Introducción a la ética. Edmund HusserlЧитать онлайн книгу.
exige la decisión de vivir la totalidad de la vida de manera que sea la mejor vida posible. Pero, en la medida en que, por esencia, lo debido, la verdad de la voluntad, nunca es válido de manera aislada, lo mejor está determinado por el horizonte pasado y presente que delinea la vida futura de la persona. No se trata, por tanto, de la mejor vida posible para cualquiera, sino para un individuo particular y su historia singular. Husserl plantea entonces un imperativo categórico individual: «De ahora en adelante y sin vacilar, haz lo mejor, siempre lo mejor para ti, aférrate a eso en un conocimiento conforme a norma y quiérelo en una voluntad conscientemente normativa»90. Lo mejor no es, entonces, elegido ni realizado ingenuamente, sino que es producto de una voluntad personal que instituye una vida ética que hace del imperativo categórico una guía habitual que nos orienta al telos de la personalidad moral. Cabe señalar que esta búsqueda del verdadero sí mismo es la del auténtico amor de sí, que incluye el amor al prójimo, es decir, la búsqueda del verdadero sí mismo del otro91. Es en ese sentido que en 1920 Husserl plantea la siguiente formulación del imperativo categórico: «Sé puro, obra por pura conciencia moral, da asentimiento práctico de una vez y para siempre solo al amor puro en ti y en los otros, decídete a amar solo lo puro y darle tu asentimiento solo a la voluntad pura de reconocer solo lo puramente querido en cuanto querido por ti»92.
IV
Junto con el texto de las lecciones, se traducen aquí dos grupos de «Textos complementarios». El primero corresponde a un excurso sobre «Naturaleza y espíritu» en el que se distinguen diversas esferas de ser con el fin de circunscribir los dominios de diferentes tipos de ciencia y de aclarar así el sentido y el lugar de la ética. El segundo grupo está conformado por una serie de 22 textos breves que Husserl no alcanzó a leer en 1924, pero que, como indica el editor alemán, marcó en su mayoría como anexos. Como observará el lector, estos textos complementan tanto las lecciones como el excurso. Salvo tres de ellos, que datan de 1924, los anexos fueron escritos en 1920. En los casos en los que no se consigna la fecha, se trata de textos redactados en ese año, pero retrabajados en 1924. Dada la importancia que Husserl mismo le otorga al excurso en las lecciones93 y dado su carácter autónomo94, a continuación presentamos de manera breve su estructura y contenido.
Verdadero ejercicio fenomenológico, en el que Husserl muestra sus propias dudas, el texto del excurso es trabajado en el capítulo séptimo de las lecciones, cuyo tema es, como se anunció, la polémica del siglo XVII entre la moral del entendimiento y la moral del sentimiento. De modo más preciso, la digresión se presenta al final del § 30, a propósito de la necesidad de señalar, contra Clarke, la imposibilidad de contravenir las leyes materiales y de entender las leyes normativas como leyes de razón. El objetivo es, como decíamos, esclarecer el carácter peculiar de la ética en tanto ciencia. Con ese fin, Husserl se plantea dos tareas. La primera, desarrollada en los § 1-7, consiste en distinguir los conceptos de cosas y los conceptos de normas así como las ciencias correspondientes. La segunda se desarrolla en los § 8-13 y consiste en distinguir las ciencias de la naturaleza de las ciencias del espíritu. Es interesante notar que en la primera parte Husserl pone en marcha una fenomenología estática mientras que en la segunda, una fenomenología genética.
Para llevar a cabo la primera tarea, Husserl pregunta en qué sentido es posible que objetos de distintos tipos puedan ser sometidos a una normatividad. La reflexión que sigue expone la estructura del a priori de la correlación intencional que aquí aparece como el «entramado de yo, acto yoico, sentido y objetividad» (§ 1). El yo es impensable sin los actos; en cuanto intencionales, estos son impensables sin los sentidos, los que, a su vez, son impensables sin la objetividad mentada. A partir de estas distinciones esenciales, es posible concebir dos tipos de ciencias, las del sentido o significado y las de los actos (§ 2). Esta diferenciación le da a Husserl la ocasión de hacer una autocrítica que, dirigida a las Investigaciones, a las que él mismo remite unas páginas más adelante, explica el interés de Landgrebe en el texto de este parágrafo. En la medida en que los sentidos o proposiciones no son generalizaciones que extraeríamos por abstracción de múltiples actos en los que se singularizarían, sino que son ellos mismos mentados en diferentes actos en virtud de su idealidad e iterabilidad, las ciencias a priori de los sentidos no han de ser consideradas como una parte subordinada de las ciencias de actos.
Una vez puesta la atención en el dominio ideal del sentido, Husserl distingue entre el interés ontológico y el interés normativo (§ 3). Así, se puede desarrollar una ciencia a priori puramente ontológica, como la gramática pura de las formas posibles de la proposición o del enunciado para la esfera judicativa, o bien se puede plantear cuestiones normativas sobre las condiciones de posibilidad de la verdad y la falsedad. Como las proposiciones axiológicas y prácticas, sentidos correspondientes a los actos del sentimiento y de la voluntad, también admiten predicados normativos como aquellos de la belleza, el bien, etc., es posible concebir una axiología pura y una ética pura paralelas a la lógica de las proposiciones judicativas. Planteada esta posibilidad, la mirada del fenomenólogo se dirige a los actos (§ 4), cuya normatividad surge de la transferencia de la normatividad de las proposiciones. Dirigida, pues, por las ideas de «verdad o autenticidad, corrección»95, la «idea de una ciencia universal de la razón», al servicio de una crítica del conocimiento, exige una fenomenología pura que supere la ingenuidad de la mirada ontológica mostrando el origen diverso que las proposiciones experimentadas con evidencia tienen en la subjetividad. En esa línea, en el parágrafo siguiente, Husserl expone el orden de fundación de los actos de la subjetividad e insiste en que el objeto representado, del que se predica el ser-verdadero y el noser, es el sustrato de la posición de valores y de objetos prácticos (§ 5). Como en 1914, luego de recordar que solo gracias a la razón lógica se puede llevar a expresión judicativa las efectuaciones de sentido y las verdades propias del sentimiento y de la voluntad, Husserl insiste en que no hay que desconocer su carácter prelógico. Así pues, los juicios axiológicos y prácticos tienen un doble origen: tanto cognitivo como no-cognitivo (§ 6). A esto hay que añadir que, en el § 7, antes de hacer el tránsito a la temática de las ciencias naturales y espirituales, Husserl afirma una subordinación recíproca de la lógica, la axiología y la ética formales, pues, como señaló en el primer capítulo de las lecciones, las ciencias no son un asunto exclusivo de la vida cognitiva, sino que presuponen la vida valorativa y práctica del yo.
Así pues, una vez que el análisis estático desemboca en la idea de la lógica, la axiología y la ética en tanto ciencias normativas de principios, el análisis genético es puesto en práctica para responder a la pregunta sobre el alcance de estas ciencias respecto de las ciencias empíricas y, por su intermedio, respecto del mundo circundante intuitivamente dado. Se trata entonces de delimitar las principales regiones científicas al interior del mundo circundante para comprender por qué las ciencias de la naturaleza solo admiten una crítica lógico-normativa mientras que las ciencias del espíritu admiten también una crítica axiológica y práctica. Lo que sigue del excurso se deja así dividir en dos momentos metódicos: la deconstrucción (Abbau) de las estratos del saber con el que es dado el mundo circundante (§ 8-9) y la reconstrucción (Aufbau) del edificio de las ciencias empíricas (§ 10-13). Así, luego de identificar y desconectar los estratos axiológico y práctico del saber del mundo, Husserl encuentra un estrato inferior y abstracto que corresponde a una «experiencia pura» libre no solo de predicación sino también de todo sentimiento sensible. Este estrato no independiente, pero necesario, del mundo real no es otro que el de la naturaleza, cuya experiencia puramente física fue descubierta por Galileo y Descartes dando lugar a la ciencia moderna de la naturaleza. A partir de ahí, el lector verá dibujarse una estructura que Husserl nos hace recorrer rápidamente del primer al último nivel: de la idea moderna de ciencias físicas de la naturaleza, pasamos a la zoología, la antropología y la psicología naturales, un nivel que tiene como núcleo a la psicofísica; siguiendo, enseguida, la idea de una psicología fenomenológica, somos conducidos a las ciencias del espíritu y de la cultura; pasando por la diferencia entre ciencias del espíritu normativas y no normativas, llegamos funalmente, y una vez más, al coronamiento de la ética como reina de las ciencias normativas. Cabe señalar, para terminar, que en esta reconstrucción Husserl parece hacer dos hallazgos: