Por un beso. Teresa SouthwickЧитать онлайн книгу.
formas de atraer más clientes.
–Eso es. Tú ya has estado en algunos seminarios sobre el tema. ¿Qué aprendiste en ellos?
–Misión, visión, filosofía –dijo ella sin dudar.
–Muy bien, veo que te sabes la terminología. ¿Pero qué significa eso en lo que se refiere a Marchetti´s Inc.?
–¿Misión? –dijo Abby y lo pensó por un momento–. Ofrecer una auténtica cocina italiana de calidad a precios razonables, utilizando el buen hacer del servicio para asegurarnos una clientela satisfecha.
Por lo menos alguien se leía los memorandos de la compañía, pensó Nick.
–Muy bien, así que sabes memorizar algo –dijo–. ¿Cuál es la parte importante de lo que acabas de decir?
Ella frunció el ceño.
–¿Qué parte?
–La clientela. ¿Conoces a tus clientes base?
–La zona es de parejas jóvenes con niños.
–Eso es. ¿Cómo puedes hacer que se quieran gastar en una comida fuera sus duramente ganados dólares?
–Cupones, descuentos… Una tarde especial para niños. Tal vez un bufé a precio fijo sobre todo lo que se puedan comer en los días bajos de clientela.
–Todas son buenas ideas.
–¿Pero no se desviaría eso de la visión de la empresa de que todos los restaurantes sean iguales en el menú?
–Esa era la visión de mi padre. Los tiempos han cambiado y nosotros lo podemos hacer también.
–¿Así que si cada restaurante tiene un tipo de clientela, se pueden alterar algunos aspectos de la operación para encajar con ella?
–¿Por qué no? –le preguntó Nick–. Piénsalo, Abby.
–Lo haré –afirmó Abby y miró su reloj–. Vaya, vas a llegar tarde.
De repente, Nick tuvo una idea.
–Vente a cenar con nosotros.
–¿Yo?
–Aquí no veo a nadie más. Por supuesto que tú.
–No puedo.
–Claro que puedes. Le caes bien a Madison. Y has admitido que ella a ti. Dame una buena razón por la que no puedas venir.
–Muy bien. Recogida.
–¿Qué?
–Sarah y sus amigas se han ido al cine en el coche de la madre de April Petersen y yo las tengo que ir a recoger.
Nick se preguntó entonces cuántas otras cosas se habría saltado ella por haber tenido que transformarse en la madre de su hermana a los dieciocho años. La estaba ayudando con el cumpleaños especial de Sarah. ¿Habría hecho alguien que los suyos fueran especiales?
–¿Qué hiciste cuando cumpliste los veintiún años?
Ella pareció sorprendida y luego se encogió de hombros.
–No lo recuerdo. Supongo que lo de siempre, trabajar, estudiar y cuidar de Sarah.
–Eso va contra la ley.
–¿Eh?
–En mi familia hay un rito tradicional para cuando alguien llega a la mayoría de edad. Una experiencia inolvidable.
–Eso está muy bien, pero no veo…
Nick sonrió.
–Está claro que te debo una fiesta de tu veintiún cumpleaños.
Capítulo 2
ABBY parpadeó. ¿Se sentía él responsable de su veintiún cumpleaños?
–Aparte de lo evidente, ahora ya han pasado dos años. ¿Por qué crees que me debes eso?
–Cuando te contratamos, entraste a formar parte de la familia Marchetti. Entonces yo no sabía dónde tenía la cabeza.
–Supongo que donde siempre. Metida hasta las cejas en el negocio.
–Puede. El hecho es que te hiciste adulta y la ocasión no fue adecuadamente celebrada.
–Eso fue hace mucho tiempo. A mí no me importa…
–A mí sí –dijo él poniendo voz de jefe.
–Es muy amable por tu parte, Nick. Pero ya pasó. Aunque yo quisiera que lo hicieras, no hay manera de que me puedas devolver ese tiempo.
Nick miró su reloj, tomó su chaqueta y se levantó.
–No tengo tiempo para hablar de esto ahora. Pero tú vas a tener una fiesta de cumpleaños.
–Si eso significa jugar a la botella, no cuentes conmigo.
Él se rio y abrió la puerta.
–No te preocupes. Yo me ocuparé de todo.
Abby se quedó en la puerta, observándolo, hasta que se perdió en la oscuridad. Se imaginó que no habría mucho peligro para ella en esos juegos de besos. Como todos los demás hombres de su pasado que habían tratado de planear algo con ella, Nick descubriría que ella tenía responsabilidades que la hacían dejar a un lado sus propios sueños.
Pero el pensamiento de algo salvaje e impredecible era excitante y, por un par de segundos, se permitió a sí misma fantasear. Luego se olvidó de esas fantasías pensando que su turno llegaría más tarde.
Después de cenar, Nick llevó a casa a Madison. Ella normalmente era una mujer alegre y de conversación inteligente, pero esa noche parecía que su buen humor se había tomado vacaciones y estaba como abstraída.
Una vez en la puerta, ella le dijo:
–¿Quieres pasar a tomar algo?
–Me gustaría, pero tengo una reunión mañana temprano.
–Muy bien. Gracias por la cena –dijo ella cuando abrió la puerta.
–¿Qué te pasa?
–Nada. Buenas noches, Nick.
Él se acercó y le puso una mano en el brazo.
–Hay algo que te está comiendo por dentro. ¿Qué es?
–Tenemos que hablar.
Nick se estremeció. Tenía la impresión de que no era el único hombre en el mundo que reaccionaba así ante esas palabras. Pero sabía que él tenía una razón mejor para hacerlo que la mayoría. La última vez que una mujer le había dicho eso, su vida se había vuelto cabeza abajo.
Respiró profundamente y dijo:
–De acuerdo, suéltalo.
Ella agarró con fuerza su bolso.
–Vas a quitarle importancia a todo lo que te diga, pero ya es hora de que lo diga. No sientes nada por mí; por lo menos, no de la manera en que yo quiero. Pero cuando me recogiste esta noche, pensé que las cosas serían diferentes.
–¿De qué me estás hablando?
–Estabas muy animado, lleno de entusiasmo. Hace mucho tiempo que no te veía así.
–Yo siempre estoy muy estresado, Madison. Y por supuesto que tú me importas.
–¿Ves? Ya sabía yo que no le ibas a dar importancia.
Él se metió las manos en los bolsillos.
–No lo estoy haciendo. Es solo que no entiendo a qué viene esto.
–No habíamos terminado con los entrantes cuando el otro Nick apareció de nuevo, ese al que no puedo llegar porque está metido de lleno en los negocios.