-610-2
ISBN-13: 978-84-7245-610-5
ISBN epub: 978-84-9988-821-7
ISBN kindle: 978-84-9988-822-4
Esta es una nueva versión editada y abreviada de la transcripción original de una serie de discursos de Osho titulada The Discipline of Transcendence (Vol. 1-4) dada en vivo ante una audiencia. Todos los discursos de Osho han sido publicados íntegramente en inglés y están también disponibles en audio. Las grabaciones originales de audio y el archivo completo de textos se pueden encontrar on-line en la Biblioteca de la www.osho.com.
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DIJO EL BUDA…
El desafío de las dificultades de la vida
Disertaciones sobre el Sutra de los 42 capítulos
Cada capítulo empieza con un sutra original del Buda. El texto original proviene de Sermons of a Buddhist abbot - Adresses on Religious Subjects, del Rev. Soyen Shaku, traducido por Daisetz Teitaro Suzuki, Samuel Weiser Inc., Nueva York.
1. EL MEJOR DE LOS CAMINOS
Dijo el Buda:
«Estar libre de pasiones y tranquilo es el mejor de los caminos.
»A quienes dejan a sus padres, abandonan el hogar, entienden la mente, alcanzan la fuente y comprenden lo inmaterial se les llama shramanas.
»A quienes observan los preceptos de moralidad, son de comportamiento puro e intachable y se esfuerzan por realizar los frutos de la santidad se les llama arhatas.
»Después está el anagamin. Al final de esta vida, el espíritu del anagamin asciende al cielo y realiza la arhatidad.
»Después está el skridagamin. El skridagamin asciende al cielo (tras su muerte), regresa una vez más a la tierra y luego realiza la arhatidad.
»Después está el srotapanna. El srotapanna muere siete veces y renace también siete veces, para luego realizar finalmente la arhatidad.
»Cercenar las pasiones significa que, al igual que ocurre con los miembros cercenados, éstas nunca vuelven a utilizarse.»
El Buda Gautama es como Gourishankar, el pico más alto del Himalaya. Es uno de los seres más puros, una de las almas más virginales, un raro fenómeno en esta tierra. Su singularidad consiste en que el Buda es un científico del mundo interior, un científico de la religiosidad. Se trata de una rara combinación. Ser religioso es sencillo, y también ser científico, pero combinar, sintetizar ambas polaridades, es increíble. Lo es, pero sucedió.
El Buda es el ser humano más rico que nunca ha vivido; rico en el sentido de que en él se ven colmadas todas las dimensiones de la vida. No es unidimensional.
Hay tres maneras de acercarse a la verdad. Una es a través del poder, otra a través de la belleza, y la tercera es la de la grandeza.
El enfoque científico es la búsqueda del poder; por eso lord Bacon dijo aquello de «saber es poder». La ciencia ha convertido al ser humano en alguien muy poderoso, tanto, que puede destruir todo el planeta. Por primera vez en la historia de la conciencia, el ser humano es capaz de llevar a cabo un suicidio global, colectivo. La ciencia ha liberado un poder tremendo. La ciencia no deja de buscar más y más poder. Ése también es un enfoque y una búsqueda de la verdad, pero parcial.
Luego están los poetas, los místicos, y la gente con sentido estético. Buscan la verdad como belleza, como en el caso de Jalaludín Rumí y Rabindranath Tagore, entre otros, que creen que la belleza es verdad. Crean arte, y crean nuevas fuentes de belleza en el mundo. El pintor, el poeta, el bailarín y el músico también se acercan a la verdad, pero desde una dimensión totalmente distinta a la del poder.
El poeta no es como el científico. El científico trabaja con análisis, con la razón, mediante la observación. El poeta funciona a través del corazón, la confianza y el amor, es decir, a través de lo irracional. No tiene nada que ver con la mente y la razón.
La mayoría de las personas religiosas pertenecen a la segunda dimensión. Los sufíes, los baules,1 pertenecen al enfoque estético. De ahí que gentes religiosas creasen tan bellas mezquitas, iglesias, catedrales, y templos, como en Ajanta y Ellora. Allí donde predomina la actividad religiosa se crea arte, música y pintura, y el mundo se torna un poco más hermoso. No se vuelve más poderoso, sino más hermoso, más bello, más vivible.
El tercer enfoque es el de la grandeza. Los antiguos profetas de la Biblia –Moisés, Abraham; Mahoma, el profeta del islam; Krishna y Rama en el hinduismo– utilizan la dimensión de la grandeza, el sobrecogimiento que se experimenta a observar la vastedad del universo. Las Upanishads, los Vedas, se acercan al mundo de la verdad a través de la grandeza. Están repletos de maravillas. El universo es tan increíble, tan majestuoso, que uno sólo puede inclinarse ante él, pues nada más es posible. Uno se siente humilde, reducido a nada.
Ésas son las tres dimensiones normalmente disponibles para acercarse a la verdad. La primera dimensión crea al científico, la segunda al artista, y la tercera a los profetas. La excepcionalidad del Buda consiste en que su enfoque es una síntesis de los otros tres, y no sólo una síntesis, sino que va más allá de los tres mencionados.
El Buda es un racionalista. No es como Jesús, ni como Krishna. Es un racionalista absoluto. Einstein, Newton o Edison no hallarían ningún error en su razonamiento. Cualquier científico quedaría de inmediato convencido de su verdad. Su enfoque es puramente lógico, convence a la mente. No hay lagunas.
Alguien me ha enviado una bonita anécdota acerca de un famoso actor y ateo, W.C. Fields. Realizaba una gira por Estados Unidos. Un día, su agente entró en su habitación del hotel y se sorprendió al verle leyendo un ejemplar de la Biblia que suele haber en la mesilla.
–¡Bill! –dijo– ¿Qué diablos estás haciendo? Creí que eras ateo.
–Estoy buscando lagunas –replicó Fields–; sólo busco fallos.
Pero en el Buda no hay lagunas. Sí, en Jesús pueden hallarse, muchas, porque Jesús cree, confía, tiene fe. Es como un niño. En él no hay argumentos. La prueba existe, pero no hay argumentos que