Dijo el Buda.... OshoЧитать онлайн книгу.
las religiones antiguas insisten demasiado en la obediencia. La desobediencia es el único pecado. Eso es lo que cuenta el cristianismo. Adán y Eva fueron expulsados del jardín de Dios porque desobedecieron. Dios les dijo que no comiesen del fruto del árbol del conocimiento y ellos desobedecieron. Fue su único pecado. Pero todos los niños cometen ese mismo pecado. El padre dice: «No fumes», pero él lo hace. El padre dice: «No vayas al cine», pero él va. La historia de Adán y Eva es la historia de todos los niños. Y luego vino la condenación, la expulsión…
La obediencia es la religión de Manu, Mahoma y Moisés. Pero ese mundo ha desaparecido, y son muchos los que no se han realizado en él. Muchos estuvieron tranquilos, fueron buenos ciudadanos, buenos y respetables miembros de la sociedad, pero poca cosa más.
Luego esta el tercer énfasis, el de ser adulto. Confucio, Patañjali o los agnósticos modernos –Bertrand Russell–, y todos los humanistas del mundo insisten en lo mismo: «Cree sólo en tu propia razón». Eso parece muy difícil, tan difícil que la vida se convierte en un conflicto. Como te han criado tus padres, has sido condicionado por ellos. Si sólo escuchas a tu razón habrás de negar muchas cosas en tu ser. De hecho, has de negar toda tu mente. Y no es fácil borrarla.
Naciste como niño sin ninguna razón. Eso también está ahí. Básicamente eres un ser emocional; la razón llega muy tarde. De hecho llega cuando todo lo que ha de suceder ha sucedido. Los psicólogos dicen que un niño aprende casi el 75% de todo su conocimiento cuando tiene alrededor de 7 años, el 50% cuando tiene 4 años. Y todo ese aprendizaje tiene lugar cuando eres un niño, y la razón llega muy tarde. Es una llegada muy tardía. De hecho, llega cuando todo lo que tenía que suceder ha sucedido.
Vivir con la razón es muy difícil. Hay gente que lo ha intentado –un Bertrand Russell aquí y allá…–, pero nadie ha alcanzado la verdad a través de ella, porque para ello no basta con la razón.
Se han elegido y ensayado todas esas probabilidades, pero ninguna ha funcionado. El punto de vista del Buda es totalmente distinto. Ésa es su original contribución a la conciencia humana. Dice que no hay que elegir ninguno, sino que hay que pasar a ocupar el centro del ángulo. No elijas la razón, no elijas al padre, no elijas al niño; simplemente pasar a ocupar el centro del ángulo y permanecer silente y atento. Su enfoque es enormemente significativo. Desde ahí podrás tener una clara perspectiva de tu ser. Y esa perspectiva y claridad permiten que llegue la respuesta.
Podemos decirlo de otro modo. Si funcionas como un niño, se trata de una reacción infantil. En muchas ocasiones funcionas como tal. Alguien dice algo y te hace daño, y coges una rabieta, lleno de cólera y genio… y lo pierdes todo. Más tarde te sientes fatal por haber perdido tu imagen. Todo el mundo te cree tan sensato y resulta que eras infantil, y eso que la cuestión no era tan importante.
O bien sigues la voz parental, pero luego piensas que sigues dominado por tus padres. Todavía no eres un adulto, no eres lo suficiente maduro para tomar en tus manos las riendas de tu vida. O a veces sigues a la razón, pero entonces piensas que no basta con la razón, que también se necesita la emoción. Y sin emoción un ser racional se queda en cabeza; pierde contacto con el cuerpo, con la vida, se desconecta. Funciona como un mecanismo pensante. Pero pensar no puede hacerte sentir vivo, en pensar no está el jugo de la vida. Está lleno de sequedad. Entonces anhelas, anhelas algo que pueda dejar que tus energías fluyan, que te vuelva a permitir ser inmaduro, y sentirte vivo y joven. Ése es el proceso y acabas mordiéndote la cola.
El Buda dice que no son más que reacciones y que cualquier reacción está destinada a ser parcial –sólo la respuesta es total– y todo lo parcial es una equivocación. Ésa es su definición de error: todo lo que es parcial es una equivocación. Porque el resto de tus partes siguen insatisfechas y deberán vengarse por ello. Sé total. La respuesta es total, la reacción es parcial.
Cuando escuchas a una única voz y la sigues te estás buscando problemas. Nunca te satisfará. Sólo quedará satisfecha una parte, y las otras dos estarán insatisfechas. Así que dos terceras partes de tu ser quedarán insatisfechas, y una tercera parte estará satisfecha, y por esa razón siempre estarás agitado. Hagas lo que hagas, la reacción nunca puede satisfacerte, porque es parcial.
La respuesta… La respuesta es total. Dejas de funcionar desde un triángulo, ya no eliges; simplemente permaneces en una conciencia imparcial. Permaneces centrado. Y actúas a partir de ese estar centrado, frente a lo que sea. No es ni el niño, ni el padre, ni el adulto. Has ido más allá del triángulo. Ahora eres tú, ni el niño, ni el padre, ni el adulto. Eres tú, tu ser. El triángulo es como un tornado y tu centro es el centro del tornado.
El Buda dice que siempre que es necesario responder, lo primero es permanecer atento, consciente. Recordar el centro. Enraizarse en el centro. Permanece ahí durante unos momentos antes de hacer nada. No es necesario pensar en ello porque el pensamiento es parcial. No es necesario sentirlo porque la sensación es parcial. No es necesario descubrir claves a partir de tus padres, de la Biblia, el Corán, la Gita…, todo ello representa lo parental, y no hay necesidad. Basta con que permanezcas tranquilo, silencioso, atento, observando la situación como si estuvieses fuera de ella, ajeno, como un observador en una montaña.
Ése es el primer requisito, permanecer centrado siempre que se quiere actuar. Luego, a partir de ese estar centrado, se deja surgir la acción, y por ello todo lo que hagas será virtuoso, será lo preciso.
El Buda dice que la atención precisa es la única virtud que existe. No estar atento es caer en el error. Actuar de manera inconsciente es caer en el error.
Ahora los sutras.
Dijo el Buda:
«Si una persona que ha cometido muchas ofensas no se arrepiente y limpia su corazón del mal, a esa persona le alcanzará su retribución con tanta seguridad como los ríos fluyen hacia el mar, que se torna más ancho y profundo.
»Si una persona que ha cometido muchas ofensas no se arrepiente…»
Arrepentimiento significa toma de conciencia retrospectiva, arrepentimiento significa mirar hacia atrás. Has hecho algo. Si entonces hubieras sido consciente no habría tenido lugar ninguna ofensa, pero no lo eras en el momento en que lo hiciste. Alguien te insultó, te enfadaste y le golpeaste en la cabeza. No eras consciente de lo que hacías. Ahora las cosas se han calmado, la situación ha desaparecido, y ya no estás colérico; puedes mirar hacia atrás con mayor facilidad. En aquel momento perdiste la conciencia. Lo mejor hubiera sido ser consciente en aquel momento, pero no fue así, y ahora no tiene sentido pensar en aquella posibilidad. Pero si puedes observar, podrás hacerte consciente de lo sucedido.
Eso es lo que Mahavira llama pratyakraman, mirar hacia atrás; lo que Patañjali llama pratyahara, introspección. Es lo que Jesús llama arrepentimiento. Es lo que el Buda llama pashchattap. No es sentir pesar, no es sentirse mal, porque eso no sirve de nada. Es hacerse consciente, es revivir la experiencia tal como debería haber sido. Hay que volver a ella.
En ese momento perdiste la conciencia; te viste sobrepasado por la inconsciencia. Ahora las cosas se han calmado, y recuperas la conciencia, la luz de la conciencia. Repasas de nuevo el incidente, lo observas de nuevo, tal y como deberías haberte comportado; ya ha pasado, pero puedes repasarlo de nuevo en tu mente. Y el Buda dice que eso limpia el corazón de impureza.
Esa retrospección, ese examen retrospectivo continuo te hará más y más consciente. Hay tres etapas. Haces algo, luego te tornas consciente; ésa es la primera etapa. Segunda etapa: estás haciendo algo y te haces consciente. Y tercera etapa: vas a hacer algo y te haces consciente. Tu vida sólo será transformada en la tercera etapa. Pero las otras dos son necesarias para la tercera, son pasos necesarios.
Siempre que puedas ser consciente, sé consciente. Te has encolerizado, vale, pero ahora siéntate, medita, y sé consciente de lo sucedido. Por lo general ya lo hacemos, pero por las razones equivocadas. Lo hacemos para volver a restaurar nuestra imagen. Siempre has creído que eras una persona muy buena y compasiva, y de repente te has enfurecido. A tus ojos, tu propia imagen se ha distorsionado. Y realizas una especie de arrepentimiento. Te diriges a la otra persona y le dices: «Lo siento». ¿Qué