Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine MurrayЧитать онлайн книгу.
la contemplaba la noche anterior en mitad de sus besos y caricias. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no delatarse, para no hacerle ver el extraño influjo que ejercía sobre ella con tan solo una mirada. Y cuando posó su mano sobre un brazo y le dio dos besos en las mejillas, la cosa fue a peor. Se había afeitado; sentir la suavidad de su piel le provocó un leve suspiro. Lo contempló en silencio mientras él sonreía tímidamente, sin poder apartar la mirada. Sin duda alguna que lo había trastocado hasta hacer que se comportara como un crío.
–Ella es Fiona. La colega de quien te he hablado –comentó David volviendo a interferir en ese momento privado que ambos habían creado.
Durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Tan solo se limitaron a mirarse y a tratar de dominar el estado de agitación que les había producido volverse a ver.
–Me has comentado muchas cosas de ella, pero te has olvidado la más importante –dijo Fabrizzio con una voz ronca, arrastrando las palabras mientras su ojos escrutaban el rostro de Fiona en busca de alguna reacción.
–Seguro que David ha exagerado mis cualidades. Tiende a hacerlo cuando se refiere a mí –intervino Fiona mirando a este, en un intento por desviar la atención de Fabrizzio. Temía que le hiciera algún cumplido como los que le había susurrado la noche anterior al verla desnuda.
–No lo creo –le dijo muy seguro Fabrizzio, mientras volvía a desarmarla con otra sonrisa, y Fiona comenzaba a preguntarse si de verdad estaba bien. ¿Tanto le afectaba la presencia de aquel hombre?
–Bien, me comentabas antes que queréis montar una exposición sobre retratistas italianos –dijo Fabrizzio cambiando de tema para tratar de olvidarse de ella. Era como contemplar el más bello retrato de Rafael o de Tiziano haciendo una alusión a su proyecto.
–Tal vez debería ser Fiona quien mejor te lo explique, ya que, a fin de cuentas, será ella la que trabaje contigo –le confesó David con una sonrisa, mientras Fiona no daba crédito a lo que acababa de escuchar. ¿Trabajar juntos? ¿Iba en serio?
Fabrizzio volvió su atención hacia ella y el cruce de miradas no pudo ser más revelador. Sí. Ambos sabían lo que podía suceder después de lo de anoche. Pero, ¿estarían dispuestos a correr ese riesgo, a saber que entre ellos dos existía una atracción y a dejarla al margen mientras colaboraran?
–Pero… se supone que él no estará mucho en Edimburgo, ¿verdad? –comentó Fiona, revelando algo que se suponía que desconocía. Algo que Fabrizzio le había contado en la taberna. Que estaba de paso para visitar a un amigo. Ahora le quedaba claro quién era ese amigo. En el momento en que se dio cuenta se maldijo por su metedura de pata. Al ver la expresión de David fue Fabrizzio quien salió en su defensa. El gesto sorprendió a Fiona, quien no esperaba su detalle.
–Tiene razón. Pasado mañana me marcho, ya te lo comenté –le dijo a David.
–Es verdad. Sobre ese tema quería comentar que no hay problema para que colaboréis en la organización de la exposición.
Fiona entornó la mirada hacia David, intentando averiguar qué se traía entre manos. Su corazón comenzó a latir con fuerza de manera inesperada, como si intuyera antes que ella lo que iba a suceder. Y no tenía claro si le agradaría saberlo. Fabrizzio se mostró tan fuera de sitio como ella mientras miraba a David esperando una aclaración.
–He conseguido que la junta del museo te permita pasar una semana en Florencia buscando el mayor número de retratos posibles para tu exposición –anunció a bombo y platillo, mientras sonreía como si acabara de recibir un fantástico regalo–. Ello te permitirá trabajar junto a Fabrizzio en Florencia y de este modo organizar la exposición junto a quien mejor conoce la pintura italiana del Renacimiento.
Fiona se quedó sin palabras. No podía ser cierto. No. De ninguna manera. Por muchas ganas que tuviera de ir a Florencia… Aquello no podía estar pasando. Se suponía que Fabrizzio era una aventura de una sola noche. Nada más. No quería seguir viéndole después de lo sucedido esa mañana porque podría terminar por gustarle y entonces…
–Veo que te he dejado sin palabras. Era lo que imaginaba –comentó David mirando a Fiona, como si esperase que se pusiera a saltar de alegría. No todos los días uno conseguía ir a Florencia una semana.
Fabrizzio la miraba con una extraña sensación. ¿Aquella mujer sería su colega de trabajo durante una semana? ¿En Florencia? ¿Había escuchado bien a su amigo? ¡Tenía que tratarse de alguna broma! No podía ser que ella… No sabía qué pensar y menos qué decir en ese momento. ¿Sería una idea acertada? ¿Cómo haría para mantener las manos alejadas de su cuerpo? ¿Controlaría sus deseos de besarla? ¿Cómo haría para no quedarse mirándola como lo estaba haciendo en ese mismo momento?
–Es una gran oportunidad, sin duda alguna –fue lo único que pudo decir Fiona, tras unos segundos en los que se sintió descolocada. Debía decir algo o David pensaría que no quería ir. Y en verdad que lo deseaba. ¡Florencia! Pero había un problema y estaba justo delante de ella, mirándola de aquella manera que la hacía sentirse… deseada–. Pero… no tengo nada preparado.
–No te preocupes. Todo está arreglado desde hace días.
–¡Desde hace días! –exclamó fuera de sí Fiona abriendo los ojos como si fueran a salírsele.
–No quería decirte nada hasta que conocieras a Fabrizzio y le comentaras tus expectativas de la futura exposición.
–Pero, ¿cuándo se supone que me tengo que marchar? –le preguntó sin conseguir dominar su estado de agitación, mientras Fabrizzio, apoyado contra la pared y con los brazos cruzados sobre su pecho, sonreía divertido al verla en tal situación. O mucho se equivocaba o la razón por la que Fiona parecía no querer ir a Florencia estaba en ese despacho. Y no era cuestión de ser presuntuoso, pero a él le sucedía lo mismo con ella. Sería una tarea ardua no tocarla, ya lo había pensado. Y esa idea lo estaba empezando a consumir por dentro.
–Tienes billetes para pasado mañana –dijo desviando la atención hacia Fabrizzio, quien ahora miraba a Fiona con gesto serio. Se había incorporado de la pared y miraba a David como si acabara de dictar su sentencia de muerte. ¡Se irían juntos! Solo esperaba que no pidiera que la alojara en su casa…
Fiona no quería mirarlo. No quería que la atrapara con su mirada, pero debía disimular ante David. No podía mostrarse descortés con él, ni con… ni con… Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando los deseos de mirarlo se impusieron a su voluntad. Y entonces todo su cuerpo se rebeló emitiendo una serie de descargas de deseo de volver a despertar con él. No podía sacarse de la cabeza la noche compartida en su apartamento. Pareció darse por vencida porque todo aquello daba la impresión de estar orquestado por el destino, y no había manera de escapar. Sonrió divertida al recordar lo que le dijo Moira esa mañana y que comenzaba a encajar como las piezas de un puzle. ¿Y si de verdad su amiga tenía poderes? Debería consultarle acerca de lo que le sucedería en Florencia con aquel hombre que parecía haber nacido para acariciar su cuerpo. «¡Con Fabrizzio!«, se dijo de manera tajante.
–¿Dónde se alojará? –intervino él antes de que la cosa se fuera de las manos.
–Por ello no debes preocuparte. Tiene una habitación en un hotel –aclaró con cierto orgullo en su voz.
Si David se hubiera fijado con atención en ambos, se habría dado cuenta que los dos habían dejado escapar un suspiro. «Al menos no despertará en mi cama, ni me preparará el desayuno», se dijo Fiona tratando de mostrarse confiada en que nada iba a suceder entre ellos. Pero al instante pensó que el hecho de que ella estuviera en un hotel no era impedimento para que sucediera lo de la noche pasada. No. De ninguna manera podría volver a suceder. ¿En qué estaba pensando? Iba a Florencia a trabajar en su exposición y no a acostarse con Fabrizzio.
–Aclarados estos interrogantes, creo que sería buena idea que habláramos de la exposición, ¿no creéis? –propuso David mientras Fiona y Fabrizzio asentían–. Una última cosa antes de que se me olvide. Para que os vayáis conociendo mejor he pensado que Fiona podría enseñarte la ciudad. Como