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Introducción a la ética. Edmund HusserlЧитать онлайн книгу.

Introducción a la ética - Edmund Husserl


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él, en toda situación, quizás para la unidad de toda su vida activa, un fin último pura y simplemente exigido, es decir, no solo superior en el sentido del fin último relativamente mejor, sino en el sentido del fin únicamente correcto para él. De acuerdo con esto, todos los otros fines admisibles serían meramente derivados de este; se convertirían, entonces, en particularizaciones o en medios. Y con ello, la entera vida de la voluntad del ser humano estaría absoluta y unitariamente regulada por normas de la razón práctica.

      La pregunta determinante para la posibilidad de una disciplina técnica ética es, entonces, la siguiente: ¿hay principios universales, leyes normativamente supremas, según los cuales todas las metas de la voluntad y, en especial, todos los fines últimos posibles se dividen ante la razón en correctos e incorrectos y que todos los fines humanos particulares tengan que satisfacer a priori para que, en general, puedan ser considerados como legítimos? ¿Hay normas del proponer fines y del actuar que el ser humano, el cual elige ya entre fines juzgados como positivos en sí y para sí, deba satisfacer, por consiguiente, [7] normas de la preferencia correcta, normas cuya infracción signifique para el agente el reproche práctico de que eligió lo que no debía elegir, que hizo lo que no tenía permitido hacer? ¿Hay, por razones legales de principio, un unum necessarium para cada agente? ¿Está sujeta toda vida volitiva de una persona, tomada en su unidad universal en conformidad con estas razones, a una legislación regulativa que, en tanto idea, traza de antemano la vida éticamente buena y se traduce en una cadena de acciones en la que cada acción estaría caracterizada como absolutamente debida?

      Quizá se haga manifiesto que este razonamiento no es suficientemente radical. Quizá esta determinación de la ética como disciplina técnica del actuar correcto no es la última palabra que hay que decir sobre esto, así como la determinación de la lógica como disciplina técnica del conocimiento tampoco es lo último y lo mejor que hay que decir sobre el conocimiento. De todos modos, aunque no es lo último que decir, es algo que tiene su valor; esto significa que, de todas maneras, es claro desde el principio que tales disciplinas técnicas tienen su buen sentido y derecho; por eso, podemos muy bien tomar como punto de partida para la ética (con la precisión realizada) este modo de delimitación y definición de tareas preferido desde antiguo.

      [8] §2. Aclaraciones complementarias a la determinación conceptual de la ética en tanto disciplina técnica

      a) Sobre la delimitación del ámbito de objetos de las apreciaciones éticas. La persona y su carácter en la apreciación ética

      Una ética, en cuanto disciplina técnico-práctica según la definición dada, puede satisfacer fácilmente todo esto. La unidad de la asignación de la meta, que atraviesa la unidad de una vida humana en la forma ética de la exigencia absoluta del deber, tiene una relación esencial con la unidad de la personalidad, en la medida en que es la personalidad la que en el querer, quiere, en el actuar, actúa y en la medida en que sus propiedades caracteriales condicionan, de modo manifiesto y conforme a la experiencia, conjuntamente las direcciones de la voluntad. Pero, de manera contraria, también todo nuevo acto de la voluntad obra retroactivamente sobre el carácter, deja un sedimento en el ámbito de lo habitual que, por su parte, después obra, nuevamente, en la praxis futura; por ejemplo, toda buena voluntad, todo acto de superación ética de sí mismo, eleva en el alma el fondo habitual de energía para nuevas obras buenas, así como toda voluntad mala lo disminuye.

      Se comprende, por tanto, que la apreciación ética de la voluntad, respectivamente, de las metas de la voluntad, se trasponga a las correspondientes propiedades habituales de la [9] personalidad e incluso al sustrato de disposiciones [Dispositionen] útiles o desventajosas, y que estas conserven predicados éticos derivados. Se comprende que, en el estrecho nexo de motivación entre querer y desear, entre el valorar [Werten], entre las tomas de posición emotivas y los estados anímicos de todo tipo, también estos, y con frecuencia de modo fuertemente acentuado, sean éticamente aprobados o reprobados. Un amor noble, en tanto acto individual o en tanto dirección emotiva permanente, no puede contener en sí mismo nada del desear o del querer, pero es apto para motivar a la voluntad. Cuando el amor hace esto, la voluntad, en tanto determinada por lo noble, es ella misma noble. Y, manifiestamente, esto entra en consideración, de modo completamente esencial, para la pregunta acerca de lo absolutamente debido.

      Finalmente, se comprende en general que las apreciaciones éticas, en cuanto están determinadas en primer lugar por la voluntad y sus contenidos inmanentes, están unidas inseparablemente con las apreciaciones de la personalidad según todas sus propiedades caracteriales y según su entera vida psíquica. Esto también se muestra desde el siguiente punto de vista universal: en la medida en que es propio de una personalidad como tal la capacidad de autovaloración, autodeterminación y autoeducación, y, con esto, también la capacidad de dejarse conducir conscientemente en la configuración de sí mismo por las normas del deber ético, en esa misma medida, todas las propiedades de una persona, también las intelectuales, caen manifiestamente en su ámbito ético propio. Todas tienen, de modo reconocible, valores que admiten un más y un menos, y grados de valor. Pero la autovaloración motiva el curso de la autoeducación. Así, la capacidad científica, en tanto fuente permanente de bienes auténticos de la personalidad (o sea, de su conocimiento teórico), es un bien alto, pero aún no es un bien ético en y para sí. Sin embargo, en todos los casos de elección de una profesión en los que la habilidad científica compite con otras habilidades que han de ser aprovechadas, teniendo en cuenta también el talento propio, la profesión se convierte en objeto de valoración ética. La pregunta ética concreta «¿cómo debo configurar mi vida como una vida verdaderamente buena?» incluye, entonces, en sí la pregunta «¿es asunto mío, es lo absolutamente debido para mí seguir la profesión científica o, más bien, seguir una profesión práctica?», y otras preguntas similares.

      [10] b) Sobre la delimitación de la ética y la moral

      Pero ahora es tiempo de considerar una duda que quizás se ha despertado en ustedes hace bastante tiempo. ¿Está convenientemente delimitada nuestra idea de ética, teniendo en cuenta que se suele identificar


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