Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas. Leandro VescoЧитать онлайн книгу.
la gente del pueblo es importante tener un lugar donde salir, no hay otro”, sostiene Luz. La gastronomía atrae. La cocina de Ñata tranquiliza. En un mundo con sabores perdidos, encontrarlos todos acá, tranquiliza. “Nos permite interactuar, dar a conocer Villa Lía y la idiosincrasia del pueblo a quien no lo conocía. Y también conocer historias. Hemos logrado un hermoso equipo de trabajo con las chicas del pueblo, lo que hace que disfrutemos cada visita, cada historia y nos divirtamos cada día”, confiesa.
“Los villalienses somos gente simple, simple de verdad. Quien nos visite encontrará que las casas están cuidadas y nos encanta que nos conozcan”, manifiesta.
“A todos les gusta nuestro flan. Les contamos que está hecho con huevos de gallina de campo y leche de vaca, por eso el sabor es distinto. Algunas veces nos pasó que quieren que les venda huevos de campo y les explico que nosotras no vendemos. Les digo dónde vive la señora a quien le compramos, que la visiten, la conozcan, vean sus gallinas y le compren a ella. Para la señora, que la visiten y se interesen por algo que ella hace con mucho sacrificio tiene un valor indescriptible”, así es Luz Argibay. Así es Las Argibay. Las puertas están abiertas. Todos te van a saludar cuando llegues. + info: Mendoza 678, en la Plaza de Villa Lía / Teléfono: 11.4029.3191 / Facebook: Las Argibay / Instagram: lasargibayvillalia
Almacén CT & CÍA.,
sabores que revivieron a Azcuénaga
Azcuénaga. Partido de San Andrés de Giles
“Nuestra propuesta es simple, sencilla y abundante. Las pastas son bien caseras, elaboradas casi en el momento de cocinarlas, preparadas con la receta familiar. Las carnes son seleccionadas como si fueran para el asado del domingo. Fuimos armando la carta también con los platos que nos gustan, como pescados y mariscos. Algunos hitos en la carta son el pernil de cerdo con salsa de frutos secos, que es un plato que lleva más de 10 horas de cocción, y la salsa de tomate con carne con hueso y hongos de pino remojados en Malbec. Una receta netamente familiar que hacía nuestro padre y que llamamos con gran orgullo ‘salsa Coarasa’ en su honor”, de esta manera presenta Lucas Coarasa el restaurante Almacén CT & Cía.
No se puede separar esta vieja y campera esquina con la familia. Diez hermanos sostienen el sueño de don Enrique Coarasa. “El Almacén CT & Cía. funciona en el antiguo edificio de la Casa Terrén, un almacén de ramos generales que existió en Azcuénaga desde finales del siglo XIX hasta casi concluida la década del 60. Nuestro abuelo Rafael fue uno de los integrantes de la firma”, explica Lucas. Los procesos propios de las crisis argentinas alejaron la esquina de la familia. “El sueño de papá fue recuperar el lugar”, afirma. La epopeya de los Coarasa fue hacer esto realidad.
El sentimiento y el legado paterno explican el amor con el que se trabaja. La elección de las recetas, el ambiente, la cordialidad, el diseño de cada pequeño detalle. Cuando se prueban estos platos surge esta secuencia entre el mayorazgo de los Coarasa y su padre, mientras caminaban por el almacén: “Papá, que ya estaba enfermo y consciente de lo avanzado de su enfermedad, le dijo: ‘Cuidalo hijo, no permitas que se venda, conservalo siempre en la familia y mantenela unida’”. Mi hermano mayor –Enrique (H)– lo cuenta poco pero lo sintió como una despedida y, a pesar de que ya hace 24 años que papá falleció, cuando lo hace, se le inundan los ojos de lágrimas. Te puedo asegurar que mi hermano lo cumple a rajatabla y para él es su deber en la vida”.
“Mi viejo era muy estricto y tan explosivo como amigable y afectuoso. Le gustaban mucho los chicos, claro está, será por eso, tal vez, que todos lo extrañamos tanto aunque este lugar sea un verdadero y vivo homenaje a su memoria”, describe Lucas la relación que tienen estas paredes con ellos.
Volvamos a nuestros días. Azcuénaga dejó de ser lo que era. Fue un pueblo nodal importante para la historia. En la estancia cercana La Merced se juntaron por última vez los políticos Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga. En su estación ferroviaria, que data de 1880, bajaba el presidente Julio Argentino Roca para viajar hacia su estancia La Argentina. En los años 30 del siglo pasado vivió su época de esplendor con el agro y la ganadería. El trabajo sobraba.
“Por muchos años la dinámica consistía en ver partir a familias enteras y a los jóvenes como nosotros hacia otros destinos. Hoy, participando como agentes del turismo rural y de la resignificación de la ruralidad, muchas personas no solo nos visitan sino que eligen nuestro pueblo como lugar para vivir”. Vueltas de la vida, círculos que lentamente vuelven a abrirse, relacionarse y cerrarse.
El almacén tuvo mucho que ver con la recuperación de Azcuénaga. El trabajo de los diez hermanos generó una energía que se derramó por las solariegas calles de tierra. Entre los ladrillos se ve en la mirada de los vecinos. Nunca fue fácil, pero la epopeya resultó. El coraje de recuperar una vieja esquina, tener una idea y llevarla a cabo, a pesar de nuestro país. Lo ganado tiene aroma a gesta. “El almacén es una gran familia. Es el concepto principal de nuestro proyecto que también refleja nuestra propia realidad. Toda nuestra historia familiar está puesta en cada ladrillo de este edificio. A mí me toca representar a la tercera generación de la familia Coarasa. Cuando nadie creía posible que este lugar volviera a latir, lo hicimos”, reflexiona, orgulloso, Lucas.
El salón comedor es amplio. Muy amplio, bien iluminado. Las mesas están adentro y afuera, en las galerías que dan a un patio, al aire libre. La decoración es cuidada. Se tiene la sensación de entrar a un museo de la historia de la esquina, de la familia y de los recuerdos e impresiones que los clientes dejan. “La experiencia que les proponemos a los visitantes se basa en tres conceptos sencillos y vitales: calidad, cantidad y calidez, a lo que se le suma nuestra historia, la que se cuenta sola cuando cruzás la puerta de entrada”, explica Lucas.
“Con el correr de los años podemos decir que muchas personas entraron como clientes anónimos y regresan como amigos de la familia. Hemos crecido junto a ellos”, resume Lucas. En las paredes se ven artefactos, elementos, fotos que los propios clientes llevan. Un dato curioso: a aquel que va se le ofrecen platos para ser firmados. Escribir una frase, desahogarse luego de ser testigo de una experiencia inolvidable.
Las palabras están de más. ¿Cómo explicar en palabras un locro servido dentro de un zapallo, un asado, la boloñesa de los domingos, el pan casero, la picada con productos locales? ¿Cómo explicar la felicidad? ¿Cómo describir el orgullo