Burlar al Diablo. Napoleon HillЧитать онлайн книгу.
artículos sobre hombres y mujeres exitosos es algo admirable, en lo que a eso respecta, y no tengo la intención de tratar de disuadirte de llevar a cabo tu propósito; pero debo decirte que si deseas ser útil por mucho tiempo, no sólo para aquellos que aún viven, sino también para la posteridad, podrás hacerlo si te tomas el tiempo de organizar tanto las causas del fracaso como las causas del éxito.
”Hay millones de personas en el mundo que no tienen la más mínima idea de las causas del éxito y del fracaso. Las escuelas y universidades enseñan prácticamente todo excepto los principios del éxito personal y exigen que los jóvenes, tanto hombres como mujeres, pasen de cuatro a ocho años adquiriendo conocimientos abstractos; sin embargo, no les enseñan qué hacer con este conocimiento después de adquirirlo.
”El mundo requiere de una ideología práctica y comprensible acerca del éxito, establecida a partir del conocimiento práctico adquirido por la experiencia de hombres y mujeres en la gran universidad de la vida. En todo el campo de la Filosofía no encuentro nada que se asemeje ni remotamente al tipo de ideología que tengo en mente. Tenemos pocos filósofos capaces de enseñar a hombres y mujeres el arte del vivir.
”Me parece que es una oportunidad para desafiar a un joven ambicioso como tú; sin embargo, la ambición por sí misma no es suficiente para esta tarea que te he sugerido. Quien la emprenda debe tener valor y tenacidad.
”El trabajo exigirá de por lo menos veinte años de continuo esfuerzo, durante los cuales, quien se comprometa a llevarla a cabo, tendrá que ganarse la vida por otros medios, pues este tipo de investigación nunca resulta lucrativa al principio y, por lo general, quienes han contribuido al desarrollo a través de este tipo de tareas, han tenido que esperar casi cien años después de su propia muerte para recibir el reconocimiento a su labor”.
Nota de Sharon: ...¡veinte años de labor sin paga y probablemente sin reconocimiento! ¿Cómo responderías a este “ofrecimiento”? Tal como lo menciona a continuación, Hill aceptó el desafío de Carnegie y se dispuso a entrevistar a los gigantes de ese tiempo, incluyendo a Theodore Roosevelt, Thomas Alva Edison, John D. Rockefeller, Henry Ford, Alexander Graham Bell y King Gillette, entre otros. Su esfuerzo culminó finalmente en la publicación de varios libros, entre ellos el volumen ocho de Laws of Success (Las leyes del éxito)y Think and Grow Rich (Piense y hágase rico) después de más de veinticinco años de investigación. Su trabajo es considerado fundamental para el desarrollo personal, ya que investigó todos los principios que siguen sirviendo de base para las enseñanzas de los actuales maestros espirituales. Quizá el lector piense que este manuscrito se escribió un año después de haberse publicado, tal vez pueda apreciar el “otro yo” de Hill, tal vez identifique cómo el Maestro venció la frustración y logró utilizar los elementos más importantes en su investigación; pero Burlar al Diablo, revelará, por sí mismo, el despertar espiritual de Hill y cómo cada uno de nosotros podemos aprender ese proceso a partir de este encuentro con el Diablo.
“Si emprendes esta labor, deberás entrevistar no sólo a los pocos que han triunfado, sino a los muchos que han fracasado. Deberás analizar cuidadosamente a muchas miles de personas que han sido clasificadas como fracasos, y con fracasos me refiero a los hombres y mujeres que llegan desilusionados al último capítulo de su vida por no haber alcanzado el objetivo que sus corazones se habían impuesto. Por inconsistente que parezca, aprenderás más sobre cómo triunfar a partir de los fracasos de lo que aprenderás de los llamados triunfos, pues éstos te enseñarán lo que no debes hacer.
”Asimismo, hacia el final de tu labor, si es que la llevas a cabo satisfactoriamente, harás un descubrimiento que te sorprenderá: Descubrirás que la causa del éxito no es algo ajeno al hombre, que es una fuerza natural tan intangible, que la mayoría de los hombres nunca la reconocen, una fuerza que bien podría llamarse el otro yo. Cabe señalar el hecho de que este otro yo rara vez ejerce su influencia o se hace presente excepto en ocasiones de inusual urgencia, cuando los hombres se ven obligados, por la adversidad o algún abatimiento temporal, a cambiar sus hábitos y a ingeniárselas para superar la dificultad.
”La experiencia me ha enseñado que un hombre nunca puede estar tan cerca del éxito como cuando eso que él llama fracaso lo ha dominado ya que es en estas ocasiones cuando se ve obligado a pensar. Si piensa acertadamente y es persistente, descubre entonces que generalmente el llamado fracaso no es más que una señal para rearmarse a sí mismo con un nuevo plan o propósito. La mayoría de los fracasos se deben a las limitaciones que los hombres mismos instalan en su mente. Si tuviesen el valor de avanzar un paso más, descubrirían su error”.
Nota de Sharon: la mayoría de los fracasos se deben a las limitaciones que los hombres instalan en su mente. La negatividad y la desconfianza en uno mismo pueden ser el principal obstáculo para el éxito. Con la actual Depresión Económica, muchas de las personas que han hecho “lo correcto” durante su vida se encuentran ahora, por primera vez, enfrentando una severa adversidad. El mayor obstáculo para su recuperación es su propio miedo y la autodesconfianza que se ha implantado por su reciente experiencia. ¿Acaso has permitido que la actual situación te supere? ¿La autodesconfianza y el autosabotaje han evitado que alcances tus sueños? ¿Eres tu peor enemigo? ¿Abandonarás tu búsqueda cuando estás a sólo a un metro de encontrar el tesoro?
Volver a vivir
El diálogo del señor Carnegie remodeló toda mi vida y plantó en mi mente un ardiente propósito que me ha impulsado incesantemente, y esto a pesar del hecho de que yo no tenía más que una vaga idea de lo que él quería decir con el otro yo.
Durante mi tarea de investigación sobre las causas del fracaso y del éxito, tuve el privilegio de analizar a más de veinticinco mil hombres y mujeres que habían sido clasificados como fracasados y a más de quinientos que habían sido clasificados como triunfadores. Hace muchos años vislumbré por primera vez a ese otro yo que el señor Carnegie había mencionado. El descubrimiento surgió, tal y como él lo dijo, como resultado de dos momentos cruciales en mi vida, los cuales conformaron las crisis que me obligaron a ingeniármelas para salir de las dificultades como nunca antes lo había hecho.
Ojalá fuera posible describir este hallazgo sin tener que usar el pronombre personal; sin embargo es imposible porque éste surgió a través de experiencias personales de las que no se puede aislar. Para presentarte el panorama completo, tendré que regresar al primero de estos dos momentos cruciales y llevarte paso a paso hasta este hallazgo.
La investigación necesaria para la acumulación de los datos, a partir de la cual se organizaron los diecisiete principios del éxito y las treinta principales causas del fracaso, requirió de años de trabajo.
Había llegado a la falsa conclusión de que había terminado mi tarea de organizar una completa ideología sobre el éxito personal. Lejos de haber concluido, mi trabajo sólo había comenzado. Había erigido el esqueleto de la ideología al organizar los diecisiete principios del éxito y las treinta principales causas del fracaso; pero ese esqueleto debía que ser cubierto con la carne de la aplicación y la experiencia. Aún más, se le debía otorgar un alma a través de la cual poder inspirar a hombres y mujeres a enfrentar los obstáculos sin evitarlos.
El alma, que todavía debía añadirse, como lo descubrí más tarde, se hizo posible sólo después de que mi otro yo hizo su aparición a través de dos momentos cruciales en mi vida.
Habiéndome decidido a dirigir mi atención ––y sin importar los talentos que pudiera tener–– en los ingresos monetarios a través de los canales comerciales y profesionales, me decidí a entrar en la profesión de la publicidad convirtiéndome en el gerente de publicidad de la Extensión Universitaria La Salle de Chicago. Todo marchó de maravilla durante un año, después del cual se apoderó de mí un profundo disgusto por mi trabajo y renuncié.
Ingresé entonces al negocio de las franquicias con el ex Presidente de la Extensión Universitaria LaSalle, convirtiéndome en el Presidente de Betsy Ross Candy Company. Por desgracia ––o lo que a mí me parecía una desgracia entonces–– los desacuerdos con los socios comerciales me separaron de ese proyecto.
El embrujo de la publicidad seguía en mi sangre e intenté de