Dijo el Buda.... OshoЧитать онлайн книгу.
Cuenta tanto con la prueba como con el argumento. Él mismo es la prueba de lo que está diciendo, pero eso no es todo. Si no estáis dispuestos a considerarlo una prueba, entonces puede convenceros, porque es un racionalista.
Incluso alguien como Bertrand Russell, que era ateo, puramente lógico, dijo: «Puedo luchar con Jesús, pero con el Buda empiezo a sentir dudas». Escribió un libro, Por qué no soy cristiano, que fue una obra muy importante y polémica. Los cristianos todavía han de dar una contestación, y mientras no lo hagan, esos argumentos seguirán ahí. Pero frente al Buda de repente duda, no se siente tan seguro, porque el Buda puede convencerle en su propio terreno. El Buda es tan analítico como Bertrand Russell.
Para ser convencido por el Buda no es necesario ser una persona religiosa, y ésa es su peculiaridad. No es necesario creer. No hace falta creer en Dios, ni en el alma, ni en nada… Pero, no obstante, se puede seguir con el Buda, y poco a poco se llega a saber también sobre el alma y la divinidad, pero ya no serán meras hipótesis.
Para viajar con el Buda no hace falta creencia alguna. Se puede llegar hasta él con todo el escepticismo del mundo, pues te aceptará y dará la bienvenida: «Ven conmigo». Primero convence a tu mente, y una vez que ésta está convencida y empiezas a viajar con él, poco a poco empiezas a darte cuenta de que tiene un mensaje que está más allá de la mente, un mensaje que la razón no puede confinar. Pero primero convence tu razón.
El enfoque del Buda es suprarracional, pero no está contra la razón. Esto ha de quedar muy claro desde el principio. Tiene que ver con más allá, con suprarracional, pero que no está contra la razón, sino que sintoniza con ella. Lo racional y lo suprarracional son una continuidad ininterrumpida; ésa es la singularidad del Buda.
Krishna le dijo a Arjuna: «Entrégate a mí». El Buda nunca lo dice, sino que te convence para que te entregues. Krishna dice: «Entrégate a mí y luego te convencerás». El Buda dice: «Convéncete primero, y luego la entrega llega como una sombra. No debes preocuparte por ello, ni hablar de ello».
A causa de su enfoque racional nunca plantea un concepto que no pueda demostrarse. Nunca habla de Dios. H.G. Wells dijo acerca del Buda: «Es el hombre más santo y más impío que ha existido en la historia de la humanidad». Sí, así es… el más santo y más impío. No puede hallarse una persona más santa que el Buda. Cualquier otra personalidad se eclipsa ante él. Su luminosidad es espléndida, su ser no tiene comparación, pero no habla de Dios.
Como nunca habló de Dios, mucha gente cree que el Buda es un ateo, pero no es así. No habló de Dios porque no hay modo de hablar de Dios. Toda conversación sobre Dios es una tontería. Todo lo que podáis decir sobre Dios será falso. Es algo que no puede pronunciarse. Hay otros visionarios que afirman que nada puede decirse de Dios, pero lo dicen, dicen que no puede decirse nada. Pero el Buda es totalmente lógico, y ni siquiera dice eso, porque lo que dice es: «Incluso al decir que sobre Dios no puede decirse nada, ya estás diciendo algo. Si dices: “Dios no puede ser definido” ya le estás definiendo de modo negativo, que no puede definirse. Si dices: “No puede decirse nada” también estás afirmando algo». El Buda es estrictamente lógico. No pronunciará ni palabra.
Ludwig Wittgenstein, uno de los más importantes pensadores de su época, y también de todos los tiempos, dijo: «De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. Y sobre lo que no puede ser dicho, uno debe guardar silencio». Porque decir algo sobre algo que es inefable es un sacrilegio.
El Buda no es un ateo, pero nunca habla de Dios. Por eso digo que es una rareza. Lleva a mucha gente a la santidad… ha llevado a más gente que cualquier otro. Millones de personas se santificaron en su presencia, pero nunca pronunció la palabra. No sólo de Dios, sino ni siquiera del alma, del yo… Tiene una teoría al respecto. Se limita a decir: «Puedo mostrarte el camino para ir. Vas y lo miras». Dice: «Los budas sólo pueden indicar el camino, no pueden proporcionarte una filosofía. Eres tú el que estás ahí, así que entra y mira».
Un hombre fue a ver al Buda. Era un gran erudito, una especie de profesor, que había escrito muchos libros, y famoso en todo el país. Se llamaba Maulingaputta. Le dijo al Buda:
–He venido con una docena de preguntas y debéis proporcionarme la respuesta.
Dijo el Buda:
–Yo responderé, pero tú deberás cumplir un requisito. Durante un año permanecerás conmigo en absoluto silencio, y luego responderé, pero no antes. Podría contestar ahora, pero no recibirías las respuestas porque no estás preparado. Todo aquello que pudiera decir sería mal interpretado porque albergas demasiadas interpretaciones en la mente. Todo aquello que pudiera decir pasará por tu mente. Durante un año permanece en silencio, de manera que puedas abandonar el conocimiento. Cuando estés vacío te responderé a todo lo que quieras preguntar, te lo prometo.
Mientras el Buda así habló, otro de sus discípulos, Sariputta, empezó a reírse como un loco. Maulingaputta debió sentirse confundido, así que preguntó:
–¿Qué ocurre? ¿De qué os reís?
Sariputta dijo:
–No me río de ti, sino de mí mismo. Este hombre también me engañó a mí. Llegué con muchas preguntas y me dijo: “Espera durante un año”, y esperé. Y un año ha pasado. Ahora me río porque en este momento han desaparecido todas aquellas preguntas. Y él no deja de pedirme: “¡A ver, hazme esas preguntas!”. Pero yo ya no puedo hacérselas porque han desaparecido. Así que Maulingaputta, si de verdad quieres respuestas para tus preguntas, ¡házselas ahora! No esperes un año. Este hombre es un embaucador.
El Buda dio entrada a muchas personas, a millones, al mundo interior, pero de una manera muy racional. Se trata de un sistema muy sencillo: primero has de convertirte en un receptor, primero debes realizar el silencio; y luego la comunión se torna posible, pero no antes.
El Buda nunca solía responder a preguntas metafísicas. Siempre tenía a punto una respuesta a cualquier pregunta sobre método, pero nunca estuvo dispuesto a responder preguntas sobre metafísica. Ése es su enfoque científico. La ciencia cree en el método. La ciencia nunca contesta al “por qué”, sino que siempre responde al “cómo”.
Si le preguntas a un científico: «¿Por qué existe el mundo?», te dirá: «No lo sé. Pero puedo decirte cómo existe». Si le preguntas: «¿Por qué hay agua?», no podrá responder; se encogerá de hombros. Pero puede decir cómo está el agua; cuánto oxígeno y cuánto hidrógeno hace falta para que el agua “suceda”. Puede ofrecerte el método, el “cómo”, el mecanismo. Puede mostrarte cómo hacer agua, pero no por qué.
El Buda nunca contesta a ninguna pregunta de “por qué”, pero eso no significa que sea ateo. Su enfoque es muy distinto al de otros ateos. Los teístas te exigen creer, tener fe, confiar. El Buda dice: «¿Cómo puede uno creer? Estás preguntando lo imposible».
Escucha este argumento. Está diciendo que cómo puede alguien creer si está dubitativo. ¿Cómo puede creer si la duda ya se ha manifestado? Puede reprimir la duda, puede reforzar la creencia, pero en lo más profundo estará la duda, como un gusano, al acecho y royéndole el corazón. Tarde o temprano la creencia se vendrá abajo, porque es infundada, carece de base. En la base está la duda, y sobre esa base habrás levantado toda la estructura de tu creencia.
¿Lo has observado? Siempre que se cree, la duda acecha en lo más profundo. ¿Qué tipo de creencia es ésa?
El Buda dice que si no hay duda entonces no tiene sentido creer. Porque entonces uno sabe. No es necesario ningún Krishna que diga: «Entrégate y luego creerás». No hace ninguna falta. Si Arjuna tuviese fe, la tendría; si no la tiene, entonces no hay modo de crearla. Como mucho, Arjuna podrá jugar a hacer creer, a pretender que cree. Pero la creencia no puede imponerse.
Para aquéllos cuya fe es natural, espontánea, no es una cuestión de fe, porque simplemente creen. Ni siquiera saben lo que es creer. Los niños simplemente creen. Pero una vez que la duda penetra, creer se torna imposible. Y la duda ha de entrar, pues es parte del proceso de crecimiento.
La duda nos hace maduros.