Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas. Leandro VescoЧитать онлайн книгу.
/ Facebook: Almacen CT&cia / Instagram: elalmacenct
Almacén de Espora,
refugio para artistas
Espora. Partido de San Andrés de Giles
La ruta 7 y su tráfico quedan atrás, también la ciudad. Aquellos que llegan a Espora lo hacen por comentarios, por reseñas, por el boca a boca. Pequeñas y delicadas contraseñas que deparan, al final del camino, felicidad, silencio y abandono de las rutinas del mundo moderno. Son 8 kilómetros de tierra. Llegan los que necesitan encontrarse con uno de los rincones más bellos e íntimos del mapa. El Almacén de Espora es la iniciación a una nueva ceremonia: la del reencuentro con el arte y las señales camperas.
Por el momento en el que estemos aquí, debemos enfrentar la realidad: el hechizo del almacén es fuerte y es inútil ofrecer resistencia. No hay tiempo de regreso. Hay momentos de felicidad y de charlas que disfrutaremos. Un aperitivo, una picada, abandonar la mirada al antojo: una liebre que vemos pasar, los rayos del sol entre las hojas de los árboles. No es necesario plantearse nada más: tenemos una mesa dentro de un almacén hecho a la medida de los sueños.
“En el año 1999 compré un terreno de dos hectáreas en Espora con la idea de construir una chacra para los fines de semana. Por ese entonces yo vivía en Belgrano (CABA) pero toda mi familia es de Mercedes, a 18 kilómetros de Espora. A medida que la granja crecía y se desarrollaba necesitábamos un espacio para caseros y salió a la venta el almacén. Entonces reconstruimos la vieja tapera que estaba pegada al almacén para Lucas y Margarita, que hasta el día de hoy están conmigo, y conservamos el almacén y sus cosas cerrados durante unos años”, cuenta Claudio Mateo.
La idea que tenía era poder darle a Espora la posibilidad de que ese lugar de encuentro, el almacén, tuviera el brillo de sus primeros días y que los propios habitantes y esos elegidos visitantes se refugiaran en el secreto baluarte de este arbolado paraje.
El almacén abrió en 1910, un año antes que la estación ferroviaria. Su presencia fue fundacional. Claudio pretendía que esa bandera volviera a levantarse. En el año 2014 nació la posibilidad de abrir esa puerta y hacer germinar el renacimiento.
“Se recuperó la estantería y el mostrador original junto a varios objetos encontrados en el sótano. En 2019 vendí mi chacra y transformé el almacén en mi nuevo lugar en el mundo, donde paso los fines de semana y recibo amigos para disfrutar y compartir la vida. Como varios de mis afectos se dedican al arte, el almacén cuenta con pinturas de muchos de ellos, y también hemos pasado largas noches de música y vino hasta el amanecer. De a poco decidimos abrir el círculo y llegaron amigos de amigos, y así se fue convirtiendo en algo que muchos llaman un refugio de artistas”, describe Claudio.
Un atelier con mostrador centenario, eso es lo que nos devuelve la mirada cuando vemos y sentimos el lugar. La restauración es perfecta, no hay detalles librados al azar. Como el primer día que abrió en 1910, de esta manera y con el brillo original, se ven aquellos elementos que durante más de cien años estuvieron al servicio de los pocos –y privilegiados– habitantes de Espora.
De las paredes cuelgan cuadros, muchos, todos bellos. Las mesas, algunas chicas, otras grandes, son la plataforma para disfrutar de la carne asada o de algo que Claudio recomienda: las empanadas de Margarita. Una copa de vino abona la idea de estar escondido y que jamás nadie nos hallará. Este anonimato se disfruta como una pócima dorada.
“Cuando recibo gente en el almacén siento que puedo compartir mi espacio para que el viajero pueda tener una experiencia inolvidable, en contacto con la naturaleza y con la historia de un lugar que tuvo su etapa de esplendor y se apagó con el fin del tren”, manifiesta el anfitrión.
Antes o después, y como todo es tan pequeño, Espora es el patio del almacén. Se lo conoce caminando. Es aconsejable hacerlo oyendo los silencios del campo. La música propia de cada pueblo. Una escuela rural, una ermita a la virgen Stella Maris y un puñado de casas dispersas. Así nace la postal simple y resulta la belleza. Ir en pareja, con amigos o en familia, no existe mejor plan.
Las vías del tren significan mucho aquí. Claudio es miembro de la Asociación Amigos del Belgrano que se encarga de tareas de mantenimiento. Es común, al visitar el lugar, ver la pintoresca zorrita en las vías. Cuando llueve mucho y los caminos están intransitables, las vías –y esa maravillosa zorra– son la salvación y la única forma de comunicación.